Alondra Lopez siempre había sido una mujer que tenía las cosas bien en claro. A sus 35 años había conseguido prácticamente todo a lo que aspiraba en su vida. Estaba casada con un hombre importante ubicado en una buena posición social, Manuel Hernández , que tenía 10 años más que ella y era ministro de economía. Eso la colocaba a ella en un lugar de importancia y la hacía codearse con las personalidades más importantes de la ciudad, e incluso del país. Sus padres estaban orgullosos de ella, pues era lo que siempre habían deseado para su única hija. Su madre se había encargado de presentarle al que sería su futuro esposo en una gala benéfica y poco interesaba si estaba enamorada o no. Le habían enseñado desde pequeña la importancia que tenía guardar las apariencias, y eso significaba que no importaba lo horrible que te sintieras, siempre había que mostrar una sonrisa y fingir que tu vida era perfecta. Y eso era algo en lo que Alondra era especialista.
La morena sabía que pasaba algo, después de cuatro años de matrimonio conocía muy bien a Manuel como para saber que le estaba mintiendo. Llevaba varias semanas llegando tarde a casa y poniendo como excusa el trabajo, pero cuando se metía en la cama apestaba a alcohol. Sabía que seguramente su marido la engañaba y se acostaba con cualquiera, con dinero podía pagar a la mujer que quisiera. Pero eso no era lo que le importaba a Alondra, lo que ella quería evitar era un escándalo público que pudiera poner en peligro su imagen y su status social. Había tenido que trabajar mucho para llegar a donde estaba como para que ahora unas juergas nocturnas arruinaran su vida.
Estaba dispuesta a descubrir en qué andaba su marido, así que esa noche, en vez de quedarse en la cama, tomó su coche y siguió a Manuel. Vivían en las afueras de la ciudad y fue un largo recorrido hasta llegar al centro. Había tenido que dejar a la pequeña Mia en casa con la niñera. No era su hija, era fruto del matrimonio anterior de su marido, pero cuando su madre murió, Alondra había sustituido esa figura materna que necesitaba la niña y lo quería como si fuera de su propia sangre.
Finalmente el coche paró, la morena con cautela hizo lo mismo un poco más atrás fijándose que no pudieran verla. Se quedó esperando hasta que vio salir a su marido y meterse en un local. Desde donde estaba no podía leer bien, así que esperó unos segundos, se puso sus lentes oscuras y salió del auto. Caminó hasta quedar en frente de un enorme letrero luminoso que decía "The Black and Pink", que informaba que se trataba de un lugar de strippers. Alondra negó con su cabeza, ¿Cómo era capaz de arriesgarse a ser visto en un lugar como este?
Decidió ir dentro y descubrir exactamente lo que se dedicaba a hacer Manuel, aunque ya lo tenía bien en claro. Estaba a punto de atravesar la puerta cuando un enorme hombre la paró en seco -Perdone señora, pero es una fiesta privada, no puede pasar- habló en un tono serio y autoritario.
Alondra levantó sus cejas, mirándolo como si fuera un ser de un nivel mucho más inferior que ella -Perdone, pero no sabe con quién está hablando? Soy la esposa del ministro de economía, sino me deja pasar sólo tengo que hacer una llamada para hacer que cierren este piojoso antro-
El hombre la miró durante unos segundos, hasta que finalmente se hizo a un lado dejándola pasar. La morena sonrió victoriosa y entró al local, nada más poner un pie ahí un olor a alcohol y mugre le llegó. Tapó su nariz poniendo cara de asco, y miró a todos lados, por suerte con el abrigo y las gafas de sol dudaba que la reconocieran. Nunca había estado en un tugurio como esos, la música estaba fuerte, no había mucha gente pero reconoció a varios hombres que trabajaban con su marido y otros cuantos con poder político que siempre salían en la prensa. Había pocas mujeres en el lugar así que debía ser cautelosa. Todos miraban atentamente a una tarima donde bailaban varias strippers así que no se fijarían en ella, se sentó en una mesa apartada. Se le acercó una camarera y pidió un refresco light.
De repente las chicas desaparecieron y las luces se pusieron tenues, parecía que iba a empezar el gran número de la noche. Alondra se fijó en el caño que había en el medio del escenario y una chica empezó a moverse sensualmente al ritmo de la nueva canción que sonaba. Todos los hombres, incluido su esposo la miraban atontados, era una chica de cabello rizado muy atractiva y con un cuerpo envidiable, estaba claro que era el plato fuerte de ese antro. Llevaba puesto un trajecito rojo minúsculo que a la morena le pareció ridículo. Se preguntó a sí misma cómo debía haber sido la infancia de esa joven para acabar en un trabajo así.
La mujer seguía contoneándose hasta que empezó a caminar bajando de la tarima y acercándose a la mesa de los hombres. Se puso a bailar justo en la cara de Manuel y eso hizo que Alondra estuviera a punto de romper el vaso que sostenía en su mano. No eran celos, simplemente acababa de caer en la cuenta de que esa debía ser la prostituta a la que se tiraba y la que lo mantenía ocupado todas esas noches que llegaba tarde a casa. A Manuel se le caía la baba con cada una de las caricias de la rubia, estaba claro que Alondra no iba a poder obligarlo a dejar de verla. Pero entonces, una idea le vino a la mente, quizás una charla con esa mujer le serviría para alejar a su marido de esa vida.
Esperó a que el número terminara para salir y buscar la puerta trasera del local, efectivamente parecía el lugar por donde salían los empleados. Se quedó por unos minutos ahí hasta que la rubia, ahora vestida como una persona normal, sale en dirección a su auto. Podía jurar que si la veía por la calle nunca hubiera pensado que era stripper.
Alondra caminó hacia ella y carraspeó un poco -Perdone... señorita- la otra mujer se giró al escucharla y la miró extrañada - ¿Podemos hablar?-
La Peliroja estaba algo sorprendida, se notaba que la ropa de esa mujer no encajaba con ese barrio, y mucho menos con el antro
-Sí, claro, ¿qué necesita?- estaba buscando las llaves de su auto en el bolso.
-Mire, iré al grano, el hombre al que ha bailado es mi marido, quiero que deje de verlo o tendrá serios problemas- dijo acercándose un poco mientras ponía su mejor tono de amenaza.
La otra mujer levantó sus cejas - ¿Qué deje de verlo? Es él el que viene a verme a mí a todas mis compañeras bailar-
Esa respuesta sorprendió a Alondra, asumía que por cómo le había bailado a su marido seguro había dormido con él por lo menos un par de veces - ¿No viene a verte a ti personalmente?-
La stripper negó con su cabeza -No creo, no tengo ni siquiera idea de quién en su marido, no tengo ningún "trato especial" con los clientes- era verdad, la rubia no era de ese tipo.
Alondra se quedó mirándola, parecía que el problema no era una mujer, eran todas las mujeres en general. Quizás aún podía sacar algún provecho de esa chica. Carraspeó un poco y miró alrededor, estaba en un mal barrio y no quería que la viera cualquiera - ¿Podemos hablar en un sitio más privado?-
-¿Es importante? Me estaba yendo a casa, no me encuentro muy bien hoy- la peliroja estaba incómoda, se había estado sintiendo enferma toda la noche y no veía la hora de llegar a casa.
-Sí, realmente lo es- poco le importaba lo mal que se sintiera la stripper, sólo quería solucionar todo el asunto cuanto antes.
-Está bien- la chica suspiró, no sabía que pretendía la mujer pero no quería problemas. Metió un bolso grande con sus trajes en el maletero del auto y se quedó con uno más pequeño -¿En dónde quiere que hablemos?-
-No lo sé, me ves con pinta de conocer esta zona? Llévame a un lugar discreto- la morena se cruzó de brazos mientras su taco resonaba contra el suelo.
La peliroja rodó sus ojos, no le gusta el trato que tenía la mujer con ella. Entró a su auto y le abrió la puerta para que subiera también.
Alondra miró el auto con asco y luego de dudar un poco, subió suspirando en señal de queja -Espero no morir en este coche... lo que tiene que hacer una -se puso sus gafas oscuras mientras miraba hacia el frente-
Antes de poner el auto en marcha la rubia la miró algo molesta -No lo tiene que hacer en realidad. No sé qué está esperando de mí, pero la verdad dudo que pueda ayudarla-
-Yo decidiré si puedes ayudarme o no. Ahora arranca y terminemos con esto cuánto antes- la morena parecía muy insistente. No le agradaba tener que estar haciendo esto, pero hasta se sentía obligada para que su vida siguiera en pie.
La stripper manejó por unos minutos mirando de costado por momentos a la otra mujer. No entendía qué podía querer de ella ahora que sabía que no se acostaba con su marido. Estacionó su coche en un pequeño bar, algo escondido pero bastante agradable. Bajó del auto y esperó hasta que la morena la siguiera.
NOTA
Nueva historia nenas!! Espero que les guste tanto como la anteriorMe pueden seguir en mi twitter @railofic
VOTEN Y COMENTEN
ESTÁS LEYENDO
LA STRIPPER/ RAILO
FanfictionAlondra está casada con uno de los hombres más influyentes del país, pero cuando su marido empieza a perder el interés en ella, busca ayuda de alguien con quien nunca imaginó tratar, una stripper. La historia no es mía si no de FinerFeelings, yo sol...