El sonido suave de los pétalos de las flores al caer sobre la mesa de madera era casi relajante. Midoriya, con las mangas de su camisa blanca remangadas y un delantal de lona verde oscuro, estaba concentrado en armar un arreglo floral. Su tienda, olía a lavanda y rosas frescas, un contraste marcado con el bullicio de las calles de la ciudad.
Llevaba varios días tratando de no pensar en la última vez que había visto a Bakugou Katsuki. Habían sido compañeros de secundaria, pero la vida los había llevado por caminos muy distintos. Y aunque había intentado dejar atrás todos esos recuerdos de la escuela, la verdad era que el rubio seguía apareciendo en su vida de las formas más inusuales y, por supuesto, nada agradables.
Se apartó un rizo verde de la frente y trató de sacudirse esos pensamientos, justo cuando un estruendo resonó en la calle. Sobresaltado por el ruido, se hirió su palma de la mano derecha con las tijeras que sostenía. Soltó un pequeño grito de dolor y dejó caer las tijeras al suelo.
—¡Maldición!— exclamó, mirando cómo la sangre comenzaba a manchar su piel.
Se dirigió apresuradamente hacia la puerta, intentando ignorar el dolor en su mano para ver qué había sucedido. Afuera, vio cómo un par de coches habían chocado en la intersección cercana. La gente se amontonaba a mirar, y no pasó mucho tiempo antes de que la policía llegara al lugar.
—Genial—murmuró para sí mismo, reconociendo la figura alta que se acercaba. Bakugou, con su uniforme de policía impecable, el cabello rubio en punta y esa expresión de pocos amigos, ya estaba en la escena.
El rubio notó al omega casi de inmediato. Aunque estaba concentrado en asegurar el área, sus ojos se desviaron un segundo hacia la floristería. Fue entonces cuando vio la mano ensangrentada del peliverde.
—¿Qué demonios te pasó?— preguntó, con una mezcla de preocupación y exasperación.
—Ah, nada, solo un pequeño accidente con las tijeras. No es gran cosa.— dijo este mientras levantaba la mano herida tratando de parecer despreocupado.
El agente frunció el ceño.
—Eso no es nada, idiota. Ven aquí.— le dijo sin darle tiempo a protestar, lo tomó por el brazo y lo llevó al interior de la floristería ante la mirada estupefacta. Habló con sus compañeros para informarles que iba a estar atendiéndolo.
—No es nada grave.—el peliverde trató de resistirse, pero Bakugou ya lo estaba empujando hacia una de las sillas del mostrador.
—Deja de quejarte y dime dónde tienes el botiquín—ordenó el rubio, con su típico tono autoritario. Sin esperar una respuesta comenzó a buscar en la tienda hasta encontrar un pequeño botiquín de primeros auxilios.
El omega se quedó en silencio, observando cómo Katsuki sacaba desinfectante y vendas del botiquín. Había algo extrañamente calmante en verlo concentrado en algo tan simple como curar una herida.
—No pensé que supieras hacer esto— comentó el peliverde con una sonrisa nerviosa.
—Ser policía no es solo patear traseros, nerd— replicó mientras desinfectaba la herida con cuidado, aunque no sin quejarse del leve temblor en la mano de Midoriya.—Deja de moverte, te voy a vendar.—
El omega dejó escapar un pequeño suspiro mientras él terminaba de vendarle la mano.
—Gracias, Kachan.—
—No necesitas agradecerme,— dijo Bakugou, apretando la venda con más fuerza de la necesaria antes de soltar la mano de Izuku. —Solo asegúrate de no hacer más estupideces.—
—Lo intentaré.— comentó el floristero mientras soltaba una risa suave.
El rubio se fue a examinar con sus compañeros el accidente y luego terminó con su trabajo y, antes de irse, se acercó de nuevo a la puerta de la floristería.
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Policía x florista | Bakugo x Midoriya
Romance-Si sigues actuando así de arrogante, haré que veas las estrellas- dijo Bakugo acorralando a Midoriya contra la pared- y no precisamente las del cielo- le susurró en su oído. Un reencuentro bochornoso entre Midoriya Izuku, un omega de 25 años que tr...