Lali canturreaba mientras se acercaba a la casa de Peter. Había pintado hasta quedarse sin luz de día y con el cuello y los hombros doloridos por la falta de costumbre. Estaba tan contenta que iba riéndose. No había terminado el lienzo, pero lo que había hecho demostraba que no había perdido el talento. Momentos después, tuvo que reprimir un sentimiento de desilusión. Su madre le había enseñado que lo educado era llamar por teléfono antes de ir a visitar a alguien. Tocó por segunda vez, pero tampoco obtuvo respuesta.
A unas cuantas cuadras de su casa, Peter aceleró el paso. Tenía que correr para disminuir la ira que la visita de Joaquín le había provocado. Todavía podía oír sus palabras amenazadoras.
—Será mejor que confieses, Peter. Las pruebas se acumulan con más rapidez de lo que puedo recabarlas. ¿Cómo es que nunca me dijiste que solías visitar el lugar donde fue encontrado el cuerpo de Erika?
Era evidente por qué no se lo había dicho. Lo que ya no era tan evidente era quién lo había hecho por él. La única respuesta posible apuntaba a Lali. Peter se regañó a sí mismo por no haberlo esperado. Casi había empezado a pensar en un futuro a su lado. Peter se rió aunque le dolían los pulmones y aceleró aún más.
Lali se dio la vuelta y se alejó de la puerta de Peter sin molestarse en disimular su desilusión. Entonces lo vio. Corría a grandes pasos, acortando la distancia que los separaba. Pero él parecía estar más pendiente de sus pasos que de ella. A pocas casas de distancia disminuyó el paso a una caminata rápida.
—Hola —saludó ella—. No estabas en casa y ya empezaba a pensar que debería haber llamado antes.
—Sí, deberías —contestó él, jadeando.
Quería interrogar a Lali, pero deseaba ser él el que eligiera el momento y el lugar. En aquel momento, cansado y jadeante, estaba en desventaja. Y Lali parecía salida de una revista.
—He pensado que tal vez podría convencerte para que prepararas algo de comer —dijo ella, atribuyendo la tensión de su rostro al esfuerzo—. Aunque también puedo prepararla yo.
—No tengo hambre.
—Pronto tendrás —rió ella.
Intentó no mirar el sudor que le corría por el pecho desnudo. Tenía el vello negro, pero había empezado a combinarse con gris. Aquello la entristecía porque le hacía recordar todo el tiempo que habían perdido.
Un ladrido la sobresaltó. Se volteó para ver un perro grande y negro que los amenazaba enseñando los dientes.
—¿De dónde salió?
Peter se encogió de hombros. Aquella era una oportunidad tan buena como cualquier otra.
—No sé de quién es, pero se divierte atormentándome cuando corro. Por lo general, me persigue un par de cuadras. Hoy no me ha visto pasar. Entremos.
—Tengo noticias geniales —dijo ella sin quitar la mirada del perro—. Pero pueden esperar a que te hayas bañado.
—¿Por qué esperar? Me vendrían bien unas cuantas buenas noticias.
El tono de Peter hizo que Lali lo mirara detenidamente. Sin embargo, sólo vio un hombre que trataba de recuperar el aliento después de una agotadora carrera.
—Comencé a pintar —dijo ella sin poder contenerse.
—Me alegro —dijo él sin ninguna emoción.
Lali se dio cuenta de que pasaba algo extraño. Cansado o no, aquella no era la manera en que un amante reaccionaba al día siguiente de haber hecho el amor.
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Culpable
RandomAunque en el pasado te perdiste en mi amor me creíste culpable Y ahora en el presente ¿aún crees que fui yo?