"Veinticuatro. Sólo veinticuatro. ¿Tantas son?"
Los tres cogieron una gran bocanada de aire al salir del agua: Lucienne con una de las manos en su frente, Rael suspirando con rapidez, y Kal'ran tosiendo apurado.
Miraron a sus alrededores. No quedaba rastro de los gugar.
Rael dejó escapar un último suspiro aliviado.
—¿Estás bien? —le preguntó a la chica.
Ella asintió, todavía dispersa, y miró hacia el onirio. Este se había llevado una mano a su garganta como si le molestara o escociera.
—¿Kal'ran? —murmuró preocupada y él la miró de reojo, serio, y en cierta forma, molesto—. ¿Estás... bien? —se acercó, tentando apoyar una de sus manos en su hombro, y él abrió los ojos asombrado.
—¡No me toques! —exclamó apartándose con rapidez.
Lucienne quedó atónita.
—L-Lo siento —mencionó asombrada—, no me dio tiempo a coger más aire —añadió—. Gracias... por ayudarme.
El onirio entrecerró los ojos con las orejas echadas hacia atrás, evitando su mirada, y situó una de sus manos en la boca. Empezó a sentir arcadas.
Los otros quedaron en silencio, mirándose durante unos segundos, y volviendo a mirar hacia él. ¿Acaso estaba tosiendo por haberla besado? ¿No había sido por la falta de oxígeno?
—Bueno —habló Rael—, hemos descubierto que no eres de su tipo.
Lucienne miró hacia él con rapidez como si ese comentario la hubiera molestado, pero con una pequeña mueca sonriente. Luego, se giró hacia el morral, asegurándose de que estaba seco y a buen recaudo. Suspiró.
—Debería agradecerte por eso también —miró hacia él completamente aliviada.
Rael sonrió.
Momentos después, llevó la mano a su hombro. Había sentido un pinchazo. Frunció el ceño, desconcertado, y empezó a notar un fuerte entumecimiento en su extremidad.
—¿Ocurre algo? —preguntó Lucienne.
—Creo... —Su expresión fue de molestia— que me han picado.
La chica parpadeó, acercándose a su brazo.
—¿Qué? ¿Aquí? —Posó su mano. Él asintió, mostrando un rostro adolorido. Su piel se sentía muy caliente, y en donde había sido picado, se había hinchado ligeramente.
—Deberías sentarte —habló Kal'ran como si nada hubiera pasado, carraspeando—. Si te han picado cogerás fiebre. —Salió del agua de un brinco y sacudió su cabeza.
Lucienne sonrió con disimulo, ayudando a Rael a salir lentamente, y se sentaron en la orilla.
—No creo que sea un buen lugar para descansar —dijo él.
—Espera aquí, echaré un vistazo.
—Iré yo. —Interrumpió Kal'ran una vez más— Tú cámbiate. —Miró sus piernas. Tan empapada y con el agua escurriéndose hacia abajo, sus pantalones se habían manchado con un pigmento rojizo.
Ella miró sus piernas, parpadeando, y se sonrojó al instante.
Kal'ran frunció su ceño, incómodo, y se fue.
—Maldita sea... —murmuró cogiendo el morral con rapidez. Rael desvió su mirada con las cejas ligeramente levantadas.
Y mientras se cambiaba, llevaba las ropas húmedas al lago para limpiarlas y tenderlas, preguntó:
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El Libro de las Bestias
FantasiUn libro, un diario, una chica, y un sinfín de criaturas en un mundo imaginario. Una pluma, una curiosidad, y la valentía de aventurarse para rellenar su bestiario. Lucienne necesitará de un intérprete en su viaje para describir a las bestias y sus...