Capitulo 9

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El aeropuerto estaba lleno de gente, pero Lali solo tenía ojos para Bautista, que sostenía su pequeño equipaje con una mezcla de emoción y nerviosismo. Su hijo estaba a punto de embarcar en un vuelo que lo llevaría a España para ver a su papá, un viaje que había deseado desde hacía tiempo.

-¿Estás seguro de que no queres esperar unos meses y viajar con mamá? -le preguntó Lali, intentando no mostrar la preocupación en su voz.

Bautista asintió con determinación, sus ojos brillando con emoción. -Sí, mami. Papá dijo que íbamos a hacer un montón de cosas divertidas. Y además, soy grande, ya tengo seis años.

Lali sonrió, acariciando la mejilla de su hijo. -Eso es cierto. Ya sos un niño grande.

Se agachó para estar a su altura y lo abrazó fuerte, intentando grabar en su memoria ese momento. Sabía que el tiempo volaba, y cada vez su pequeño parecía menos pequeño.

-Acordate que tenés el teléfono que te di para poder escribirme cuando quieras, ¿sí? -le dijo con un tono que mezclaba preocupación y cariño.

Bautista, ya un poco cansado de la insistencia de su madre, rodó los ojos y respondió, cruzando los brazos sobre el pecho.

-Sí, mamá, me lo dijiste como mil veces. Ya soy grande, voy a estar bien.

Lali forzó una sonrisa, tratando de mostrarse relajada, aunque por dentro la preocupación seguía latente.

-Es que soy tu mamá, y todavía sos mi bebe -le respondió, dándole un beso en la frente.

Bautista la miró con una mezcla de ternura y paciencia, y después le dio un fuerte abrazo, como queriendo transmitirle la seguridad que necesitaba.

-Te voy a extrañar, Bauti -dijo, sin poder evitar que se le quebrara la voz.

-Yo también, mami -respondió Bautista, devolviendo el abrazo con la misma fuerza.

Cuando el momento de la despedida llegó, Lali vio cómo su hijo se alejaba hacia la puerta de embarque, volviendo a mirarla una última vez para levantar la mano en un gesto de despedida. Lali se quedó en su lugar hasta que lo perdió de vista, sintiendo una mezcla de orgullo y tristeza.

A Lali no le gustaba nada la idea de que Bautista viajara solo, aunque no era la primera vez que lo hacía. Cada vez que su pequeño se subía a un avión sin ella, sentía un nudo en el estómago, una mezcla de preocupación y culpa que no podía sacudirse. Pero el trabajo la tenía atada, y esta vez no había forma de que pudiera acompañarlo.

Le había prometido a Bautista, con total seguridad, que después de cumplir los 6 años lo dejaría ir a España para ver a su papá. La promesa fue firme y llena de amor, y después de todo, no podía negarse ahora. Era su regalo de cumpleaños, algo que él había esperado con ansias. Sin embargo, mientras lo veía alejarse hacia la puerta de embarque, su corazón latía más rápido de lo normal.

"Soy la peor madre del mundo", pensó, sabiendo que era una exageración, pero incapaz de evitar la culpa. Sabía que tenía que concentrarse en el trabajo, pero en ese momento, lo único que quería era subirse al avión y no dejar a Bautista viajar solo. La sensación de estar demasiado ocupada para estar siempre presente la carcomía, pero la promesa estaba hecha, y Bautista la había tomado con una seriedad que Lali no podía romper.

"Va a estar bien", se repetía a sí misma mientras caminaba hacia la salida del aeropuerto. Sin embargo, la preocupación se instaló en su pecho y no estaba segura de cómo sacársela de encima.

Lali se subió al auto, cerrando la puerta con un suspiro. Mientras ajustaba su cinturón de seguridad, su teléfono vibró con una serie de notificaciones. Empezó a revisar y responder algunos mensajes del trabajo, su mente todavía en la despedida de Bautista.

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