13. Ajustes De Cuentas

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Alondra no había pegado ojo en toda la noche. Aún era bastante temprano cuando escuchó a Manuel levantarse de la cama y prepararse para irse a desayunar con unos amigos suyos. Por suerte, ella no tenía que estar presente, se hizo la dormida hasta que abandonó la habitación. Una vez a solas aprovechó para meterse en la ducha, y en ese instante, con el agua cayendo sobre ella, se desahogó llorando. No sólo tenía heridas mentales, estaba dolorida por muchas partes de su cuerpo y aunque el agua limpiaba sus lágrimas, necesitaría tiempo para sanar su dolor.

Un buen rato después volvió a la cama y tomó su teléfono marcando el número de Rai. No sabía si sería buena idea hablar con ella, pero era lo que más necesitaba. No quería amargarla ni preocuparla con lo que había pasado. Era algo grave, pero también era algo que no debía hablarse por teléfono, y ni siquiera tenía bien en claro si se lo iba a decir.

-¿Alondra?- la voz dormida de la peliroja sonaba al otro lado del teléfono y se notaba con claridad. Se había acostado tarde después de trabajar pero no pensaba ignorar una llamada de ella por nada del mundo.

-Hola...- su voz sonaba algo quebrada –Siento llamarte a estas horas, pero necesitaba oírte- la morena contenía sus lágrimas para no delatarse.

Rai notó algo raro al escucharla -¿Qué pasa Alondra? ¿Estás bien? Te oigo rara...- la preocupación era latente en la peliroja, cada día conocía más a la morena y sabía que algo estaba pasando.

Alondra tomó aire, haciendo fuerza para sonar lo más normal posible –Sí, sí, estoy bien, ¿Cómo va todo?-

-Bien, estaba durmiendo ¿Cuándo vuelves? Esta noche no trabajo- a pesar de las palabras tranquilizadoras de la morena, sabía que algo iba mal -¿Segura que estás bien?-

-Sí, no te preocupes, vuelvo esta tarde, pero no sé si podré escaparme- hizo una pausa y carraspeó levemente –Siento haberte despertado-

-No pasa nada. Tenía ganas de escucharte. Bueno... si puedes escaparte ya sabes que estaré aquí-

-Vale, lo intentaré...- Alondra hubiera pagado por estar a su lado y recibir un abrazo suyo, era lo que más necesitaba –Gracias por todo Rai-

-No tienes que darme las gracias por nada... sólo espero que podamos quedar porque me muero de ganas de verte-

La morena sonrió levemente –Sigue durmiendo anda... luego tendrás noticias mías-

-Está bien, que pases un buen día. Te mando un beso-

-Otro para ti- se despidieron y Alondra dejó su teléfono en la mesita de noche.

Hablar con la otra mujer le había venido muy bien. Se empezó a vestir porque tenía que comer con su esposo, no podía ocultar la mala cara pero Manuel actuó como si no hubiera pasado nada. Se hizo el simpático hablándole de la reunión del desayuno y después recogieron sus cosas para ir al aeropuerto. No podía creer que luego de lo de la noche anterior el hombre ni se inmutara, como si hubiese sido lo más normal del mundo. Cada día la sorprendía más, pero para peor.

-Deberíamos hacer más viajes juntos, lo he pasado muy bien- dijo Manuel sentándose a su lado en el avión mientras abría el periódico para leerlo durante el viaje.

Alondra no pudo hacer otra cosa más que sonreír falsamente, por suerte volvería a su vida normal y creía que el incidente de la noche anterior no se repetiría. Aunque nada era seguro.

Al llegar a casa lo primero que hizo la morena fue ir a abrazar a su hija, y decirle lo mucho que lo había echado de menos. La pequeña Mia aceptó de buena gana los miles de besos que su madre le daba en la cara. Pasaron un rato agradable juntos antes de que la niña se durmiera, después fue a su cuarto sigilosamente, y para su suerte, Manuel roncaba tranquilamente en la cama. Alondra había imaginado que luego del pesado viaje estaría cansado y nada lo despertaría, así que con una sonrisa tomó su coche para ir a ver a Rai.

LA STRIPPER/ RAILODonde viven las historias. Descúbrelo ahora