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Cuando salieron del restaurante, hacía un calor insoportable. Lali deseó que hubiera más viento para llevarse el ánimo severo que se había apoderado de Peter.

—No puede decirse que te hayamos ofrecido una bienvenida calurosa, ¿no, Peter? Estoy segura de que desearías no haber regresado.

—Siempre supe que terminaría regresando—. Lali supo a qué se refería. Sabía que volvería porque ella estaba allí. Se detuvieron bajo la luz de un farol. Los atractivos rasgos del muchacho que se había ido se habían hecho más masculinos, los ojos habían perdido parte de su inocencia. Sin embargo, seguía siendo el hombre que ella conocía, el hombre que amaba.

Ella tenía un aspecto tan hermoso a la luz del farol que Peter se preguntó por qué se empeñaba en resistirse a la atracción que lo empujaba a abrazarla. Tenía que admitir que él era como las polillas que revoloteaban en torno a la luz que caía sobre ellos. No podía resistirse aunque acabara quemándose.

Lali se puso en puntitas de pie al mismo tiempo que él inclinaba la cabeza y sus labios se unieron. Peter le había hecho el amor a muchas mujeres, pero ninguna había conseguido encender la pasión que Lali desataba con un solo roce de labios. Quería encontrar algún lugar para poder hacer el amor al aire libre. Quería olvidar el pasado para concentrarse en el futuro.

Lali lo abrazó y deseó no haberlo perdido nunca. La lengua de Peter penetró en su boca iniciando un duelo sensual que la elevó por encima de Arcadia y sus mortíferos secretos. La apretó contra su cuerpo y ella pudo sentir la evidencia de su deseo apretándose contra su vientre. Tras unos minutos. Peter la apartó temblando.

—Ya que estamos en un lugar público no me parece apropiado que sigamos así.

Lali se sonrojó porque había sido él quien había puesto los pies en la tierra. A ella ni siquiera se le había ocurrido que pudieran encontrarse con alguien. La tomó de la mano y continuaron su paseo. La noche era muy oscura, pero Lali se sentía a salvo e incluso un tanto optimista. Había una ventana abierta a la esperanza de revivir su relación.

—Peter, ¿por qué no me hablas de tu padre?

Sintió que la mano de Peter se tensaba. Al instante, supo que había hecho la pregunta equivocada. El frágil vínculo se quebró y Peter le soltó la mano.

—¿Hay algo que Joaquín no te haya dicho ya? No vayas a negar que Joaquín está detrás de esa pregunta porque ya habló conmigo.

—No pensaba negarlo. Joaquín me habló sobre tu padre, pero quería saber la verdad de ti.

—¿Qué te ha contado?

Lali sintió impotencia. Parecía que cada vez que daban un paso hacia delante en su relación ocurría algo que los empujaba hacia atrás.

—Que se llamaba Pablo Lanzani y que murió el año pasado.

Peter se sentó en uno de los bancos que decoraban la calle principal y Lali lo imitó. Su herencia genética nunca le había parecido tan pronunciada. El pelo era más oscuro a la noche y su nariz destacaba contra el alumbrado.

—¿Te ha dicho que murió en un psiquiátrico? Es verdad. El pobre estaba loco. Y ahora veamos si puedo imaginarme cómo funciona la mente de Joaquín. Estoy seguro de que cree haber hallado mi motivación para secuestrar niñas. Estoy loco, igual que mi padre.

Lali esperó en silencio a que Peter continuara. Cuando habló, pareció que algo se había roto en su interior. Un torrente de palabras tristes en un tono suave.

—Pablo Lanzani nunca fue un buen hombre, lo que es difícil de decir de tu propio padre. Pero yo no lo consideraba mi padre. Ni siquiera lo vi hasta hace unos años en ese psiquiátrico. Fui a su habitación con las rodillas temblando, pero no era alguien que pudiera ponerme nervioso. Estaba sentado en la cama, vestido con un camisón verde y miraba fijamente hacia delante. Podría haber jurado que no había nadie en el cuarto.

Culpable Where stories live. Discover now