Ver esa expresión en su rostro, lleno de lágrimas y desesperación, me dejó sin palabras. No sabía cómo calmarlo, ni siquiera cómo calmarme a mí mismo. Todo había explotado en ese momento, una bomba de mentiras que no tenía idea de cómo desactivar. ¿Qué hacía ahí, en mi casa? Pensaba que iba a recogerlo en el aeropuerto, que tendría tiempo para prepararme, para encontrar las palabras correctas. Pero el destino decidió que se enterara, y de la peor manera posible.
Su mirada era un golpe directo al corazón. Nunca le había visto así, con esa mezcla de odio y de incertidumbre. Me hacía sentir pequeño, insignificante, como si todo lo que había construido se derrumbara en cuestión de segundos. Quería gritar, pedirle que se quedara, que intentara entender, pero ¿cómo le pides a alguien que se quede cuando le has estado mintiendo de la peor manera?
Lo único que podía pensar era en lo mucho que lo amaba, en lo que significaba para mí, y en cómo había destruido todo con mis propias manos. La culpa me estaba consumiendo, pero más allá de eso, el miedo. El miedo de que lo que habíamos tenido no se pudiera reconstruir, de que este fuera el final.
Quería acercarme, abrazarlo, suplicarle que se quedara, pero algo me detenía, como una barrera invisible creada por mis propias mentiras. Y entonces, cuando lo vi dirigirse hacia la puerta, sus últimas palabras resonaron en mi cabeza: no sabía si podría perdonarme. En ese instante, me derrumbé. Caí al suelo como un resorte, sintiendo que todo mi mundo se desmoronaba. El amor de mi vida acababa de salir por esa puerta, el día de nuestro aniversario, y no sabía si volvería a entrar.
¿Cómo pude haber esperado tanto tiempo para contarlo todo? Una estúpida mentira que se hubiera solucionado si se lo hubiera dicho desde el primer momento. En ese momento, deseé desaparecer, que el dolor se esfumara, pero era imposible. No saber si alguna vez querría escucharme, si podría perdonarme... era demasiado difícil de procesar.
Todo había sucedido tan rápido, y ahora solo podía pensar en él. ¿Estaría bien? ¿A dónde habría ido? Quería estar a su lado, pero sabía que ahora era imposible. Me quedé allí, en el suelo, sintiéndome vacío y sin saber cómo seguir adelante. Lo había perdido todo, y lo peor de todo que era por mi culpa.
Al poco rato llegó mi madre con Pedro. El perro, siempre tan entusiasta, corrió hacia mí, dándome lametazos, feliz de verme. Mi madre, con su sonrisa habitual, no captó de inmediato la tensión en el ambiente.
- Hola, amor, ya llegaste. ¿Dónde está Juanjo? - preguntó con un tono despreocupado mientras dejaba las llaves sobre la mesa.
- ¿Por qué le dejaste pasar? - le respondí, mi voz temblaba por la mezcla de furia y tristeza.
Mi madre me miró, sorprendida por mi tono.
- Bueno, me dijo que quería darte una sorpresa, y le dejé entrar. ¿Cuál es el problema?
- ¿Que cuál es el problema? - repetí, esta vez con las lágrimas rodando por mis mejillas. - Que ha visto la foto y ya lo sabe todo.
La comprensión comenzó a aparecer en el rostro de mi madre, reemplazando su expresión relajada por una de preocupación y angustia.
- Si no le hubieras dejado entrar... - dije, intentando encontrar alguien a quien culpar.
- Amor, no pagues conmigo tu dolor... - respondió mi madre con suavidad, acercándose más. - Te dije que las mentiras solo traen problemas.
Las lágrimas seguían cayendo, empapando mis mejillas, mientras sollozaba: - Lo sé, todo es mi culpa... y ahora lo he perdido.
Mi madre me sostuvo con firmeza y ternura, acariciando mi cabello como lo hacía cuando era un niño, cuando el mundo parecía demasiado grande y complicado para mí.
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Mi primer Amor 💘
FanfictionCuando eran niños, Juanjo y Martin se conocieron en Gran Canaria. Tras darse un primer beso que les cambió la vida, vivieron un verano lleno de aventuras, compartiendo secretos y forjando una amistad especial. Al final de las vacaciones, sus vidas t...