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A medida que avanzaba, las sesiones con la doctora Laura se volvieron menos frecuentes, hasta que finalmente, un día, ambas estuvimos de acuerdo en que había llegado el momento de cerrar esa etapa.
-Astrid, estoy increíblemente orgullosa de ti
me dijo en nuestra última sesión.
-Has recorrido un largo camino, y sé que seguirás creciendo y encontrando tu camino. Recuerda que siempre puedes volver si lo necesitas, pero confío en que estás lista para continuar por tu cuenta.
Nos despedimos con una mezcla de tristeza y gratitud. Sabía que siempre tendría un lugar seguro al que regresar si lo necesitaba, pero también sabía que era hora de seguir adelante, de construir mi vida sin depender de esa red de seguridad.
Con el tiempo, el blog se transformó en un proyecto más grande. Empecé a colaborar con terapeutas y otros escritores para crear recursos para aquellos que luchaban con problemas de salud mental. Me involucré en organizaciones que trabajaban para aumentar la conciencia y el apoyo para la salud mental, usando mi historia para inspirar a otros y para abogar por un cambio.La vida no era perfecta, y todavía enfrentaba desafíos, pero ahora tenía las herramientas y el apoyo para enfrentarlos con confianza. Había aprendido a ser amable conmigo misma, a permitirme sentir y a reconocer que no tenía que ser fuerte todo el tiempo.Y así, cerré un capítulo de mi vida, pero con la certeza de que estaba comenzando uno nuevo. Un capítulo lleno de esperanza, de conexión, y de un profundo entendimiento de que, aunque el camino puede ser difícil, no tengo que caminarlo sola. Había encontrado mi voz, y estaba decidida a usarla para seguir adelante, un paso a la vez.
Cuando sentí por primera vez la necesidad de dar un giro significativo a mi vida. Me encontraba en el parque cercano a mi casa, caminando sin rumbo fijo, envuelta en un abrigo que apenas me protegía del viento helado. Las hojas crujían bajo mis pies, pintadas en tonos dorados y marrones, mientras el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de un anaranjado apagado. Habían pasado meses desde que había escrito mi último post en el blog, y aunque las respuestas que había recibido seguían llenando mi corazón de gratitud, sentía que había llegado a un punto muerto."En verdad, nunca me sentí viva. Siempre estuve esperando a que alguien me salvara, cuando la única que podía hacerlo era yo misma". Esa realización, que me había golpeado con una fuerza devastadora durante mi recuperación, se había convertido en el mantra de mi vida. Sin embargo, ahora que había salido del pozo oscuro de la depresión, me encontraba perdida en un mar de posibilidades. Había compartido mi historia con el mundo, había ayudado a otros a encontrar su propio camino hacia la sanación, pero algo en mi interior me decía que aún había más por hacer.Mientras seguía caminando, sentí una punzada de anhelo en mi pecho. Quería más. Quería hacer más. El blog había sido una plataforma increíble, pero comenzaba a sentirse como un escudo, una barrera entre mí y las personas que realmente quería ayudar. Quería estar ahí, en carne y hueso, para ofrecer consuelo y guía a quienes lo necesitaban. Quería ser esa persona que pudiera mirar a alguien a los ojos y decirle
-Sé por lo que estás pasando, y estoy aquí para ayudarte a salir adelante
Esa noche, de vuelta en mi pequeño apartamento, no pude dormir. Mi mente estaba llena de pensamientos, de ideas que se entrelazaban y se entrechocaban en una danza caótica.
Cómo podía dar ese paso?
Cómo podía convertir mi deseo en una realidad tangible? Sabía que el camino hacia la recuperación era difícil y que no bastaba con las buenas intenciones. Necesitaba las herramientas adecuadas, el conocimiento necesario para ser una verdadera ayuda y no solo un oído comprensivo.Fue entonces cuando se me ocurrió la idea de estudiar psicología. La idea me asustó al principio.
Realmente podía volver a las aulas después de tantos años?
Podría manejar la presión de los estudios junto con mis propios demonios, que aunque controlados, nunca desaparecían del todo? Pero cuanto más pensaba en ello, más claro se volvía ,este era el siguiente paso en mi viaje. No solo para ayudar a otros, sino también para seguir sanando mi propia alma.Al día siguiente, me sumergí en la investigación. Miré programas de psicología en universidades cercanas, comparé currículums, leí testimonios de estudiantes. Sentía una mezcla de emoción y temor. Las dudas seguían asaltándome,
Y si no era suficiente?
Y si no podía con la carga?
Pero por cada duda, había una respuesta. Recordaba todas las veces que me había sentido incapaz, solo para descubrir que era más fuerte de lo que pensaba. Había salido del abismo una vez, y sabía que podía enfrentar cualquier reto que se me presentara.Finalmente, decidí inscribirme en un programa de grado en psicología en una universidad cercana. El proceso de inscripción fue largo y tedioso, lleno de formularios y requisitos, pero cada pequeño paso que daba me acercaba más a esa visión que había comenzado a formarse en mi mente. Imaginaba cómo sería sentarme en un salón de clases nuevamente, rodeada de estudiantes más jóvenes, inmersa en libros de texto y teorías complejas. Pero más que nada, imaginaba el día en que podría usar ese conocimiento para hacer una diferencia real en la vida de alguien más.

la libertad de ser yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora