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Los días siguientes estuvieron llenos de pequeños actos de coraje que antes me parecían imposibles. Reservar una cita con el terapeuta fue el primero. No sabía qué esperar, y a decir verdad, estaba aterrorizada. ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo iba a explicar el tormento de emociones que me arrastraba cada día?

El día de la cita, me sentí como si estuviera caminando hacia el paraíso. La clínica estaba en un edificio de oficinas, con una puerta de vidrio opaco y un pequeño letrero que decía "Salud Mental y Bienestar". Subí las escaleras lentamente, sintiendo cada paso como si pesara una tonelada. Cuando finalmente llegué a la recepción, me encontré con una mujer joven y amable que me sonrió tranquilamente.

-Astrid Meith, verdad? dijo mientras miraba la pantalla del ordenador.

-Sí, soy yo
respondí, sintiendo mi voz temblar ligeramente.

-La doctora Laura la verá en un momento. Puede sentarse allí mientras espera.
Señaló una fila de sillas contra la pared, junto a una pequeña mesa llena de revistas. Me senté y, aunque intenté distraerme hojeando una revista, las palabras parecían no tener sentido. Mi mente estaba en otra parte, llena de preocupaciones y dudas.

Finalmente, la puerta se abrió y una mujer alta, con el cabello castaño recogido en una coleta y una expresión serena en su rostro, salió al pasillo.

-Astrid, por favor, pasa
dijo, señalando la puerta de su consultorio.

Me levanté con el corazón latiendo rápidamente, y la seguí al interior de una sala acogedora, con paredes pintadas en tonos suaves y una ventana que dejaba entrar la luz del sol. Había dos sillones cómodos, una mesa de café y estanterías llenas de libros.

-Siéntate donde te sientas más cómoda
dijo la doctora Laura mientras tomaba asiento en uno de los sillones.

Me senté frente a ella, sintiendo un nudo en la garganta.

-No tienes que preocuparte por cómo empezar
dijo ella con una sonrisa comprensiva.
-Solo háblame de lo que te trae aquí hoy

Respiré hondo, tratando de encontrar las palabras. -
No sé qué me pasa. Me siento… vacía. Cansada. Como si estuviera viviendo la vida de otra persona y no la mía

Ella asintió lentamente, sin interrumpirme, lo que me dio el valor para continuar.

-He estado así durante meses, tal vez más. Al principio pensé que solo era estrés, pero ahora… no lo sé. Siento que no puedo más. Y lo peor es que no sé cómo salir de esto.
Las palabras salieron más rápido de lo que esperaba, como si hubieran estado atrapadas dentro de mí, esperando este momento para liberarse.

La doctora Laura se inclinó ligeramente hacia adelante, mostrando una empatía que no había encontrado en nadie más. -
Lo que estás sintiendo es más común de lo que piensas, Astrid. Pero eso no significa que no sea doloroso o difícil. Estás lidiando con mucho, y es natural sentirte abrumada. Lo importante es que estás aquí, buscando ayuda. Ese es un paso enorme.

-Pero, ¿y si no puedo salir de esto?
murmuré, temerosa la respuesta. Sentía como si el abismo dentro de mí se hubiera ensanchado en los últimos meses, tragándose cualquier esperanza de encontrar una salida.

La doctora Laura mantuvo su mirada firme y comprensiva. -Entiendo tu miedo, Astrid. La incertidumbre sobre el futuro puede ser aterradora, pero quiero que sepas que la recuperación no es un destino inalcanzable. Es un proceso, un viaje que vas a recorrer a tu propio ritmo. No estás sola en esto. Aquí trabajaremos juntas para que encuentres las herramientas y estrategias que te ayudarán a sentirte mejor.

Aquellas palabras me dieron un pequeño consuelo, aunque el escepticismo seguía ahí, acechando en el fondo de mi mente.
-Por dónde empiezo pregunté, mi voz apenas un susurro.

-Empecemos hablando sobre tu vida diaria, sugirió la doctora, inclinándose ligeramente hacia adelante en su asiento. -Cuéntame sobre cómo te sientes en tu rutina, cómo manejas tus emociones, y si ha habido algún cambio significativo en los últimos tiempos

Asentí lentamente, sintiendo que por fin podía abrir la puerta que había mantenido cerrada por tanto tiempo. -
Todo empezó con pequeñas cosas al principio, era solo un cansancio que no podía sacudir, una sensación de estar atrapada en una monotonía que parecía no tener fin. Luego vinieron los problemas para dormir, la falta de concentración, y finalmente… la tristeza. Una tristeza tan profunda que se sentía como si estuviera ahogándome en ella

La doctora asintió, permitiéndome continuar sin interrumpir. -
Empecé a aislarme. Me costaba cada vez más salir con mis amigos, y cuando lo hacía, sentía que estaba actuando. Como si estuviera representando un papel, pretendiendo que todo estaba bien cuando en realidad estaba rota por dentro.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, pero las dejé fluir, ya no tenía fuerzas para contenerlas.

-Es agotador, verdad? dijo la doctora Alonso suavemente.
-Llevar esa máscara, día tras día, fingiendo estar bien mientras por dentro sientes que te desmoronas.

-Sí,si lo es
solté en un suspiro. -
Es como si estuviera cargando un peso constante sobre mis hombros, uno que no me deja respirar. Y cada vez que intento pedir ayuda, siento que nadie entendería lo que estoy pasando. O que tal vez me juzgarían por no ser lo suficientemente fuerte.

La doctora permaneció en silencio por un momento, dejando que sus palabras calaran. -Astrid, la fortaleza no siempre se mide por lo que puedes soportar por tu cuenta. A veces, la mayor fortaleza está en reconocer que necesitas ayuda, y en ser lo suficientemente valiente como para pedirla. Lo que estás haciendo ahora, sentarte aquí y hablar de lo que sientes, es un acto de gran coraje.

Aquella declaración me sorprendió. Nunca había pensado en pedir ayuda como un acto de valentía. Siempre lo había visto como una admisión de derrota, una señal de que no era lo suficientemente fuerte para manejar mis propios problemas. Pero la manera en que la doctora Laura lo planteaba, me hizo reconsiderar esa perspectiva.

-Es difícil cambiar la manera en que vemos las cosas, continuó la doctora, observando cómo mi expresión se suavizaba un poco. -Estamos tan acostumbrados a pensar que tenemos que hacerlo todo por nuestra cuenta, que olvidamos que está bien necesitar apoyo, y que es humano sentirse vulnerable

-Nunca pensé en eso así, admití, secándome las lágrimas con el dorso de la mano. -
Siempre sentí que tenía que ser fuerte por los demás. Que no podía permitir que me vieran caer

-La presión de ser fuerte por los demás puede ser inmensa,asintió la doctora.
-Pero quiero que entiendas que está bien caer, y está bien no ser fuerte todo el tiempo. El verdadero poder está en levantarte y continuar, incluso cuando parece imposible. Y ahora mismo, lo más importante es que has dado el primer paso hacia tu recuperación

Su voz era tranquilizadora, pero también llena de convicción. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que alguien realmente entendía lo que estaba pasando por mi mente. No como una serie de síntomas que debían tratarse, sino como una experiencia humana profundamente dolorosa y compleja.

-Entonces, qué hago ahora?
pregunté, sintiendo un destello de esperanza mezclado con la incertidumbre.

-Vamos a trabajar juntas para encontrar un camino que funcione para ti
respondió la doctora Laura.
-Empezaremos por explorar tus pensamientos y emociones, entender qué los desencadena y cómo puedes manejarlos. Habrá días buenos y días malos, pero lo importante es que estés comprometida con el proceso. También podríamos hablar sobre algunas estrategias para lidiar con la ansiedad y la tristeza, y si es necesario, consideraremos otros tipos de apoyo, como terapia grupal o medicación. Lo haremos paso a paso, sin prisa, pero sin pausa

La idea de un proceso largo y lleno de altibajos era intimidante, pero también me daba algo que no había sentido en mucho tiempo: un sentido de propósito, un camino que seguir.

-Estoy lista para intentarlo
dije, sorprendida de lo seguras que sonaron mis palabras. Aunque sabía que habría días difíciles por delante, algo dentro de mí empezaba a creer que podía encontrar una salida de este laberinto.

-Eso es todo lo que necesito escuchar
dijo la doctora Laura con una sonrisa.
-Este es tu viaje, y yo estaré aquí para guiarte en el camino.

Salí de la consulta sintiéndome más ligera, como si el simple hecho de hablar con alguien me hubiera quitado un peso de encima. Por primera vez en meses, me permití pensar que, tal vez, había esperanza.

la libertad de ser yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora