Capítulo 3

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Bill se sintió como si hubiera sido golpeado por la luz del dios del caos. El beso de Stanford era apasionado, intenso y seductor. A pesar de que Bill era un tipo de dios del caos, conocido por su mal comportamiento y su falta de sentimientos, no podía negar la atracción que sentía hacia Stanford.

— ¡Eh! — gritó Bill, mientras se separaba de Stanford. — ¿Qué crees que estás haciendo?

— Estoy mostrándote mi verdadera naturaleza — respondió Stanford, con una sonrisa enigmática. — Y espero que me aceptes tal como soy.

Bill se sintió sorprendido. Nadie había osado besarle de esa manera antes. Nadie había osado desafiarlo de esa manera.

— Eres un tipo peligroso, Stanford — dijo Bill, mientras se acercaba a él. — Pero hay algo en ti que me atrae.

— ¿Qué es? — preguntó Stanford, con una mirada intensa.

— No lo sé — respondió Bill, mientras se acercaba más a Stanford. — Pero creo que es tu pasión, tu dedicación a tu trabajo.

Stanford sonrió y se acercó a Bill.

— Eso es porque soy un artista — dijo. — Y mi arte es mi pasión.

Bill se sintió atraído por la pasión de Stanford. Se sintió atraído por su dedicación a su trabajo.

— Me encanta Ford — dijo Bill, mientras se acercaba a Stanford. — Pero hay algo en ti que me hace sentir de otra manera.

Stanford se sintió sorprendido. Nadie había esperado que Bill dijera algo así.

— ¿Qué es lo que te hace sentir de otra manera? — preguntó.

— Es tu pasión — respondió Bill. — Tu dedicación a tu trabajo.

Stanford sonrió y se acercó a Bill.

— Me alegra que te guste — dijo. — Porque quiero que seas mío.

Bill se sintió sorprendido. Nadie había osado decirle algo así antes. Nadie había osado desafiarlo de esa manera.

— ¿Qué quieres decir? — preguntó.

— Quiero decir que quiero que seas mi pareja — respondió Stanford. — Mi compañero en todo.

Bill se sintió sorprendido. Nadie había esperado que Stanford dijera algo así.

— ¿Y por qué debería aceptar? — preguntó.

— Porque te amo — respondió Stanford. — Y quiero pasar el resto de mi vida contigo.

Bill se sintió sorprendido. Nadie había osado decirle algo así antes. Nadie había osado desafiarlo de esa manera.

— Está bien — dijo Bill, mientras se acercaba a Stanford. — Accepto.

Stanford sonrió y abrazó a Bill.

— Me alegra que hayas aceptado — dijo. — Ahora somos una pareja.

Y con eso, Bill y Stanford se besaron de nuevo, esta vez con más pasión y dedicación que antes.

Atrapados en el Laberinto de la PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora