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Su conversación se había suavizado después de haber hablado sobre sus diferencias. Sin embargo, reinaba una seriedad que Lali no sabía evitar.

—¿No te gustaría venir esta noche a cenar?

Peter la miró y se dio cuenta de que había estado ofreciéndole ramas de olivo durante todo el día. Quería arreglar las cosas y tal vez deseaba terminar lo que habían empezado cuando eran adolescentes. La oferta era tentadora, pero no podía aceptarla. Tal vez pudiera perdonarla algún día, pero no estaba dispuesto a que lo lastimaran de nuevo.

—Tenemos cosas que discutir si queremos averiguar lo que le pasó a Erika —insistió ella—. Necesitamos planear nuestros movimientos. La cena puede ser una buena ocasión.

—Lo dejaremos para otro día, Lali. Ya hemos decidido que iremos a hablar con Jimena. Hazme saber cuándo le parece, ¿de acuerdo?

Cuando entró en su casa, Lali se derrumbó en el sofá y se cubrió el rostro con las manos. Estaba segura de que algo verdadero y muy fuerte había sobrevivido a los años de separación. Lali se quedó en el sillón hasta que el hambre la obligó a ir a la cocina.

El teléfono sonó y Lali dejó caer a la olla el paquete de carne y verdura congelada que tenía en las manos. Decidió no mencionarle a Peter la cena congelada con la esperanza de que todavía pudieran verse.

—¿Peter? —preguntó al contestar.

Hubo un momento de silencio durante el cual Lali pudo escuchar la respiración de alguien. Después colgaron y el pitido telefónico fue lo único que oyó. Era la tercera vez que le sucedía en unos pocos días. Lali colgó el teléfono y se resignó a comer sola.

Con el plato de comida en las manos se sentó frente al televisor para reflexionar sobre los acontecimientos del día. Peter le había preguntado por qué estaba tan decidida a limpiar su nombre y había llegado el momento de hacer examen de conciencia. El problema era que estaba tan confundida que no sabía la respuesta. Veía a Peter como un chico de veinte años y, al mismo tiempo, como un hombre maduro que despertaba en ella sentimientos que creía muertos hacía años. Era cierto que quería enmendar sus errores y arreglar los problemas, pero había mucho más. Verlo otra vez había sido como meter el dedo en la llaga. Le había abierto el corazón y recargado los antiguos sentimientos. ¿Podía enamorarse otra vez de él?

La sorprendió el sonido del timbre. Se levantó preguntándose si aquella persona que ocupaba gran parte de sus pensamientos estaría al otro lado. Medio esperando que se tratara de él y medio rezando para que no lo fuera, abrió la puerta.

—Hola, Lali. Espero que no te moleste que pase a verte —dijo Daniel, subiéndose los lentes—. ¿No es molestia?

—No te preocupes —suspiró ella—. Pasa, pasa.

Le señaló el sofá para que se acomodara. Daniel se sentó de tal modo que las rodillas estaban al mismo nivel que su pecho. Daniel se había cambiado de ropa, pero su camisa azul de manga corta y su pantalón negro lo hacían parecer como si siguiera en su horario de trabajo. Se subió los lentes de nuevo y la miró fijamente. Lali estaba acostumbrada a sus averiguaciones, pero nunca había soportado muy bien la adoración que Daniel sentía por ella.

—¿Qué pasa, Daniel? ¿Tu visita es por algún motivo en especial? —preguntó ella en tono amistoso.

Ella se había vuelto a sentar sobre la manta extendida en el suelo para cenar.

—Estaba preocupado por ti. Pasé por la tienda esta tarde, pero no estabas.

Lali se preguntó si Patricio le habría contado sobre su viaje. Lo último que le faltaba era que Daniel se dedicara a meterse en sus asuntos intentando ser algo más que un amigo.

Culpable Where stories live. Discover now