🏆-XI-🛹

426 45 11
                                    

Al finalizar las clases, Max y sus amigos decidieron ir al bar de siempre. Los chicos le habían insistido tanto al pelinegro para que aceptara ir que finalmente cedió. Hacía tiempo que no pasaban tiempo de calidad juntos, y los extrañaba más de lo que había admitido. Así que, mientras escuchaban a Mocha en vivo y disfrutaban de unos nachos —con extra queso para Bobby— se pusieron al día y no pararon de reírse ni un solo momento.

—Los extrañé, chicos—dijo Max con sinceridad, regalándoles una genuina sonrisa.

—Nosotros a ti, viejo—respondió Bobby, levantando su bebida en un brindis informal—. No era lo mismo sin ti. Este gordito—añadió abrazando a P.J.—solo habla del chacra y de lo bella que es su novia.

—Yo solo digo verdades—replicó P.J., ofendido mientras empujaba a Bobby—. Que no te gusten es otra cosa. Tu energía está manchada, Bobby.

—Sí, con tanto queso que como. Pero la tuya está manchada por todo lo que...

— ¡Ya, chicos! —intervino Max, divertido—. Calma. ¿Qué les parece si en lugar de pelear pedimos otra ronda de nachos?

La idea fue recibida con entusiasmo, y pronto volvieron a reír y disfrutar de la compañía mutua. Sin embargo, más tarde, un grupo de chicas se acercó a Max, algo que sus amigos ya veían como una constante. Sabían que su amigo era guapo y que siempre atraía las miradas, aún más desde que venció a Bradley. Pero lo que realmente los sorprendió fue que Max rechazara a todas y cada una de las chicas, desde la más atractiva hasta la menos agraciada.

—Viejo, ¿qué es lo que te pasa? —preguntó Bobby, desconcertado—. Quiero decir... tú nunca rechazas una invitación a bailar o a pasar la noche con alguna de esas nenas. ¿Te sientes bien?

Max se quedó pensativo por un momento. Era cierto, estaba rechazando a todas esas chicas como si de repente hubieran dejado de interesarle. Y en cierto sentido, así era. Desde que Bradley comenzó a llamar su atención, había estado ignorando a cualquiera que se le acercara con otra intención. Ni siquiera había sentido la necesidad de coquetear con nadie más. ¿Qué le estaba pasando? ¿Acaso se estaba volviendo loco?

—Claro que me siento bien—respondió finalmente, tratando de sonar confiado—. Es solo que estoy en un punto de mi vida en el que comienzo a priorizar otras cosas, ya saben.

Sus amigos intercambiaron miradas, pero decidieron no presionar más. La noche continuó tranquila, hasta que un grupo de chicos entró al bar, captando la atención de todos.

— ¡Max! —la voz de Tanque resonó en el lugar, casi ahogando el bullicio. Todos se quedaron en silencio, observando la interacción con creciente curiosidad—. Vengo a ofrecerte un trato.

El pelinegro frunció el ceño, algo confundido, y miró a sus amigos, que estaban igual de desconcertados. Aun así, se levantó y se plantó frente al hombre más alto, tratando de ignorar la sensación de intimidación que sentía.

— ¿De qué se trata? —preguntó, directo.

—Sé que recuerdas perfectamente lo que sucedió hace unos meses durante los X-Games—comenzó Tanque, cruzándose de brazos. Max asintió, mientras sus manos también se cruzaban, reflejando su incomodidad—. Y también sé que odias a Bradley Uppercrust III tanto como nosotros.

Un coro de murmullos y susurros recorrió el bar, pero Max no escuchaba nada más que la voz de Tanque. El odio hacia Bradley que había mencionado, ese sentimiento que había alimentado durante tanto tiempo, ahora le parecía lejano, casi irrelevante. No podía negar que Bradley le había hecho la vida imposible, pero también sabía que algo dentro de él había cambiado. Ya no sentía odio, ni siquiera resentimiento. Era algo más complejo, algo que no podía describir con exactitud, pero odio seguro que no era.

—No tengo tiempo para sentir esas clases de emociones hacia alguien que ya está en la mierda— contestó Max, su voz firme, pero sin la dureza de antes—. Lo de los X-Games ya pasó. Bradley quedó en ridículo frente a toda la universidad, y quizá frente al mundo. ¿No crees que es suficiente castigo?

— ¡No! —exclamó Tanque, su voz llena de rabia—. Yo también fui humillado, y casi muero por seguir sus idioteces. Y al muy hijo de puta ni siquiera le importó. Ese tipo no tiene escrúpulos, Max. Es un maldito que solo piensa en él y en ganar. Si puede darte una puñalada en la espalda, lo hará sin dudar. Él merece la peor de las torturas, y créeme, yo le enseñaré lo que es sentirse al borde de la muerte, como él me hizo sentir a mí.

Max dio un paso hacia adelante, sin pensar, y agarró el brazo de Tanque con fuerza, olvidándose de la diferencia de tamaño y fuerza entre ambos.

—No te atrevas—advirtió, su voz baja, pero cargada de seriedad—. Deja en paz a Bradley. Todo lo que pasó en esos malditos juegos quedó en el pasado. No te metas con él.

Tanque lo miró con una mezcla de sorpresa y burla, y se soltó del agarre con un movimiento brusco.

— ¿Ya te lavó el cerebro, no es así? —cuestiono con un tono burlón—. Max, Bradley Uppercrust es capaz de entregar el culo para que estés de su lado. Es capaz de todo para que confíes y lo ames solo a él. Crees que lo conoces, puedo verlo en tus ojos, pero te aseguro que nadie lo conoce más que yo. Si cambias de opinión...

Tanque sacó un papel y se lo tendió a Max, quien lo tomó con cierta duda.

—Es el número de nuestra fraternidad—continuó Tanque—. Si quieres unirte al plan y hundir a Bradley Uppercrust III para siempre, llámame sin dudarlo.

Sin esperar respuesta, Tanque y los demás salieron del bar, dejando a todos los presentes consternados por lo que acababa de ocurrir. Pero aún más por las palabras que Max había soltado en defensa de su supuesto peor enemigo.

— ¿Vas a explicarnos qué fue todo eso? —preguntó Bobby, sacando a Max de sus pensamientos.

—Y no aceptamos un no por respuesta—añadió P.J., con una seriedad que rara vez mostraba—. Esto que pasó sobrepasa todos los límites de lo que nuestras mentes pensaron que ocurría contigo. ¿Qué está pasando entre Bradley y tú? Y queremos la verdad.

Max nunca se había sentido tan acorralado como en ese momento. Su corazón latía con fuerza mientras buscaba una respuesta en su mente, una que pudiera explicar lo que ni él mismo entendía del todo. Pero sabía una cosa con certeza: ya no podía seguir ignorando lo que realmente sentía.

 Pero sabía una cosa con certeza: ya no podía seguir ignorando lo que realmente sentía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
PRETTY PLEASE ᵐᵃˣˡᵉʸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora