Capítulo 1

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Desde que tengo memoria, el océano ha sido mi hogar y mi enemigo. Mi padre solía decir que el mar era un maestro severo, pero justo. Ahora, cada vez que pienso en él, siento que el mar se ha convertido en un verdugo. No puedo recordar la última vez que lo vi, pero sí recuerdo claramente el día que lo di por muerto.

Era una tarde tormentosa, típica de estas latitudes. Las olas golpeaban nuestro barco con furia, y el cielo se oscurecía como si el mismo infierno estuviera por desatarse. Mi padre, un hombre fuerte y valiente, luchaba contra los elementos con una determinación que yo siempre admiré. Pero esa noche, la tormenta fue más fuerte que él. Desapareció en el mar, tragado por la oscuridad y la furia de las olas. Pasé semanas buscándolo, esperanzada de encontrar algún rastro, pero todo fue en vano. El mar me lo había arrebatado, y con él, una parte de mí.

Después de eso, solo me quedó mi tío Brannigan. Un hombre duro y autoritario, siempre tratando de imponerme su voluntad. Pero yo no soy alguien que se doblegue fácilmente. Aprendí a ser fría y cortante, a no mostrar mis sentimientos, porque mostrar debilidad en este mundo es una sentencia de muerte.

Mi vida ha sido una serie de aventuras y desventuras, pero nada me ha preparado para lo que sueño cada noche. Una isla, misteriosa y llamativa, que parece susurrar mi nombre. En mis sueños, veo una tierra llena de peligros y maravillas, un lugar que me llama con una urgencia que no puedo ignorar. He decidido que será mi próxima conquista.

Estaba terminando de empacar mis cosas cuando Brannigan entró en mi camarote sin previo aviso, como de costumbre.

—¿Sigues con esa loca idea de la isla? —dijo con una voz llena de desdén.

—Sí —respondí sin mirarlo—. Mañana zarpo al amanecer.

—Lyriana, estás cometiendo un error —insistió, su tono más severo—. Esa isla es una trampa mortal no sabemos que se encuentra ahí.

—He tomado mi decisión, tío —respondí, girándome para enfrentarlo—. No voy a dejar que tus miedos dicten mi camino.

Brannigan me miró con una mezcla de frustración y preocupación. No era típico de él mostrar tanta emoción, pero supe que realmente creía que me estaba poniendo en peligro.

—Sabes que no puedo detenerte —dijo finalmente—. Pero al menos toma esto.

Me lanzó un pequeño objeto envuelto en tela. Lo atrapé y al desenvolverlo, vi un pequeño amuleto, uno que mi padre solía llevar.

—Era de tu padre —explicó Brannigan, su voz más suave—. Tal vez te traiga suerte.

—Gracias —dije, sorprendiéndome a mí misma con la sinceridad en mi voz—. Pero no es suerte lo que necesito. Es determinación.

—Esa nunca te ha faltado —admitió Brannigan con un suspiro—. Solo... ten cuidado, Lyriana.

Asentí y guardé el amuleto en mi bolsillo, sin saber realmente si me serviría de algo, pero apreciando el gesto. La despedida fue breve y fría, como de costumbre. Sabíamos que las palabras no cambiarían nada.

He pasado semanas preparándome, asegurándome de tener suficientes suministros y trazando la ruta hacia la isla. Brannigan ha intentado convencerme de lo contrario, pero no soy alguien que cambie de opinión fácilmente. He aprendido a confiar en mis instintos, y mis instintos me dicen que debo ir.

Mientras navego hacia lo desconocido, no puedo evitar pensar en todo lo que he dejado atrás y todo lo que aún tengo por delante. El mar puede ser cruel y despiadado, pero también es un lugar de oportunidades infinitas. Y en algún lugar de esas vastas aguas, está la isla que ha ocupado mis sueños. Sé que allí encontraré algo que cambiará mi vida para siempre, y estoy dispuesta a enfrentar cualquier peligro para descubrirlo.

Las Profecías Del Océano: La Isla De Los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora