Capítulo 4

67 4 2
                                    

Bill y Stanford se estaban acostumbrando a su nueva relación. Ambos eran dominantes, pero Bill, como dios del caos, tenía un poder y una intensidad que Stanford no podía igualar.

Un día, mientras estaban en el laboratorio de Stanford, llegó un joven llamado Alex, un amigo de Stanford desde la universidad.

— ¡Stanford! — gritó Alex, mientras se acercaba a ellos. — ¡Hace siglos que no te veo!

Stanford sonrió y se levantó para abrazar a Alex.

— ¡Alex! — dijo. — ¿Cómo estás?

Bill se levantó de su silla y se acercó a Alex, con una sonrisa maliciosa en su rostro.

— Ah, otro adorador de Stanford — dijo, con desdén. — ¿Y quién eres tú?

Alex se sintió incómodo ante la actitud de Bill.

— Soy Alex — respondió. — Un amigo de Stanford desde la universidad.

Bill se rió y se acercó a Alex.

— Un amigo, ¿eh? — dijo. — ¿Y qué viene a hacer aquí?

Alex se sintió nervioso y miró a Stanford, que lo calmó con una sonrisa.

— Vine a hablar con Stanford sobre algo importante — respondió.

Bill se acercó a Alex y lo miró con desprecio.

— ¿Algo importante? — repitió. — ¿Y qué podría ser tan importante que requiera la atención de Stanford?

Alex se sintió asustado y miró a Stanford, que lo calmó con una sonrisa.

— Es sobre el proyecto — respondió. — Hay alguien que está intentando robar tus ideas.

Bill se enfureció y se acercó a Alex.

— ¿Quién es? — preguntó, con una voz amenazante.

Alex se sintió asustado y miró a Stanford, que lo calmó con una sonrisa.

— No lo sé — respondió. — Pero tengo una pista. Una persona que ha estado preguntando sobre tu trabajo.

Bill se volvió loco y comenzó a destruir el laboratorio.

— ¡Quién sea que sea, lo encontraré y lo destruiré! — gritó.

Stanford se acercó a Bill y lo calmó.

— No, Bill — dijo. — No debemos actuar sin pensar.

Bill se calmó un poco y se acercó a Stanford.

— Tienes razón — dijo. — Pero si alguien está intentando robar tus ideas, lo pagarán.

Y con eso, Bill y Stanford se unieron para descubrir quién era el traidor y lo que querían.

Mientras tanto, Alex se alejó un poco, asustado por la actitud de Bill.

— Lo siento, Stanford — dijo. — No sabía que estabas con alguien así.

Stanford se acercó a Alex y lo calmó.

— No te preocupes, Alex — dijo. — Bill es un poco... intenso, pero es mi pareja y lo amo.

Alex se sintió sorprendido y miró a Stanford.

— ¿Te ama? — repitió. — ¿Estás seguro de que es lo correcto para ti?

Stanford sonrió y se acercó a Alex.

— Sí, estoy seguro — dijo. — Bill es mi destino.

Y con eso, Alex se alejó, asustado por la relación entre Bill y Stanford.

Atrapados en el Laberinto de la PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora