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Capítulo once

Peter se levantó y se desperezó. Se sentía satisfecho porque había empezado a hacer progresos con su nueva novela. Fue a la refrigeradora para tomarse una bien merecida cerveza. Había decidido que la ficción era preferible a los hechos de su vida real. Pensó en la posibilidad de emborracharse. Había hecho cosas extrañas desde que había llegado a Arcadia, pero emborracharse adrede era demasiado.

Salió al jardín y se dejó caer en la mecedora. El sol estaba muy bajo en el horizonte por lo que su luz era soportable. Pero era una ilusión, como Lali. Si se aproximaba demasiado, se quemaría.

Se había jurado a sí mismo no dejar que sucediera, pero había sucedido. Estaba resentido consigo mismo y con Lali. La atracción no era un antídoto lo bastante fuerte como para curar la traición. Sin embargo, tenía que reconocer que la había tratado de una forma despiadada. Su justificación se basaba en que era el único medio de que disponía para mantenerla a distancia. Ni siquiera se atrevía a desafiar a su familia e invitarlo a cenar. Su reconocimiento de que había estado con él la noche en que Erika había desaparecido no lo tranquilizaba. Nadie le creía y sólo había servido para que todos sospecharan aún más de él.

Si no hubiera sido por las amenazas de Joaquín habría agarrado sus cosas para irse al día siguiente. Quería resolver el misterio, pero no estaba más a salvo en Arcadia que las niñas desaparecidas. La diferencia era que no corría peligro su vida, sino su corazón. La paradoja era que todavía deseaba tener a Lali entre sus brazos.

Levantó la mirada y, como invocada por su pensamiento, allí estaba Lali. Vestía un amplio vestido azul que la hacía parecer como recién salida de un sueño.

—Hola, ¿sigues enojado conmigo? —preguntó ella con una sonrisa nerviosa.

El atardecer bañaba a Peter en una luz dorada. Lali no recordaba haber visto otro hombre tan guapo en short y polo. Su mirada recorrió todo su cuerpo y terminó sonrojándose al darse cuenta de que debía estar observándola.

—¿De dónde saliste? —dijo él, ignorando deliberadamente su pregunta.

—Toqué la puerta y como no me contestaste pensé que podías estar aquí detrás. ¿Y?

—Y... ¿qué?

—¿Sigues molesto conmigo?

—Eso depende de si has traído algo para comer.

—¡La cena! ¡Sabía que algo me estaba olvidando!

Peter sonrió. Una sonrisa que animó a Lali. Ella lo había herido, pero no podía prescindir de ella como Lali tampoco podía vivir sin él.

—De repente puedas compensar tu falta y ayudarme a improvisar algo.

—¿Estás invitándome a comer? —preguntó ella con un aleteo de pestañas conscientemente provocativo.

—La verdad es que te estoy invitando a que prepares la cena. Bueno, eso si todavía no comiste. Se me ha pasado el tiempo volando. Estuve trabajando todo el día y necesito distraerme. Vamos a la cocina.

—¿Estás escribiendo un libro nuevo? Es genial, Peter. ¿Avanzaste mucho? ¿De qué trata? ¿Dónde se desarrolla?

—¡Hey! ¡Hey! Un artista no revela sus secretos el mismo día de escribirlos.

Peter abrió un closet y sacó una caja con etiqueta mexicana.

—Vamos a comer tacos, ¿te parece bien? Buenísimo. Yo haré la carne y tú te encargas de la lechuga, el tomate y el queso.

Culpable Where stories live. Discover now