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Capítulo catorce

Tomás miró duramente a su amigo. Era un hombre alto, rubio y atractivo. Parecía un deportista, pero era inteligente y perspicaz. Peter sabía que estaba muy ocupado en su estudio pero había ido a Arcadia en cuanto se había enterado.

Los dos amigos estaban sentados en el comedor de la casa de Claudia tomando una cerveza que no conseguía relajarlos.

—Será mejor que me cuentes cómo te metiste en este lío —dijo Tomás con una voz sorprendentemente suave—. Y te aseguro que es un lío de los gordos.

—Dímelo a mí. Pero antes quiero darte las gracias. No soportaba la idea de pasar una noche en la cárcel. Y, ahora que lo pienso, no me contaste cómo lograste persuadir a Joaquín de que me soltara.

Tomás hizo un gesto con la mano como si quisiera decir que era lo menos que podía hacer.

—No ha sido persuasión exactamente. Yo lo llamaría amenaza. Sus evidencias no podían sostenerse ante un jurado y él lo sabía. Le dije que lo acusaría por arresto ilegal si no encontraba a alguien que pudiera fijar una fianza muy rápidamente. Una hora después estabas libre.

—¿Pero no limpio? —preguntó sabiendo que Tomás se guardaba algo.

—Puede que tenga algo más que una simple huella. El hombre dice que tiene un testigo visual.

—¡Imposible! ¿Cómo puede tener un testigo de un crimen que no he cometido?

—No es un testigo del crimen. Se trata de alguien que jurará haberte visto con la niña antes de que desapareciera.

—Un momento. ¿Hablas de Erika Calderón o de Luz Fonsi?

Peter había admitido que había estado ayudando a Erika con su bicicleta, pero ni siquiera conocía a la otra niña.

—De Luz Fonsi. ¿Hay más de una?

Peter asintió. Aquello aclaraba todas sus dudas. Alguien estaba decidido a culparlo. Meditó un instante sobre cómo contarle a su amigo los hechos que habían envuelto su pasado y se decidió por una versión abreviada.

—Erika fue asesinada hace años cuando todos pensábamos que la habían secuestrado. Me culparon a mí, pero sin pruebas. Al final, me fui de la ciudad. Encontraron su cuerpo hace unos días.

—El lodo se hace más profundo —dijo Tomás—. Supongo que tampoco tendrás una coartada para ese crimen.

—La verdad es que sí.

No quería revelar su pasado, pero no era el momento de estar con rodeos y secretos. Si Tomás tenía que armar una defensa eficiente, necesitaba todos los datos.

—Su nombre es Lali Espósito. Estaba con ella la noche en que secuestraron a la primera de las niñas.

—¡Ah! —exclamó el abogado que había sacado ya sus propias conclusiones—. Supongo que ella será la protagonista central de este misterio.

—Es una manera de decirlo. Hemos estado investigando para tratar de averiguar lo que sucedió hace doce años.

Tomás terminó su cerveza y se levantó. Peter parpadeó para asegurarse de que no alucinaba. Un segundo antes, Tomás parecía necesitar un buen descanso. El Tomás que tenía delante se había revitalizado.

—Bien, ¿qué estamos esperamos?

—¿A qué te refieres? —preguntó Peter, desconfiado del repentino cambio de humor de su amigo.

Culpable Where stories live. Discover now