Mi primer Amor 💘

13.Último día de acampada

Tras dos semanas de ignorarle, sin saber cómo actuar después de lo ocurrido en el baño de Kiki, volvimos a encontrarnos en esa acampada organizada por mi hermana, de la cual no pude negarme a ir.

Lo gracioso de todo esto es que éramos diez personas y, por azares del destino, acabamos juntos en la misma tienda de campaña.

Después de una mini discusión con él, me di cuenta de que este viaje iba a marcar un antes y un después entre nosotros. Aunque semanas atrás le había dicho que me caía fatal, también le confesé que me gustaba, se lo dije sin pensar mucho, en un momento de efusividad después de lo ocurrido en aquel baño.

En esas semanas, descubrí que estábamos en la misma universidad y no entendía cómo no lo había visto antes. Tal vez estaba tan centrado en la carrera que se me olvidaba prestar atención a lo que pasaba a mi alrededor, porque ese chico en otro momento de mi vida, no me hubiera pasado desapercibido tan sencillamente. 

Después de lo que ocurrió la noche de la fiesta de Kiki, la verdad es que le mentí al decirle que me caía mal, porque antes de ese momento me caía peor que mal. Pero ahora, la cosa era diferente. La noche de la fiesta cambió algo en mí que no esperaba en absoluto. Me gustaba, y no sabía en qué iba a acabar todo esto, pero no podía negarlo: me gustaba mucho.

A la hermana de Martin se le ocurrió la brillante idea de jugar a ese maldito juego, el mismo que, en su momento, me dio mi primer beso y mi primer amor: el pequeño Urrurru... Desde aquel día en la playa de Gran Canaria, no había vuelto a jugar y, la verdad, hacía mucho tiempo que no pensaba en el pequeño. Este bigotudo había estado acaparando todos mis pensamientos últimamente.

Como tengo tanta suerte en la vida, me tocó ser el primero. Elegí la nueva modalidad que habían añadido al estúpido juego: “confesión”. Miré hacia el bigotes, y él me devolvió una mirada como si quisiera matarme, como si se le pasara por la cabeza que yo pudiera soltar algo de lo ocurrido en el baño de Kiki. Estoy seguro de que, si lo hacía, intentaría ahogarme en cualquier parte de ese lago. Me hacía mucha gracia verlo con el ceño fruncido. Me recordaba un poco a Urrurru, él también lo hacía mucho. 

La pregunta que me hicieron fue curiosa: ¿de quién me había enamorado por primera vez? El pequeño bigotes soltó uno de sus comentarios que, para ser sincero, me dolió un poco. ¿Qué clase de persona creía que era, para pensar que no tenía corazón?

Conté la historia de Urrurru, y de repente, él se marchó corriendo hacia una parte del lago. Me asusté un poco, no entendía por qué había huido de esa manera. Salí tras él para cerciorarme de que estuviera bien. Después de una charla de lo más sincera y agradable, mientras me contaba lo ocurrido con su padre, sentí una increíble admiración por cómo había llevado toda esa carga él solo. Saber que había confiado en mí para contarme algo tan intimo hizo que algo en mí cambiara. No sé cómo fue, ni en qué momento, pero el chico que tenía delante me gustaba más de lo que quería aceptar, y ahora lo sabía con certeza.

Después de una larga noche con los demás, llegó el momento de irnos juntos a la tienda de campaña. En un momento, no sé cómo sucedió, pero acabamos besándonos. Poco después, lo que ocurrió en el baño de Kiki se repitió, pero esta vez fue diferente. No era solo atracción; para mí, la cosa había cambiado. Me gustaba de verdad, y sentía un poco de miedo de que él no sintiera lo mismo.

A la mañana siguiente me desperté y él ya no estaba a mi lado. Salí de la tienda y lo vi a lo lejos, sentado en una piedra junto al inmenso lago. Nos sentamos a charlar y, tras hablar sobre lo que pasó anoche, acordamos que dejaríamos que las cosas fluyeran de manera natural. Le mentí un poco sobre lo que realmente sentía, porque no quería parecer un pringado si él solo lo veía como una atracción del momento. No entendía cómo había llegado a ese punto, sobre todo cuando el bigotudo me sacaba de quicio constantemente.