Capítulo 7 🥀

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Era el cumpleaños de mi padre. No sabía si estar feliz o no.

No le había podido comprar algo para regalárselo, al menos no algo de corazón, porque el señor Francesco se molestó en comprar enormes regalos para que todos se los obsequiaran. Yo, por mi parte, ya que no podía comunicarme con él, le había escrito una carta, la cual pensaba dejársela con cualquiera que me consiguiera al pedir un baño en la Mansión Lambardini.

La noche anterior no había podido encontrarme con Alastair porque su esposa estaba fuera de control solo porque Castiel tenía una fiebre ahí sin importancia. Era tan exagerada que incluso llamó a cinco doctores distintos. Uno de ellos se encargó de coserle los tres puntos en el cuello.

Le había mentido. La hoja de esa navaja tenía una largura de dos centímetros. Nada salió mal, solo el hecho de que me murmuró cerca del oído que iba a vengarse de mí y de peor manera.

Lo esperaba. Me gustaba jugar con él. Nuestros juegos eran los más divertidos que existían.

—Te ves horrible, ¿Sabías eso? —me preguntó Lara, quien estaba parada frente a la puerta de mi habitación cuando la abrí.

No me afectaba, el burro estaba hablando de orejas, el caballo de dientes y el búho de ojos. La ignoré y salí hacia la sala, resonando mis pasos a tacones por todos los pasillos.

Lara llevaba un vestido de lentejuelas color negro. Ese era corto, demasiado corto para ir a un lugar decente. En mi casa yo no quería una culaquiera así, pero ya no podía hacer nada.

Pero seguía. El vestido de Lara se sostenía detrás de su cuello por dos cuerdas diminutas. Le cubría el torso en la parte de adelante y le dejaba la parte de atrás al descubierto; por donde se entrelazaban otras cuerdas atadas. Ese era holgado en las tetas pero ajustado desde sus costillas hacia abajo. Le llegaba a medios muslos y era un poco abierto a cada costado.

Finalmente, su cabellera castaña suelta y ondulada. Perfume. Maquillaje muy pronunciado pero perfecto. Un bolsito pequeño color negro. Y ah, sí, sí, unos tacones más altos que la estatua de la libertad.

Se veía patética. Lo que era ella.

Por mi parte, yo sí me había esmerado muchísimo en verme bien para mi padre. Nunca me había arreglado tanto para alguien, a decir verdad. Cuando lo hice lo primera vez fue para presentarme con los Lamborghini. Esos habían sido los primeros tacones que usaba, pero sabía usarlos bien porque mi madre me lo había enseñado.

En esa situación iba más decente y seria. Por supuesto, llevaba mi largo cabello rubio bien peinado y suelto; era liso hasta la mitad de mi espalda y ondulado hasta mi cadera.

También llevaba tacones altos, no lo negaba, pero no era exageradamente altos. Eran de color plateado y tenían muchos brillantes, y no sé ataban, solo se enrollanban hasta cierta altura de las piernas.

Como toda la ropa que usaba, me vestí en un vestido blanco. Ese era de tirantes, unos tirantes muy mínimos. Largo hasta casi mis talones y abierto a los costados, mostrando un poco mis piernas y los laterales de los muslos de mi trasero.

Mis guantes blancos no podían faltar. Nuevos, claro. Perfume. Maquillaje sencillo. Y un pequeño bolso blanco donde llevaba mis pertenencias y algo extra.

Antes de llegar a la sala para ser vista por todos y ganarme la atención, Lara me tomó por el brazo y me obligó a enfrentarla.

—Quiero decirte algo antes de irnos.

—Te escucho, Lara.

—Noté como te quedabas mirando a Castiel ayer mientras los doctores lo atendían. Voy a agradecer que no sea lo que estoy pensando.

Oscura Venganza [Enemiestolovers]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora