Capítulo 10

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La alta sociedad londinense estaba alborotada. La reciente proclamación de la reina, que ofrecía una generosa recompensa a quien revelara la identidad de Lady Whistledown, había lanzado a la aristocracia en un torbellino de especulaciones. Cada rincón de la ciudad estaba plagado de rumores y teorías sobre quién podría estar detrás de la más astuta y desconcertante cronista de la sociedad. Entre ellos, el nombre de Cressida Cowper se alzaba con una firmeza inesperada.

Con la noticia de la recompensa, Cressida había visto una oportunidad dorada. No solo era una oportunidad de escapar del matrimonio con Lord Capell, sino también de asegurar un futuro financiero que la liberaría de cualquier atadura. Con una determinación implacable, Cressida decidió hacerse pasar por Lady Whistledown, y su plan estaba en marcha.

En una noche oscura y tormentosa, Cressida se preparaba con meticulosidad. Con una máscara negra que ocultaba su rostro y un vestido oscuro que camuflaba su figura, se presentó en el palacio de la reina. La lluvia caía en torrentes, y los truenos resonaban en el cielo, como si el clima mismo estuviera en sintonía con el caos que Cressida estaba a punto de desatar. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba a la reina, quien estaba rodeada de sus cortesanos y disfrutaba de una velada en el gran salón.

Cressida se adelantó, entregando una carta cuidadosamente elaborada y una serie de documentos que, según ella, probaban su identidad como la verdadera Lady Whistledown. La reina, intrigada y sorprendida por la audaz presentación, examinó los papeles con atención. Los documentos eran convincentes, y Cressida había hecho un trabajo notable al asegurar que todo pareciera legítimo.

La reina, deslumbrada por la aparente evidencia, no tardó en otorgar la recompensa a Cressida. La noticia de que Cressida había reclamado el premio se esparció como un incendio forestal por toda la ciudad. Los miembros de la sociedad estaban atónitos, y los rumores sobre la revelación de la identidad de Lady Whistledown se volvían cada vez más estruendosos.

Penélope Featherington, al enterarse de la noticia, se sintió completamente desolada. La idea de que Cressida, con su arrogancia y su ansia de poder, se estuviera beneficiando de su trabajo fue una traición que no podía soportar. La habitación de Penélope estaba llena de papeles y tinta, y su mente estaba abrumada por la furia y la frustración. Las palabras y frases en sus escritos eran testigos de su agitación interior.

—No puedo permitir que esto quede así —murmuró Penélope para sí misma, su voz quebrada por el enojo. Con una rapidez frenética, tachó y reescribió, sus manos temblando mientras intentaba encontrar una solución.

La puerta de la habitación se abrió lentamente y Eloise, buscando consuelo en su hermana, entró con una expresión de preocupación.

—Penélope, ¿qué está pasando? ¿Por qué estás tan alterada? —preguntó Eloise, acercándose con una mezcla de preocupación y determinación en sus ojos.

Penélope levantó la vista, su rostro enrojecido por la rabia y la angustia.

—Cressida se ha hecho pasar por Lady Whistledown —explicó Penélope, su voz entrecortada—. Ella ha reclamado la recompensa de la reina y ha arruinado todo lo que he trabajado por construir. No puedo dejar que quede así.

Eloise miró a su hermana con comprensión, sus ojos llenos de una firme resolución.

—Tienes que hacer algo, Penélope. Tienes que demostrar la verdad y limpiar tu nombre —dijo Eloise con firmeza. Luego hizo una pausa, pensativa—. ¿Qué tal si haces un nuevo panfleto? Algo que revele la verdad y exponga a Cressida por lo que realmente es.

Penélope miró a Eloise, su expresión cambiando de sorpresa a gratitud. La idea de hacer un nuevo panfleto le dio un rayo de esperanza. Se sentó de nuevo en su escritorio, su mente trabajando con renovado vigor. Las palabras fluían de su pluma, cada una reflejando su indignación y su deseo de justicia. La redacción del nuevo panfleto era una tarea agotadora, pero Penélope se sumergió en ella con una pasión renovada.

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