Lucienne siguió los pasos del onirio, viendo lo que él había acechado antes con ojos depredadores, con una mirada curiosa y llena de aprendizaje: aves de cuellos largos como cisnes, colores apagados, y sonidos graves para comunicarse y evitar ser cazadas; peces en los estanques alimentándose del musgo, ranas, lagartijas, insectos, sanguijuejas... Tramos de césped en el camino, y lianas marrones colgando de árboles y arbustos.
Había una increíble diversidad en esos pantanos, por muy abandonado que aparentara; aunque nada comparado con lo que narraban de su historia. Al menos, en esa época las vannias se encargaban de que todo en su territorio estuviera sano. Belleza dentro de la oscuridad que mostraba.
Lucienne avanzó entre huellas, sigilosa de no advertir a ninguna criatura, y se asomó tras los árboles. Apoyó las manos en un tronco, y asombrada, se miró las manos. Se habían impregnado de un viscoso líquido.
Alzó la mirada, contemplando el tronco, y vio, en las alturas, un roedor masticando la madera y abriendo un agujero en él. Una vez abierto, había empezado a alimentarse de ese líquido.
Lucienne sonrió. Qué simpático parecía con el hocico delgado, pelaje pomposo y cola enroscada. Le había recordado a las ardillas.
Volvió a mirar hacia adelante, encontrándose con varias pisadas más, y parpadeó. Eran pequeñas y estaban... ¿descalzas?
Avanzó, cada vez más curiosa, y poco tardó en encontrar la roca resquebrajada. Se acercó intrigada. Su aspecto era muy peculiar.
La esquina, lo que parecía ser un arte gigantesco plasmado en piedra, era el borde de un puzzle, el cual, en esa primera pieza, se apreciaba el marco formado por varias líneas y una espada resplandeciente clavada en el suelo. Un relieve espléndido y meticuloso, demasiado como para estar abandonado. ¿Qué clase de tallado sería entero?
Miró a su alrededor, buscando una vez más a su intérprete, y percatándose de la sangre del suelo. Quedó atónita, empezando a asustarse.
—¿Kal'ran?
Momentos después, varias luciérnagas empezaron a descender a su alrededor. Las mismas que habían asomado cuando la vampira rezaba, y las cuales, por alguna extraña razón sólo aparecían alrededor de esa roca atraparon la atención de la chica una vez más. Habían estado formando un círculo, un vaivén en el aire, y un camino mostrado.
Los labios de Lucienne se abrieron ligeramente.
Varias de ellas se habían detenido en las gotas del suelo, otras, dirigiéndose hacia los espesos troncos de su lado. Perseguían a alguien y Lucienne lo sabía.
Las luciérnagas de los pantanos añoraban estar con personas.
Siguió su rastro con rapidez, dejando un ruido a su paso que ignoraba, y se encontró, de entre varios árboles, al onirio: sentado en el suelo, y sobre su regazo, una joven muchacha de pelo negro con el rostro en su cuello.
—Kal... —habló, y antes de terminar su nombre, sintió un gélido tacto a su lado. Se giró con rapidez.
Abrió los ojos al completo, reconociendo al instante a la criatura, y viendo su dedo situarse en sus labios. "Shh", expresó.
—Mi hermana es caprichosa con sus presas. Si la molestas, será él quién sufra por ello —murmuró mientras miraba hacia la escena, acompañado de la mirada de Lucienne, y la vampira, abriendo la boca para clavar los colmillos en el cuello del onirio.
Kal'ran gimió y Lucienne quedó perpleja.
No necesitó fijarse en los colmillos de la criatura, tampoco en la rojiza mirada que tenía, y ni mucho menos, en su helada piel para percatarse de que era un vampiro. La esencia y el aura a su alrededor fueron la clara demostración de su naturaleza. Le resultó... fascinante.
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El Libro de las Bestias
FantasyUn libro, un diario, una chica, y un sinfín de criaturas en un mundo imaginario. Una pluma, una curiosidad, y la valentía de aventurarse para rellenar su bestiario. Lucienne necesitará de un intérprete en su viaje para describir a las bestias y sus...