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Esa mañana fue la mañana más extraña de todas. Pero me daba igual.
Arens Buerbaum, sí, el mismísimo Arens en persona se presentó en la mansión Lambardini. Ese hombre era extremadamente admirado por muchísima gente, porque era uno de los empresarios más reconocidos de todo Abu Dhabi. Y por supuesto, el mejor mafioso conocido entre las seis mafias más grandes del país, porque nadie sabía que era mafioso que no fueran las mismas personas entre mafias.
Me fascinó la entrada que hizo, pero solo eso. El auto de Arens era un Ferrari, mientras que los de sus veinte escoltas eran marca Audi. Después de que todos sus escoltas se bajaran de manera sincronizada y entrenada, vestidos de trajes verde oscuro y armados, lo hizo Arens, el único que llevaba ropa negra. Era igual de gringo que mi padre, rubio de ojos claros, cuerpo formado y accesorios más costosos que su casa.
Ninguno de los escoltas de mi padre se interpusieron en su camino. Arens, siendo seguido por sus escoltas, recorrió todo el elegante camino de cristal con agua y luces blancas en el interior para llegar hasta la entrada.
Por supuesto, los escoltas de mi padre parecían tensos y totalmente alertas, podía notarlo desde el segundo piso a través de la panorámica de mi habitación. Esos sí que no eran como los escoltas de Francesco. Ellos estaban entrenados en su totalidad. Eran incluso mucho mejor que yo en cuanto a la defensa, la puntería y el ataque.
No me molesté en bajar, la verdad era que mayormente estaba encerrada en mi habitación porque no quería tener encuentros con mi padre en donde estuviéramos solos. No estaba dispuesta a enfrentarlo y tener una conversación sin sentido.
Caesar no era para mí, nunca lo sería, y no porque él no quisiera, sino porque yo no quería.
Cuando estuve a punto de tirarme en mi cama para comer kiwi, tomar chocolate y mirar la televisión, la puerta de mi habitación se abrió sin ninguna censura.
Era Phoenix, una sirvienta que llevaba años trabajando para mi padre. La veía como una tercera madre, siempre se encargaba de satisfacernos a Morvan y a mí, pero ella pasaba mayormente el tiempo del otro lado de la casa y casi no la veía.
Morvan y yo la llamábamos Peni desde que éramos pequeños. Era una mujer rubia de ojos café y tenía cincuenta y siete años, un poco obesa pero no le entraba más dulzura y cariño en el rostro o en las palabras.
Ella, a pesar de ser una sirvienta, tenía bastante libertades en la mansión. Era como la dueña, tenía permitido pisar en todos lados, porque mi padre no tenía nada malo que ocultar y porque ella no era mañosa, ni ladrona, y ni chismosa.
—Alena —pronunció, llevando algunos de mis trajes y vestidos en perchas para tenderlos en mi armario de cristal.
—Peni.
—¿Qué haces así vestida?
—No quería bajar porque mi padre no me dijo en ningún momento que fuera a recibir a Arens —respondí mordiendo un kiwi y mirándola desde mi lugar.
—Pero quiere que Morvan y tú bajen, ya le dije a él y ahora vengo a decírtelo a ti. Rápido. Vamos.
Estaba a punto de darle un segundo mordisco a mi kiwi, pero lo dejé en el aire y mantuve la boca abierta, mirando a Peni como si estuviese jodiéndome.
Claro que estaba jodiéndome, tenía el cabello recogido en un moño horrible y sin ninguna hebra suelta porque me había aplicado una mascarilla. Era obvio que ni siquiera había tomado una ducha como para querer bajar. Iba a tardar una eternidad en arreglarme para ver a Arens. Claro, ese hombre no me importaba, pero joder, a mí me gustaba impresionarme a mí misma y era lógico que me vistiera muy bien.
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Oscura Venganza [Enemiestolovers]©
FantasyEllos cinco significan siete palabras: astucia, maldad, inteligencia, perversión, lujuria, egocentrismo y narcisismo. Alena Lambardini es una chica antipática que entra a trabajar en la Mansión Lamborghini sin saber que se había metido en la boca de...