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Alena.
Él lo sabía, no tenía duda alguna. La mirada de Castiel había cambiado, y solo necesité una mínima rareza en su rostro para poder saber que ya Lizsander le había contado.
Yo no era una estúpida, tenía ahora que cargar con los dos. Pero si podía con Caesar y con Morvan, también iba a poder con Lizsander y con Castiel. Incluso con todos los malditos Lamborghini.
Ahora más que nunca debía ser extremadamente cuidadosa con todo lo que fuera a hacer. Debía suponer que yo no era la primera infiltrada en esa casa, y si los Lamborghini no habían caído aún, entonces eso quería decir que ningún anterior infiltrado pudo hacer algo. Ni siquiera me quería preguntar si aún quedaba vivo alguno de ellos.
—Alena —pronunció el señor Francesco, agitando su mano frente a mí.
Estábamos cenando, y por obviedad, yo no dejaba de pensar en lo que había hecho con Castiel en el auto de Lara. Era una perra, tenía que haberlo detenido desde la primera vez porque sabía que eso se iba a repetir.
No podía evitar tener el peso encima de la mala conciencia, y no había peor enemigo que ese. Era una gran cínica a la que no salvaba ni el viento de la rosa de Guadalupe. Mi padre jamás me había enseñado algo como eso. En resumen, estaba perdiendo mi valor y respeto como mujer. Y debía recuperarlo cuanto antes.
Sabía perfectamente que estaba ahí para hacer lo que sea y complacer a mi padre. No podía fallar en nada.
—Dígame, señor.
—Vi a través de las cámaras que te encerraste en el auto de Lara con Castiel. ¿Qué estaban haciendo?
Oh, no, eso no podía estar pasando. Me daba completamente igual lo que Lara pudiera pensar, decir o hacer, como también los demás, pero no veía conveniente tener un problema absurdo como ese. Lo menos que quería era llamar la atención de Lara y que se interpusiera en mi camino y en mis planes. Aunque la verdad, podía apartarla fácilmente dándole un golpeteo con el dedo al peón que ella era.
El peón era el menos poderoso en el tablero. Lara era eso. Una presa fácil de quitar. Pero igual, no quería distracciones y hacer algo distinto a lo que fui enviada a ese lugar.
Antes de responderle al señor Francesco, Aisha se levantó de su asiento y se acercó a mí, levantó la mano y me ofreció el mejor bofetón que tenía. Fue fuerte, pero mi cara se mantuvo firme, alta e intacta. Tenía las manos débiles. Porque eso era ella: débil. Si ese había sido su mejor golpe, esperaba que me dejara decirle que solo me causó cosquillas y miserablemente un ardor super soportable.
Cuando Aisha me propinó el bofetón, suspiró e inmediatamente su respiración se aceleró mucho. Y siguió el segundo, pero en mi mejilla inquierda, y no fue por ella sino por Lara, a quien tenía sentada a mi lado. Él suyo si fue bastante fuerte porque lo hizo con la mano cerrada, es decir, fue un golpe a puño.
Eso no era bueno. No era apropiado que dos mujeres me golpearan porque lógicamente yo iba a defenderme, y yo no tenía límites, atacaba hasta noquear o matar. O también podía hacerlo con navajas. Y tenía frente a mí muchos útiles que me encantaban. Tenedores, cuchillos, una botella, y sumando la navaja que siempre llevaba en mi bolsillo.
Mi corazón dijo: perdona.
Mi cerebro dijo: no perdones.
—Lárgate —me ordenó Lara, quién después de su golpe, me virtió encima mi plato de comida, es decir, me ensució la camisa y el pantalón blanco con salsa de carne, con carne y con ensalada.
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Oscura Venganza [Enemiestolovers]©
FantasyEllos cinco significan siete palabras: astucia, maldad, inteligencia, perversión, lujuria, egocentrismo y narcisismo. Alena Lambardini es una chica antipática que entra a trabajar en la Mansión Lamborghini sin saber que se había metido en la boca de...