∆ CAPÍTULO 8: LA MAÑANA DESPUÉS

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Midoriya despertó con un dolor de cabeza atroz, como si un martillo golpeara insistentemente en su cráneo. La luz que se colaba por las cortinas cerradas era demasiado brillante, obligándolo a entrecerrar los ojos mientras trataba de ubicarse. El colchón bajo él no se sentía como el de su cama habitual, era más firme y diferente.

Con un pequeño gemido, se dio la vuelta en la cama, y entonces lo sintió. Un brazo fuerte, cálido y musculoso, descansaba sobre su cintura. Su corazón dio un brinco al reconocer la cicatriz en la mano que lo rodeaba, cicatriz que sólo podía pertenecer a una persona: Bakugou Katsuki.

El shock lo despertó por completo, y sus ojos se abrieron de golpe, ignorando el dolor de cabeza. Giró la cabeza lentamente, encontrándose cara a cara con un Bakugou todavía dormido. Los mechones rubios estaban desordenados, esparcidos sobre la almohada, y su rostro, por primera vez en lo que parecía una eternidad, estaba relajado, sin la típica expresión de dureza que siempre llevaba consigo.

Pero más allá de la sorpresa de encontrarlo a su lado, algo mucho más impactante lo golpeó: ambos estaban desnudos. El calor subió rápidamente a su rostro, y sin pensar demasiado, se deslizó lentamente para salir de la cama, lo más silenciosamente posible para no despertarlo.

Se paró al lado de la cama, con el cuerpo temblando un poco mientras su mente intentaba conectar los puntos de lo que había pasado la noche anterior. Su boca estaba seca, y sentía su cuerpo extraño, adolorido. Bajó la mirada a su propio cuerpo y vio marcas en su piel, pequeños moretones en sus caderas, rasguños en su espalda, y cuando dio un paso, sintió una dolor en su trasero.

Dios, todo apuntaba a lo mismo, y aunque su memoria estaba borrosa por el alcohol, era casi seguro lo que había ocurrido. El omega sintió un nudo en el estómago. ¿Qué demonios iban a hacer ahora? ¿Qué pensaría él de todo esto?

No tuvo tiempo de seguir pensando, porque el rubio se movió en la cama, murmurando algo ininteligible antes de abrir los ojos. Sus rojos y afilados ojos tardaron unos segundos en enfocarse, y cuando lo hicieron, recorrieron la habitación hasta encontrar al peliverde, parado al lado de la cama, sosteniendo una sábana alrededor de su cintura.

El alfa se quedó en silencio por un momento, sus ojos también registrando la situación, el desorden de la habitación, sus cuerpos desnudos, y la evidente incomodidad en el rostro de Izuku.

—Deku— dijo, su voz ronca por el sueño. Se frotó los ojos y luego dejó escapar un suspiro, sentándose en la cama, sin parecer tan sorprendido como Midoriya había esperado. —¿Estás bien?—

La pregunta lo tomó por sorpresa. El omega parpadeó, asintiendo lentamente. —Sí… solo… ¿qué pasó anoche?—

El rubio se pasó una mano por el cabello, despeinándolo aún más, antes de frotarse la nuca. —No lo sé exactamente…— admitió. —Tomamos demasiado en la fiesta de Kirishima, y parece que terminamos aquí, aunque creo que me vino mi rut y tu celo, ya que la sala está impregnada con nuestras fermonas— Sus ojos observaban la sala y luego se suavizaron ligeramente al mirar al omega. —¿Estás herido?—dijo observando algunos chupetones, irritación y alguna mordedura.

Él negó rápidamente, aunque todavía podía sentir los efectos de lo que había pasado. —Solo… un poco adolorido, pero nada grave—, dijo, sintiendo un leve rubor en sus mejillas.

Bakugou se levantó de la cama, sin preocuparse mucho por cubrirse. —Esto fue una estupidez—, dijo, pero su tono no era acusador, solo racional. —Mira, no sé cómo llegamos aquí, pero los dos somos responsables—.

Midoriya sintió que el nudo en su estómago se deshacía un poco al ver que él no estaba furioso ni molesto. —Tienes razón—, dijo en voz baja, mirando al suelo.

Policía x florista | Bakugo x MidoriyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora