18. Gran Canaria

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Me quedé paralizado frente a la pantalla de la puerta de embarque, incapaz de procesar lo que veía. No podía creer que mi pasado volviera con tanta fuerza. ¿Cómo iba a fingir durante todo ese tiempo que ya había estado en esa maravillosa isla, y, además, con él?

Escuché una voz a mi alrededor que me sacó de mi estado de shock:

-¿Estás bien? -preguntó Juanjo, mirándome con preocupación.

Sacudí la cabeza, tratando de despejar mis pensamientos, y forcé una sonrisa.

-Sí, sí, solo me sorprendió ver el destino -respondí, aunque mi mente seguía atrapada en los recuerdos.

Juanjo me abrazó por la cintura, acercándome a él.

-Va a ser genial, ya verás -dijo, apretándome más fuerte contra su cuerpo.

Asentí, dejándome envolver por su entusiasmo mientras intentaba dejar atrás el miedo y disfrutar del viaje. Sentí su calidez envolviéndome, y por un momento, el miedo se desvaneció. Con él a mi lado, todo parecía posible.

Llegamos a los asientos del avión y quería morirme, no solo porque ya sabía el destino al que nos dirigíamos, un lugar que amaba y del cuál guardaba un recuerdo maravilloso de aquel verano, sino también porque ahora tenía que ser más cuidadoso que nunca para que él no descubriera la verdad. Pero esta vez, no era solo el destino lo que me preocupaba, sino mi miedo a volar. Le tengo pavor. Incluso antes de saber lo que había pasado con mi padre, ya sentía vértigo, pero después de enterarme de todo a los 12 años, entrar en un avión se convertía en la peor de mis pesadillas.

Juanjo me agarró la mano con fuerza y me dijo:

-Tranquilo, estoy aquí contigo. No dejaré que nada te pase. -Sus palabras fueron reconfortantes, pero mi mente seguía atrapada en el miedo y los recuerdos.

Apreté su mano con fuerza, buscando en su contacto un ancla a la realidad. Traté de enfocarme en él, en sus ojos que me miraban con cariño y preocupación, en su voz que intentaba calmarme.

El avión comenzó a moverse, y sentí cómo mi corazón se aceleraba. Cerré los ojos e imaginé que estábamos en cualquier otro lugar, pero el rugido de los motores me lo hacía imposible.

-Háblame de algo -le pedí, desesperado por distraerme-. Lo que sea, solo háblame.

Juanjo empezó a contarme sobre la primera vez que voló, una historia ridícula sobre cómo se quedó dormido antes del despegue y se despertó al aterrizar pensando que no había despegado aún. Su risa era contagiosa, y poco a poco, sentí cómo mis músculos comenzaban a relajarse.

El avión finalmente despegó, y aunque seguía tenso, la voz de Juanjo a mi lado era lo único que me mantenía en calma.

- Vas bien? - Me pregunto Juanjo.

- Gracias a ti, sí. - le dije dándole un beso en los labios

-Te va a encantar Gran Canaria, ya lo verás. -dijo con entusiasmo-. ¿Nunca has estado allí, verdad?

Sentí un nudo en el estómago y miré hacia mi hermana, que estaba sentada a mi otro lado.

-No, nunca. -mentí, esforzándome por sonar convincente-. Estoy seguro de que será increíble.

Mi hermana me lanzó una mirada de resignación y molestia. No le gustaba la idea de mentir, especialmente sabiendo que esto también la afectaría a ella.

Juanjo no notó la tensión entre nosotros y siguió animado, hablando sobre lo que planeaba hacer en Gran Canaria. A medida que avanzaba el tiempo, mi ansiedad crecía, pero me esforzaba por mantener una fachada tranquila.

Mi primer Amor 💘 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora