🏆-VIII-🛹

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Las manos de Bradley temblaban con nerviosismo mientras se preparaba para algo que nunca había pensado que haría. Haber pasado la noche con Max había sido lo mejor que le había sucedido en sus veinte años de vida, y aunque seguía albergando cierto resentimiento hacia el pelinegro, no podía negar lo mucho que lo había disfrutado. No quería perder esa sensación, así que decidió citar a Max en la terraza de la universidad en plena madrugada para hacerle una propuesta que no sabía cómo podría ser recibida, algo que podría cambiar todo entre ellos.

Por su parte, Max subía las escaleras con el corazón latiendo rápido en su pecho. Hace más de dos semanas que no veía al mayor, y la idea de que Bradley pudiera desaparecer de nuevo le resultaba insoportable. Así que, a pesar de los nervios, no iba a dejar pasar esta oportunidad que el mismo Bradley le estaba dando.

Al llegar, abrió la puerta con cuidado y lo vio de espaldas, mirando hacia el cielo con una botella de cerveza en la mano. Sin decir nada, Max se acercó y se puso a su lado en silencio. Bradley, consciente de su presencia, le ofreció la botella sin mirarlo. Max la tomó con gusto y le dio un sorbo.

— ¿Y bien? —rompió el silencio Max después de un segundo trago—. ¿Para qué me citaste aquí?

Bradley giró la cabeza y lo miró con una seriedad que Max no había visto antes.

—Quiero ofrecerte un trato que podría beneficiarnos a ambos, pero con ciertas... limitaciones —dijo con una firmeza que hizo que el ambiente se tensara aún más.

— ¿Y cuál sería ese trato beneficioso, Brad? —preguntó Max con una sonrisa burlona, sabiendo que el apodo normalmente irritaba a Bradley. Pero, para su sorpresa, el mayor no se enfureció como siempre, solo negó con la cabeza y suspiró profundamente.

—Esa noche estuvo bien para mí... —confesó Bradley, su voz grave y controlada—. Y me gustaría repetirlo unas cuantas veces más. ¿Qué opinas?

El tono autoritario de Bradley hizo que Max se cuestionara si estaban negociando o si el mayor simplemente le estaba imponiendo su voluntad. Incapaz de evitarlo, soltó una risa, no de burla, sino de incredulidad.

— ¿De qué te ríes, novato? —espetó Bradley, su tono a la vez defensivo e inseguro—. ¿Crees que esto es fácil? Si no quieres, solo tienes que...

No pudo terminar la frase porque Max lo interrumpió con un beso, tomando su cintura con una mano firme mientras la otra acariciaba su mejilla con sorprendente ternura.

—Acepto el trato, sin dudarlo —susurró Max contra sus labios, sin alejarse demasiado—. Cuando quieras y donde quieras. Estoy dispuesto a todo si se trata de estar a tu lado.

El corazón de Bradley latió tan fuerte que pensó que Max podría escucharlo. Avergonzado por su propia reacción, empujó a Max lejos y le dio la espalda, sus mejillas ardiendo.

— ¡Deja de burlarte de mí, imbécil! —gritó, sin atreverse a mirarlo, temiendo que el menor viera lo afectado que estaba.

—Oh, vamos, sabes que te gusto —replicó Max con picardía, una sonrisa traviesa curvando sus labios.

—Claro que no. ¿Cómo me va a gustar un perro pulgoso y asqueroso como tú?

—Auch, vamos Brad, déjate querer —dijo Max mientras se acercaba lentamente y lo abrazaba por la espalda, su aliento cálido rozando la oreja de Bradley—. No tienes idea de cuánto me pone que me trates así, parezco un jodido masoquista —susurró antes de morder suavemente su oreja y bajar hasta su cuello, dejando besos ligeros en su piel—. Me encanta tu olor.

—Max~ —Bradley apenas pudo contener el gemido que se le escapó, muriendo de vergüenza en el proceso.

—Dime dónde y estaré allí. No importa el día o la hora, yo estaré.

—En mi fraternidad... Yo te llamaré —respondió Bradley, separándose bruscamente, deseando huir de la situación que lo sobrepasaba, pero la mano de Max lo retuvo antes de que pudiera hacerlo—. Novato, ¿qué...?

Un último beso lo interrumpió, un beso que se sintió como una promesa.

—Nos veremos, bonito —dijo Max, guiñándole un ojo y regalándole una sonrisa que hizo que el corazón de Bradley volviera a latir con fuerza.

—Idiota —murmuró Bradley antes de darse la vuelta y marcharse apresuradamente, su corazón golpeando en su pecho por culpa de ese maldito perro pulgoso que, para su desesperación, parecía tener cada vez más poder sobre él.

—Idiota —murmuró Bradley antes de darse la vuelta y marcharse apresuradamente, su corazón golpeando en su pecho por culpa de ese maldito perro pulgoso que, para su desesperación, parecía tener cada vez más poder sobre él

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