🏆-XXII-🛹

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Por la mañana, Max y Bradley dejaron la habitación en la que habían pasado la noche, entre risitas contenidas y miradas cómplices. La cara de asco del recepcionista les resultaba un entretenimiento más, algo que Max había planeado cuidadosamente desde su llegada. Quizá Bradley solo se rió al notar el gesto altanero del más joven, pero para Max, la satisfacción era doble. El enfrentamiento que había tenido con el hombre la noche anterior cuando llegaron lo había dejado con una meta clara: hacer que ese tipo escuchara exactamente lo que había pasado en la habitación.

—Que tengan un buen día —murmuró el recepcionista, con la voz cargada de disgusto, como si cada palabra fuera un esfuerzo titánico.

—Créeme que lo tendremos —respondió Max con una sonrisa cínica, y, para su propio deleite, deslizó su mano descaradamente alrededor de la cintura de Bradley, quien, sorprendentemente, no lo rechazó.

El mayor se limitó a sonreír y, con su habitual amabilidad, agregó:

—Buen día.

Max apenas contuvo la risa mientras caminaban hacia la salida. Una vez fuera de la posada, el aire fresco los envolvió, y Bradley no tardó en cuestionar lo que acababa de suceder.

—¿Me vas a explicar qué fue todo eso? —preguntó, divertido pero también intrigado, sin apartar los ojos de Max.

—Solo una pequeña lección para un Boomer que necesitaba entender con quién estaba tratando —respondió Max con un orgullo evidente en la voz, antes de plantar un rápido beso en la mejilla de Bradley.

—Debiste dármelo más cerca... —insistió Bradley, con una coquetería que Max estaba comenzando a adorar.

—Como quieras —Max no perdió el tiempo y, con una mano firme en la cintura de Bradley, lo acercó a él para besarlo en los labios. Fue un beso profundo, cargado de esa sensación de libertad que habían encontrado juntos, sin importarles quién estuviera mirando, sin preocuparse por las reacciones de otros. Solo existían ellos dos, y el momento.

—Me gustas tanto... —susurró Max, aún con los labios rozando los de Bradley, como si las palabras flotaran en el aire entre ellos.

—Y tú a mí, demasiado —confesó Bradley finalmente, logrando que el corazón de Max latiera con fuerza.

Ambos quedaron unos segundos mirándose, como si el mundo alrededor se hubiera detenido. Los sentimientos que habían estado floreciendo lentamente en los últimos días ya no podían ocultarse. Cada gesto, cada palabra, era un paso más en la dirección que ambos sabían que querían tomar.

Max fue el primero en romper el silencio.

—¿Te parece si buscamos un lugar para desayunar? Ya me dio hambre —dijo con una sonrisa despreocupada, como si el momento anterior no hubiera sido un punto de inflexión en su relación.

Bradley rió ante el cambio de tema, admirando lo rápido que Max podía oscilar entre lo romántico y lo práctico. Esa era una de las muchas cosas que lo hacían tan... Max.

—Me parece, yo también estoy muriendo de hambre —dijo Bradley, masajeando ligeramente su estómago. Pero antes de que pudiera decir algo más, Max volvió a inclinarse hacia él, besándolo de nuevo, esta vez con más intensidad.

—¿Y eso? —preguntó Bradley, con una sonrisa pícara.

—Solo quería dártelo —respondió Max con simplicidad, encogiéndose de hombros.

Sin poder resistirse, Bradley hizo lo mismo, pero asegurándose de que el beso fuera más prolongado, más profundo.

—¿Y eso? —preguntó Max, repitiendo la pregunta con una sonrisa.

PRETTY PLEASE ᵐᵃˣˡᵉʸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora