Día 12. Destinados

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Los Dioses estaban aburridos cuando crearon todo lo conocido; criaturas mágicas, bestias, majestuosos animales; plantas, árboles, furtos y por supuesto humanos. Era un pasatiempo para ellos, los veían como una más de sus creaciones y no tenían grandes planes para ellos, aunque debían admitir que en ocasiones encontraban intrigantes las interacciones entre ellos.

Aunque muchos dioses mostraban desprecio a su creación, en secreto bajaban de los cielos para mezclarse entre ellos; algunos incluso se enredaban con ellos y tenían hijos bastardos que compartían características tanto con los dioses como con los humanos. Algunos otros se metían con algunas ninfas o criaturas mágicas que habitaban en los bosques, fue así como Aemond nació.

No sabía quien era su padre y su madre había sido una nereida que murió poco después de que él naciera, por lo que fue una pareja de humanos quienes cuidaron de él la mayor parte de su vida.

Él no era un humano per se, tenía una fuerza sobrehumana y habilidades que ningún otro hombre o mujer tuvieran; podía domar bestias grandes, soportar el calor de mejor manera y no enfermaba, aunque también podía decirse, se consideraba un Alpha.

No fue hasta muchos años después de que había nacido que un semidios fue enviado a buscarlo; su padre, un dios al que no adoraba o rezaba lo buscaba; quería que se uniera a él, que lo acompañara en los cielos donde gobernaba y donde no tendría ningún tipo de necesidad y estaría más cercano a sus demás hermanos y otros dioses leales a su padre, quería que se uniera a sus filas y peleara por él; Aemond no quería dejar su vida, así que rechazó la oferta y continuó viviendo con normalidad.

Pero pronto descubrió que haber desairado a su "padre" había sido una mala idea; los dioses eran rencorosos y vengativos; así que para persuadirlo, aquel dios envió una enfermedad que azotó a su pueblo; muchos de sus vecinos, amigos y conocidos comenzaron a enfermar terriblemente y cuando incluso sus padres cayeron enfermos, una ninfa se presentó ante él, le propuso aceptar unirse a las filas de su padre a cambio de una cura, le mostró una variedad de raíces y hierbas que serían la solución, claro que le dijo que esas raíces las encontraría únicamente en los jardines de su padre que se encontraban bastante vigilados.

Aemond aceptó de mala gana, pero con la condición de que primero se aseguraran de entregar la cura a su pueblo; la ninfa aceptó y lo llevó a los jardines botánicos de su padre; estando ahí le indicó cuales eran las plantas y raíces que necesitaría; viendo que la ninfa parecía algo distraída en su musculoso cuerpo, Aemond aprovechó esto y cuando la ninfa estuvo lo suficientemente cerca; la atacó quebrando su cuello con facilidad.

Tomó todas las plantas y hierbas que pudo, algunos libros que aquella ninfa le había indicado contenían las recetas de diferentes preparaciones usadas para sanar y huyó del lugar; regresó a su casa solo días después con las hierbas adecuadas y logró salvar a su comunidad.

Se le hizo fácil entonces comenzar a engañar a las ninfas, semidioses, titanes e incluso a alguno que otro dios despistado, seducía a las ninfas para después robarles algo que fuera de utilidad para las personas; veía como muchos dioses y semidioses despilfarraban y tenían enormes banquetes y festines mientas la mayoría de las personas que los adoraban morían de hambre y apenas se las arreglaban para vivir; así que lo veía como un pequeño acto de "grandeza" de aquellos seres hacia las personas.

No tardó en hacerse conocido por estas criaturas; era cazado y perseguido por varias de ellas, pero no importaba cuantas trampas le pusieran, él era demasiado hábil y listo, podía escabullirse de cualquier lado y su ingenio lo salvó en muchas ocasiones de quedar atrapado.

Pero un día llegó demasiado lejos; mientras intentaba robar unos artilugios que aquellos ebrios dioses llevaban y usaban para defenderse, los había escuchado decir que ninguna de sus espadas y/o arcos serían tan efectivos como las lágrimas de Syrax, una diosa que se decía sus ojos veían más allá de lo obvio; en sus ojos podía vislumbrar el futuro y sus lágrimas eran capaces de dar a quien las tomara la misma visión.

Jacemond Fest 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora