3.2 No te metas

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—vamonos, Alyna.—la intenté mirar severamente.— Este no es tu asunto.

—Que tierna—me miró con cariño.

Golpee mi pie en el piso.

—Te estoy hablando encerio.— crucé los brazos.

Tomo mi mano y me dirigió a lo que supongo es su cuarto.

—me iré a bañar.—dijo soltando mi mano.

—bueno....

Me mantuve rígida en mi lugar, Alyna entró al baño con algo de ropa y un tiempo después salió.

Esta vez sin la visera, con un top deportivo y un pantalón para dormir suelto, todo negro.

¿Será emo?

Ok.no.

El pelo mojado chorreaba y caía entre sus pechos.

Sentí mi cara coloreada.

Tomó su teléfono y lo empezó a mirar.

Miré su amdomen y sorpresivamente tenía la mitad tatuada.

Era la cabeza y parte del cuerpo de un lobo de costado, sus ojos eran a color rojo sangre, tenía la boca que parecía sonreír -tenebroso-, la barbilla empapada en sangre y una corona de púas de alambre, que estaba torcida sobre su cabeza. Las gotas de perdían más allá de lo que podía ver.

Es fascinante

Alyna p.v:

Levanté la cabeza de mi celular, la rubia veía con ojos brillantes a la alfa que tenía tatuada y la boca abierta en una tierna o.

—¿Que significa?—dijo emocionada.

—Que gané.

—¿El que?—dijo con una mueca confundida.

Sonreí
Se veía graciosa.

—Hace unos años me dieron una paliza, me pegaron tanto que casi muero, me puñalaron dónde llevo el tatuaje, estuve en coma dos meses.—su mueca cambió.

—¿Porque lo hicieron?

Suspiré y sonreí.

Levanté la mano donde tenía mi pulsera LGBT y la menee.
—Por ser lesbiana.
Pero sobreviví y aquí estoy, entreno boxeo, hace unos meses me encontré a algunas que las que me la dieron, siendo prostitutas.—me encogí de hombros— yo estudio.

Se veía asustada.

—Ey,¿Todo bien rubia?.

—¿Porque la gente es tan mala?—

Sonreí y me senté a su lado.

—No todo es perfecto en la vida, pero esa misma gente demuestra que no son mejores.
Tal vez yo soy lesbiana, pero no golpeé a ninguna de ellas por ser prostitutas y seré lo que seré, pero le tengo respeto a todas y todos.—suspiré— Aunque a la que me encontré se acostó conmigo hace algunas semanas, y la ofendí por su trabajo, pero eso no me hizo mejor, pues gocé de el.

Me acosté en un lado de la cama y la invité a acompañarme se acostó en mi pecho.

En ese momento escuché un:

—¿Se habrán dormido?—entre susurros.

Un gemido

—seguro que si, sigamos con lo nuestro.

Otro gemido.

La rubia y yo nos miramos y reímos.

—¡BUSQUEN UN HOTEL!— Grité.

Profesora Perfección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora