6. En la calle

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—¡Tartaglia! —Kazuha le dedicó una alegre sonrisa al señor Morax en el instante preciso en que lo vio—. No esperaba que fuera a venir.

Al ser recibido por el peliblanco, Tartaglia se deshizo de su mala cara y le devolvió la sonrisa. Después, dio unos pasos hasta quedar a su lado, observando a ambos jóvenes.

—Mi hermano y su familia ya han vuelto a su casa. Heizou me ha dicho que querías algo de la sastrería, así que he venido para comprarme algunas cosas, ya que estamos.

—Oh, sí —Kazuha trató de pintar un poco la verdad—. He venido a comprar una bufanda. He cogido esta, ¿le gusta?

—Te queda de maravilla.

Scaramouche se sorprendió ante las palabras de su amigo. No sabía por qué mentía, pero prefería callar y no meterlo en problemas.

Sin embargo, Kazuha se dio cuenta de la confusa mueca que el peliazul mostraba, cosa que lo alteró bastante. Si Tartaglia se enteraba de que le había mentido, podía enfadarse con él. O sentirse solo de nuevo. Quizás traicionado.

Aquello era impermitible.

—¿Por qué no busca lo que necesite? Estábamos hablando de un trabajo de clase y todavía no hemos acabado —se excusó Kazuha, algo nervioso—, nos queda poco.

—Claro.

Tartaglia se acercó a una zona con perchas, de las cuales colgaban varias prendas de otoño. De mientras, los otros dos volvieron a la sala de la chimenea, dejando a Nahida a cargo de los clientes.

—Tú también mientes —dijo Scaramouche, sentándose sobre el sofá.

—¿Eh? Ah, eso —Kazuha desvió la mirada, sintiéndose algo culpable—. Le dije a Heizou que vine a comprar unas cosas. Aunque debería decirle la verdad, puedo contarle que lo has hecho tú.

—A veces está bien tener secretos —respondió el peliazul, observándolo con una mirada llena de seguridad.

Kazuha fue cautivado por aquella hermosa mirada. Jamás se percataba del momento preciso en el que se perdía en ella, pero lo hacía mucho.

—¿Incluso el príncipe de un cuento de caballeros debe esconderle algo a su más preciada princesa?

—Claro —Scaramouche sonrió ante la pregunta de su amigo, quien se sentía realmente feliz de poder expresarse, por mucho que utilizara, de vez en cuando, un lenguaje extraño.

Ambos hablaron durante un tiempo más, hasta que Kazuha tuvo que irse. De camino a casa, fue acompañado por Tartaglia, quien había comprado algunas camisas.

—¿Llevará la ropa nueva al trabajo, Tartaglia? —preguntó el peliblanco.

—Sí, me hacían falta estas prendas. Tú llevarás tu bufanda, ¿no? Te queda bien. Te ves mono —el de cabello naranja lo miró con dulzura.

—¿Mono? —quiso asegurarse el muchacho. No esperaba escuchar aquello, cosa que lo hizo sentirse algo avergonzado.

—Sí, te ves muy bien —el señor Morax le acarició suavemente un cachete, haciéndole girar la cara hacia él. Sin darse cuenta ninguno de los dos, habían parado de caminar en medio de la calle. Una no muy transitada.

—Gracias, es usted muy amable —Kazuha se sentía cada vez más avergonzado. Su rostro se tornó rojizo y su mirada se posó sobre aquel hombre, tratando de ver qué hacía—. ¿Vamos…a casa? Hace frío.

—Tranquilo —el señor se quitó la chaqueta, dándosela al joven—. Toma, con esto estarás bien abrigado.

—Uhm, sí, gracias… —el peliblanco desvió la mirada en cuanto notó ambas manos del otro sobre su rostro, acariciándoselo suavemente—. ¿Q-qué hace, Tartaglia…?

¿Dónde Estás? [Kazuscara/Scarakazu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora