7. Error de Borrachera

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Después del catastrófico día que pasé semanas atrás en el Karaoke-Bar, Kiki nos propuso ir de nuevo a la fiesta de aniversario. Ni muerto iba a ir yo a ese lugar y encontrarme con ese kamikaze que casi me borra de la existencia.

¿Qué necesidad tenía de estar compartiendo el mismo aire que ese guaperas amargado de voz angelical? Ninguna, absolutamente ninguna.

Pero Kiki, cuando quiere, es persistente, y tener que aguantar su cara de corderito durante una semana fue suficiente para agotar mi paciencia. Prefería mil veces ver a ese impresentable y darnos de puñetazos si hacía falta, que ver esos ojitos tan manipuladores.

Cuando llegó el día, quería morirme. No entiendo por qué me dejo convencer de estas cosas. Al menos esta noche no tendríamos que ir en taxi, así que no habría oportunidad de que me atropellara con su coche.

Muy oportunamente le arreglaron el coche a Lana, así que no tendríamos que depender de nadie más para movernos. Podríamos ir a los sitios sin el miedo de que algún descerebrado nos atropellara a altas horas de la noche.

Recogimos a Kiki, a Jurado, y a su nuevo ligue, Antonio, al que conoció en el Karaoke. Nos está sorprendiendo a todos; lleva dos semanas con él, y sigue enchochado perdido. Nos dirigimos hacia mi tortura, aunque esta vez aparcamos cerca del lugar, por lo que cualquier posible atropello estaba fuera de la ecuación.

Mientras ellos se dirigían al sillón rojo de la otra vez, fui a pedir las bebidas. Para mi mala suerte, empecé a caminar hacia atrás sin darme cuenta y me estampé contra algo duro. Solo escuché un golpe. Al girarme, lo vi a él en el suelo. Pero, ¿qué posibilidades había de cruzármelo justo en ese momento? ¿Y por qué siempre tenía que ser de esa manera ? Como podréis imaginar, discutimos fuertemente. Qué ser más insoportable.

Después de unos cuantos gritos, me fui con los demás a los sillones rojos.

Tras un rato de charla y algunos borrachos cantando canciones, cada cual más rancia, salió él a cantar. La verdad es que cada vez que se subía a ese escenario, su presencia cambiaba. Era como si estuviera destinado a estar ahí arriba. Su voz es preciosa; es increíble cómo una persona tan amargada y sin corazón puede cantar tan bonito.

Es que cada vez que cantaba, sonaba mejor.

Te llevaba con su sonido a donde él quisiera, como si contara historias con cada palabra. Nunca había escuchado a alguien con tanto talento. Cuando terminó, como era de esperar, todo el mundo aplaudió hasta el cansancio. Todos menos yo.

No porque no quisiera, ni porque no se lo mereciera, sino porque seguía con una furia por dentro que no podía contener. Fui en su busca para seguir discutiendo, obviamente. Creo que me pasé un poco, pero es que era un ser muy insufrible.

Sin embargo, lo que más me molestó fue que me mandara a tomar un batido de chocolate como si fuera un niñato. Apenas pude contestarle, porque de repente, una morenaza de pelo largo le plantó un besazo que me dejó impactado.

Hui de allí lo más rápido que pude.

Llegué a los sillones rojos y le pregunté a Kiki:

-¿No que tu amigo solo estaba enfocado en la música? Porque la morenaza esa no se parece en nada a un instrumento musical.

-Es su exnovia, Naiara. Una busca pleitos de cuidado. Por lo visto sigue sin superar que le dejara hace dos meses. -respondió Kiki.

-Ya veo, ya... le está metiendo la lengua hasta el esófago.

Todos rieron mientras llamaba al camarero. Iba a saber este quién era el de los batidos de chocolate.

Después de tres copas, ya iba un poco contentillo, pero aún estaba bien. Cantamos un par de canciones, bailamos un poco de reggaetón y hablamos mucho con Antonio. Un chico muy majo, la verdad. Rezábamos para que esta vez a Jurado sí le resultara el amorío, porque el muchacho tenía pinta de ser muy buen chaval.

Mi primer Amor 💘 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora