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Los meses pasaron y Atenea continuó su camino de sanación con determinación. Se inscribió en el curso de fotografía y, aunque tuvo momentos de duda, nunca se dio por vencida. Cada sesión era una mezcla de desafíos y triunfos, y con el tiempo,  Atenea empezó a hablar con más confianza sobre su vida, sus metas y sus sueños. Su ansiedad, aunque todavía presente, ya no dominaba su existencia.Un día, Atenea llegó a la sesión con una carpeta llena de fotografías.
-Quería mostrarte lo que he estado haciendo,
dijo, con una mezcla de orgullo y nerviosismo.Abrí la carpeta y me encontré con una serie de imágenes impresionantes.
Cada fotografía contaba una historia, capturando momentos cotidianos con una sensibilidad que reflejaba no solo su ojo artístico, sino también su evolución personal. Había paisajes urbanos bañados en la luz suave del atardecer, retratos de personas que irradiaban emociones profundas, y escenas de la naturaleza que transmitían una calma serena. Pero lo que más me impresionó fueron las imágenes que parecían íntimas, casi vulnerables, como si Atenea hubiera logrado plasmar en ellas algo de sí misma.
-Atenea, estas fotos son increíbles
dije, sin poder ocultar mi asombro.
-Tienes un verdadero talento. Puedes ver en cada imagen el cuidado y la emoción que has puesto en ellas.
-Cómo te sentiste al tomar estas fotos?
Atenea sonrió con modestia, pero había un brillo en sus ojos que no había visto antes.
-Fue… liberador respondió.
-Cuando salgo con la cámara, es como si pudiera ver el mundo de una manera diferente. Estoy tan concentrada en capturar el momento, en encontrar la belleza en lo que me rodea, que mi mente no tiene espacio para la ansiedad. Es como si, por primera vez, pudiera ser yo misma sin el miedo constante de que algo malo va a pasar.
La escuché con atención, sintiéndome profundamente conmovida por sus palabras. El progreso de Atenea no solo se reflejaba en su capacidad para manejar su ansiedad, sino también en cómo estaba redescubriendo y cultivando partes de sí misma que habían estado reprimidas durante tanto tiempo. Su pasión por la fotografía se había convertido en una vía de expresión y sanación, un puente entre su mundo interior y el exterior.
-La fotografía se ha convertido en algo más que un pasatiempo para ti,
observé.
-Parece que es una forma en la que puedes reconectar contigo misma, explorar tus emociones y, al mismo tiempo, encontrar una nueva manera de interactuar con el mundo.
-Has pensado en lo que quieres hacer con este talento?
Atenea se quedó pensativa por un momento, como si estuviera sopesando una idea que aún no había compartido con nadie. -Sí, he estado pensando mucho en eso
admitió.
-Quiero hacer algo más con mi fotografía. No sé exactamente qué aún, pero siento que esto es solo el comienzo. Quizás podría hacer una exposición algún día, o trabajar en un proyecto que signifique algo para mí… No estoy segura, pero por primera vez en mucho tiempo, siento que tengo un futuro, algo por lo que estoy emocionada.
Su entusiasmo era palpable, y me llenó de alegría ver cómo la esperanza y la pasión comenzaban a sustituir la ansiedad que antes la dominaba.
-Me parece una idea maravillosa
le dije.
-Y me encantaría ayudarte en lo que necesites para llevar a cabo ese sueño. El hecho de que ya estés pensando en el futuro, en cómo puedes compartir tu arte con los demás, es una prueba de lo lejos que has llegado. Y no olvides que esto es solo el principio. Tienes todo el tiempo del mundo para explorar y descubrir qué es lo que realmente quieres hacer con tu fotografía y con tu vida.
A lo largo de las siguientes sesiones, Atenea y yo seguimos trabajando en sus metas a largo plazo. Cada vez se mostraba más confiada, más segura de sí misma y de lo que quería lograr. Decidió participar en concursos locales de fotografía y comenzó a compartir su trabajo en línea, recibiendo comentarios positivos que reforzaron aún más su confianza. Su círculo social también empezó a expandirse, al conocer a personas con intereses similares en el curso de fotografía.Lo que me sorprendió más fue el impacto que esto tuvo en su vida cotidiana. Las situaciones que antes desencadenaban su ansiedad, como hablar en público o enfrentarse a entornos desconocidos, comenzaron a resultarle menos abrumadoras. Estaba utilizando las técnicas que habíamos trabajado en terapia, no solo para manejar su ansiedad, sino también para impulsarse a sí misma hacia nuevas experiencias.Uno de los momentos más memorables ocurrió cuando Atenea decidió dar una charla en el curso de fotografía sobre su proceso creativo y cómo la fotografía la había ayudado a manejar su ansiedad. Me lo contó en nuestra siguiente sesión, con una mezcla de emoción y nerviosismo.
-Nunca pensé que sería capaz de hablar frente a un grupo de personas sobre algo tan personal me dijo.
-Pero lo hice. Estaba nerviosa, claro, pero cuando comencé a hablar, me di cuenta de que no tenía que ser perfecta. Solo tenía que ser yo misma. Y fue… liberador. La gente fue tan comprensiva y algunos incluso compartieron sus propias experiencias. Me hizo darme cuenta de que no estoy sola, que hay muchas personas que también luchan con cosas similares.
Mi corazón se llenó de orgullo y admiración por Atenea. Su viaje desde la joven asustada que conocí en la primera sesión hasta la mujer valiente y creativa que ahora hablaba de sus experiencias con tanta autenticidad, era nada menos que inspirador.
-Atenea, lo que has hecho es increíble
le dije con sinceridad. -No solo has encontrado una manera de manejar tu ansiedad, sino que también has comenzado a transformar esa experiencia en algo que puede inspirar y ayudar a otros. Eso es un logro enorme, y deberías sentirte muy orgullosa de ti misma.
Atenea asintió, y aunque había lágrimas en sus ojos, su sonrisa era radiante.
-Lo estoy
dijo suavemente.
-Y sé que aún queda camino por recorrer, pero ya no siento que esté caminando sola. Siento que he encontrado mi lugar, mi voz, y eso me da fuerzas para seguir adelante.

la libertad de ser yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora