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Después del tenso encuentro en la fraternidad, Bradley y Max dejaron de hablarse por completo. Cada vez que se cruzaban en los pasillos de la universidad o en alguna fiesta, no intercambiaban palabras, solo miradas furtivas que ninguno se atrevía a sostener por mucho tiempo. Sin embargo, esa tensión no desaparecía, solo se volvía más intensa con cada encuentro silencioso, como una llama que no terminaba de apagarse.

Una tarde, durante un evento en la universidad, Bradley comenzó a sentirse abrumado. El bullicio, las luces, las voces... todo comenzó a cerrarse sobre él. Su respiración se volvió errática, y sintió que el mundo a su alrededor empezaba a girar. Los murmullos de las personas se convertían en un zumbido insoportable en sus oídos. Intentó encontrar una salida, pero todo se volvía borroso. Sus manos temblaban, y el pánico comenzó a apoderarse de él.

Justo en ese momento, Max lo vio desde el otro lado del salón. Algo en la expresión de Bradley lo alertó al instante, y sin pensarlo dos veces, atravesó la multitud para llegar hasta él. Sin decir una palabra, tomó a Bradley del brazo y lo guió hacia la puerta más cercana. Los dos se escabulleron rápidamente, alejándose del bullicio y el caos. Max, sabiendo que Bradley necesitaba un lugar tranquilo, lo llevó hasta la sala del conserje, un pequeño espacio apartado que casi nadie usaba.

Una vez dentro, Max cerró la puerta detrás de ellos, dejando fuera el ruido ensordecedor del evento. Bradley se desplomó contra la pared, su respiración aún descontrolada. Max se arrodilló frente a él, tomando su mano con firmeza pero con cuidado, tratando de anclarlo a la realidad.

—Bradley, mírame —le dijo en voz baja, con una calma que contrarrestaba el caos que había en los ojos del castaño—. Respira conmigo, ¿de acuerdo? Entra y sale... así, lentamente.

Bradley, a pesar del pánico que lo invadía, intentó seguir las instrucciones de Max. Poco a poco, el ritmo de su respiración comenzó a estabilizarse, y la presión en su pecho se fue aliviando. La calidez de la mano de Max en la suya, y la firmeza de su voz, le dieron el ancla que necesitaba para no perderse en el abismo de su ataque de pánico.

El silencio entre ellos era denso, pero cargado de una nueva comprensión. Max no lo soltó hasta que estuvo seguro de que Bradley estaba mejor. Por un momento, los dos se quedaron allí, sin decir nada, pero con una conexión que no necesitaba palabras.

—Max, yo... —Bradley comenzó, su voz temblando ligeramente, luchando por expresar lo que sentía.

—Shh, todo está bien. Prometo que no se lo diré a nadie, esto quedará entre nosotros, ¿sí? —lo interrumpió Max suavemente, sus ojos reflejando una sinceridad inquebrantable.

Bradley lo miró a los ojos, buscando alguna señal de burla o traición, pero solo encontró comprensión. Con un suspiro profundo, asintió, confiándole a Max algo tan íntimo como sus ataques de pánico, algo que jamás había compartido con nadie, y mucho menos con alguien que consideraba su enemigo.

—¿Ya te sientes mejor? —preguntó Max después de unos minutos. Ambos se habían sentado uno al lado del otro, sus cuerpos casi tocándose, el espacio entre ellos reducido a nada.

—Sí, ya puedo respirar con normalidad —respondió Bradley, restregando sus manos por su rostro, tratando de borrar cualquier rastro de su vulnerabilidad.

—¿Te pasa seguido? —Max preguntó sin pensarlo, pero se detuvo al ver la mirada confundida de Bradley—. Quiero decir, estos tipos de ataques, ¿te suceden seguido?

Bradley suspiró, sintiendo cómo sus manos comenzaban a temblar de nuevo. Max, notando su angustia, tomó una de sus manos con nerviosismo, dándole el valor para continuar.

—Hace meses que no me pasaba... —Bradley comenzó a hablar, su voz llena de amargura y frustración—. Los X Games, las trampas y estrategias, la atención de la gente, la popularidad, la victoria... todo eso mantenía mi mente ocupada. Pero... cuando era un niño, solía pasarme más seguido de lo que crees. Tener el peso de un apellido de renombre es más complicado de lo que parece. 'Bradley, no puedes comer dulces', 'Bradley, no juegues con esos niños de clase baja', 'Bradley, debes ir a clases de piano, violín, baile contemporáneo y arte', 'Bradley, debes ser el promedio más alto', 'Bradley, te casarás con una mujer de renombre en el futuro, no permito desviados'. Siempre fue así, hasta que llegué aquí...

Bradley hizo una pausa, sus ojos se oscurecieron con recuerdos dolorosos. Max lo escuchaba en silencio, sin soltar su mano, dándole el apoyo que el castaño necesitaba para continuar.

—Por primera vez en mi jodida vida, me sentí libre aquí. Ser admirado, reconocido y valorado por algo que amaba me hacía tan feliz que los ataques desaparecieron. Ya no me sentía solo... pero luego llegaste tú.

Esas últimas palabras fueron dichas con tanta amargura que Max sintió un nudo en el estómago. Bradley soltó bruscamente la mano de Max, mirándolo con una mezcla de resentimiento y dolor.

—Tú arruinaste todo lo que yo era, con tus perfectos trucos, tu perfecta manera de manejar la patineta y todo lo demás. Parecías un prodigio, además de esa apariencia de chico malo e idiota que te cargas.

—¡Oye! Yo no soy un idiota —protestó Max, sorprendido por la intensidad de las palabras de Bradley.

—¡Claro que lo eres, idiota! Max Goof, solo viniste a arruinar mi vida, y aún así tienes el descaro de querer ayudarme. ¡¿Por qué lo haces?! —Bradley lo agarró con fuerza por la chaqueta, acercándolo peligrosamente a él, su voz cargada de rabia contenida—. ¡¿Por qué me ayudas?! ¡¿Por qué?!

—¡No lo sé, solo quiero hacerlo! —exclamó Max, sus ojos ardiendo con la misma intensidad que los de Bradley.

El silencio que siguió fue tan denso como el anterior, pero esta vez cargado de una electricidad palpable. Sin pensar, movido por la mezcla de emociones que bullían en su interior, Bradley cerró la distancia que quedaba entre ellos y atrapó los labios de Max en un beso desesperado. Fue un beso lleno de rabia, confusión y una necesidad reprimida que ninguno de los dos había reconocido hasta ese momento.

Max, sorprendido por la acción, se quedó inmóvil por un segundo, pero luego respondió con la misma intensidad, como si ese beso fuera la única forma de liberar la tensión que había estado acumulándose entre ellos durante tanto tiempo. Sus manos se aferraron a la chaqueta de Bradley, mientras este hundía los dedos en el cabello de Max, profundizando el beso, ambos perdiéndose en esa mezcla de sentimientos encontrados.

El mundo exterior dejó de existir para ellos, y por unos instantes, solo importó el calor del otro, el alivio momentáneo de encontrar en el otro una especie de refugio en medio del caos que se había vuelto su relación.

El mundo exterior dejó de existir para ellos, y por unos instantes, solo importó el calor del otro, el alivio momentáneo de encontrar en el otro una especie de refugio en medio del caos que se había vuelto su relación

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PRETTY PLEASE ᵐᵃˣˡᵉʸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora