Lali se despertó a la mañana siguiente con un fuerte dolor de cabeza y los ojos hinchados y enrojecidos por el llanto. Lo primero que vio fue la pared rosa. Sorprendida, se incorporó y entonces recordó. Estaba en la habitación de su sobrina.
El reloj marcaba las nueve, pero no podía haber dormido más de dos horas. Le extrañaba no haber tenido pesadillas, pero pensó que con lo sucedido la última noche tenía bastante para una buena temporada.
Le hubiera gustado creer que nada había pasado, pero sabía que Daniel estaba muerto. Daniel que había compartido su infancia y la había amado más allá de la cordura.
Cuando Ana y Tomás habían llegado, Lali y Luz lloraban. Estaba segura de que de no ser por eso, Joaquín los habría regañado por entrar en la casa. Pero ni siquiera Joaquín tenía tan poco tacto. Lali se había refugiado en los brazos de su hermana que por una vez había permanecido en silencio.
Lali se había perdido el único acontecimiento feliz de toda la noche, la reunión de Luz con sus padres. El resto era una niebla de tristeza. Recordaba las luces de una ambulancia, los brazos de Peter sobre sus hombros y su declaración en la comisaría. Se sentía sola y miserable.
La puerta se abrió para dejar paso a la cabeza de Ana que espiaba su sueño. Incluso el aspecto de su hermana acusaba los efectos de la noche. El maquillaje no lograba disimular las ojeras ni la preocupación de su mirada.
—Lali, ¿cómo te sientes?
Lali intentó sonreír, pero no pudo.
—Me siento triste, traicionada, estúpida. ¿Por qué no me di cuenta? ¿Por qué no supe que Daniel estaba detrás de todo?
—Chiquita, no te culpes. No podías saberlo. Además, eras la única que seguía la pista correcta. ¿No sabes que Daniel fue a ver a Joaquín para decirle que Peter solía ir al lugar donde aparecieron los restos de Erika? Incluso le dijo que lo había visto con Luz la noche en que desapareció. Estábamos tan empeñados en culpar a Peter que no nos dimos cuenta.
Lali ahogó un sollozo decidida a no llorar. Ya había llorado bastante, ahora debía curarse.
—Nunca entendí por qué todo el mundo quería usar a Peter como chivo expiatorio.
—Yo tampoco, La. Supongo que es más fácil sentirse a salvo si puedes señalar a tu enemigo. ¿Quién iba a imaginárselo?
—Yo tendría que haberlo sabido.
—Olvídate ya, Lali. Si no hubieras empezado a removerlo todo, tal vez Luz nunca hubiera aparecido. Y tal vez Peter habría ido a la cárcel.
—Y tal vez no tendrías que admitir que te equivocabas respecto a él.
—Está bien. Me equivoqué. Es el hombre que te conviene.
Lali sonrió entonces. Una sonrisa débil como un rayo de sol en invierno. Abrazó a su hermana con fuerza. Cuando se separaron, las dos tenían lágrimas en los ojos. Ana le apretó la mano cariñosamente.
—Si me necesitas, estaré abajo.
Peter se inclinó sobre la ventana del auto. Tomás estaba al volante. Se miraron con afecto.
—Nunca será suficiente para agradecerte el que hayas venido. ¿Estás seguro de que no quieres quedarte un par de días?
—¿Para qué? Te libré de una buena, ¿no? ¿Qué más quieres que haga?
Peter se rió, aunque no estaba de humor para risas. La noche anterior había sido el cierre de una serie de horrores que tardaría mucho tiempo en olvidar. Ahora era libre para dejar Arcadia y a Lali.
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Culpable
RandomAunque en el pasado te perdiste en mi amor me creíste culpable Y ahora en el presente ¿aún crees que fui yo?