Capítulo 8 🥀

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—Me hiciste esperar demasiado, Alena. Sabes que odio que me hagas esperar.

Mi sonrisa no se borró, seguí mirándolo con las comisuras estiradas pero sin mostrar los dientes.

Caesar estaba sentado en la silla de cristal de mi mesa de noche. La había rodado hasta la panorámica, desde ahí, a través de una rayita abierta de las cortinas negras y gruesas, miraba todo lo que estaba ocurriendo abajo.

No dudé que sí estaba molesto, él solo se sentaba así cuando se impacientaba. Cuerpo inclinado, codos apoyados en las rodillas, manos entrelazadas y quijada apoyada sobre ellas.

Su cabello estaba desastroso, algo que no entendía porque hace un momento estaba perfectamente peinado hacia un lado, incluso había podido notar lo suave desde lejos por el gel alisador.

Ahí no. Ahí parecía alguien natural. Salvaje y desordenado. No llevaba su saco ni su corbata, solo los zapatos, la gabardina dorada y la camisa negra manga larga con varios botones sueltos. Era atractivo. Aquel reloj de diamantes y el collar del mismo tipo le daban un aura de poder y peligrosidad. Ese sí era el que me encantaba sin importar nada. Ni la edad ni la circunstancia.

Con él no podía fingir ni quería hacerlo. Jamás. Nunca.

—Lo siento. Es que primero…

—Primero tenías que tratar amorosamente a tu esposo —ironizó.

Abrí la boca, sorprendida. El corazón se me disparó porque eso yo me lo tomé como una sola cosa: celos. No quería adelantarme a los hechos porque Caesar siempre había sido celoso conmigo. No sabía de qué manera y con cuál intención. Pero lo era y muchísimo. Además de controlador.

La segunda cosa por la cual me impresioné, fue que me interrumpió. Él nunca hacía eso, siempre me escuchaba hasta que terminara de hablar para darme el ejemplo a seguir de que yo también debía escucharlo a él hasta que terminara de hablar.

—Feliz cumpleaños, Caesar.

Entré a la habitación y me acerqué a él. Él, al escuchar mis pasos, se levantó y se giró. Estuve a nada de abrazarlo, pero levantó la mano y me lo negó. No tuve una mala impresión, tampoco me molesté ni me quejé. Discutiendo no íbamos a resolver nada, así que tomé la calma para escuchar las razones de su molestia.

—¿Por qué me rechazas? —le pregunté—. ¿Es porque estaba tratando a Aiden de manera cariñosa? Eso fue porque tenía que actuar delante de las personas.

—Ibas a entrar a investigar el lavado de dinero, las invasiones de impuestos, la mercancía de droga, las estafas empresariales y las empresas fantasmas. No recuerdo haberte ordenado que te hicieras pasar por la esposa de Aiden Lamborghini.

—Me dijiste que hiciera todo lo que pudiera menos vender mi cuerpo. De esta manera puedo hacer que confíen en mí.

Él apretó sus puños y también sus labios, torciéndolos. Y frunció mucho el ceño. No estaba contento con la situación. Y para mí no era malo, todo lo contrario. Me regalaba migajas de esperanzas.

Como Caesar sabía que mis palabras eran solo la verdad, miró hacia un lado y no fue capaz de mirarme a los ojos. Y volví a sorprenderme. Por primera vez apartó la mirada de primero.

No lo creía. No era cierto.

—Ni siquiera llevas dos semanas en la Mansión Lamborghini y ya estás haciéndolo todo mal.

—Tú no estás diciendo eso —repliqué, frunciendo un poco el ceño y con una punzada horrible de decepción en el pecho.

—Sí lo dije —confirmó, volviendo a girar su rostro hacia mí para mirarme.

Oscura Venganza [Enemiestolovers]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora