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Al día siguiente, me sentí decidida a resolver el conflicto de manera madura. Contacté a Thiago y le propuse encontrarnos en un lugar neutral, un pequeño café al que ambos solíamos ir, para hablar y aclarar las cosas.Cuando nos encontramos, ambos estábamos un poco tensos, pero había un deseo mutuo de resolver la situación. Nos sentamos en una mesa apartada, y, después de un breve momento de silencio, comencé a hablar.
-Thiago, me siento mal por cómo manejamos la discusión de ayer,
dije, con sinceridad.
-No quería que se convirtiera en un conflicto. Creo que ambos estamos apasionados por la fotografía, y eso a veces puede llevarnos a tener opiniones fuertes. Pero creo que deberíamos encontrar una manera de combinar nuestras ideas, en lugar de verlas como opuestas.
Andrés me miró, su expresión relajándose gradualmente.
-Tienes razón,
dijo asentando. -También me siento mal por cómo reaccioné. A veces, cuando me siento frustrado, me cuesta comunicarme de manera efectiva. Lo último que quiero es que nuestras diferencias se interpongan en lo que tenemos.
Ambos compartimos nuestras perspectivas y llegamos a un entendimiento mutuo. Acordamos que, aunque nuestras visiones podían ser diferentes, era posible encontrar un equilibrio que combinara nuestras fortalezas. La conversación no solo resolvió el conflicto, sino que también nos acercó más, mostrándonos cómo nuestras diferencias podían ser una fortaleza en lugar de una debilidad.Después de nuestra charla, volvimos a trabajar en el proyecto fotográfico con una renovada energía y un enfoque colaborativo. La experiencia nos enseñó mucho sobre la importancia de la comunicación y la flexibilidad en una relación.

la libertad de ser yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora