Día 8. Nido

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Jacaerys observaba atentamente a su madre Rhaenyra mientras ella preparaba uno de los nidos en los que descansaban ellos, su hermano Lucerys tenía unas pocas lunas de haber nacido y él tenía apenas dos años, no entendía gran cosa, solo sabía que una vez su madre terminaba de hacer lo que sea que fuese lo que estuviere haciendo, él se sentía muy cómodo y seguro.

Conforme fue creciendo entendió que los omegas como su madre, hacían nidos con prendas de sus seres queridos, en los nidos que su madre preparaba para ellos había prendas de ella, de su padre Laenor, incluso del Lord comandante de la Guardia de la Ciudad, Ser Harwin, y en el nido de Jace había prendas de sus hermanos menores Luke y Joffrey.

Cuando él tuvo su presentación como Omega, entonces comenzó a tener esa necesidad por preparar nidos, al principio era algo sencillo, solo algo de sus ropas y las de su madre y hermanos, lo hacían sentir en calma cuando estaba dentro de ellos.

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Aemond tenía miedo de las tormentas, las sombras que los relámpagos creaban y que rodeaban sus aposentos a veces eran aterradoras; las velas y antorchas que iluminaban un poco su vista no le eran suficientes; casi siempre las velas terminaban apagadas por los fuertes vientos que azotaban Desembarco del Rey.

Cuando le dijo a su madre, ella solo le contestó que debía ser fuerte y enfrentar sus miedos con dignidad, pues ningún príncipe podía mostrar temor por nimiedades o cosas burdas como las tormentas. Le dijo que, si sentía miedo, entonces podía orar a los siete y pedir al Guerrero por templanza y valor.

Lo intentó, muchas veces lo intentó, pero incluso cuando estaba orando en el Septo de la Fortaleza Roja, las sombras que las velas creaban en los rostros de los siete le parecían aterradoras, el cráneo de Balerion hacía poco por calmar sus nervios.

En un intento desesperado, incluso fue con sus hermanos, tal vez ellos podrían ayudarlo a calmarlo, su hermano mayor Aegon se burló de él y después de eso lo dejó solo en su habitación pues él usaría la noche y la tormenta para escabullirse fuera de la Fortaleza.

Su hermana Helaena lo recibió con gusto las primeras veces; en esas ocasiones Aemond pudo dormir tranquilamente, pero después de eso comenzó a despertar en medio de la noche cuando escuchaba la voz de Helaena hablar, decía cosas aterradoras como que el cielo se llenaría de fuego de dragón y todos morirían, una larga noche que no tendría fin y la dinastía Targaryen sería terrible, los dragones ya no danzarían y todo sería un reino de hielo y cenizas.

Cuando decía todo eso, Helaena parecía estar dormida, aunque en ocasiones tenía sus ojos abiertos con la mirada perdida, eso llenaba más de miedo a Aemond quien eventualmente dejó de ir a dormir con su hermana, prefería enfrentar las sombras que las tormentas traían a escucharla hablar cosas como el fin de su casa o la extinción de los dragones.

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Jacaerys había crecido ya, tenía nueve años, ahora era capaz de hacer nidos más elaborados, aunque en ocasiones no lograba conciliar el sueño, era como si sintiera una angustia que no lo dejaba dormir.

En esas ocasiones le gustaba salir de sus aposentos a escondidas de los guardias apostados en sus puertas y vagar por la Fortaleza; conocía el lugar como la palma de su mano así que podía escabullirse incluso entre los pasillos sin antorchas; le gustaba vagar y en ocasiones llegaba a las habitaciones más alejadas de los aposentos de su madre donde él podía observar desde lejos la ciudad.

Esa noche mientras vagaba sin un rumbo fijo, giró por un pasillo que lo llevaría hacia una biblioteca pequeña y más adelante a los aposentos de sus tíos; apenas pensaba por donde tendría que cambiar de rumbo para no toparse con los guardias de la reina cuando escucho unos sollozos en la biblioteca que estaba ahí.

Jacemond Fest 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora