Capítulo 26

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Es noche cerrada cuando noto unas manos subir por mis piernas, esta noche hace calor y las sábanas descansan a los pies de la cama

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Es noche cerrada cuando noto unas manos subir por mis piernas, esta noche hace calor y las sábanas descansan a los pies de la cama. El camisón de seda se me ha subido hasta las caderas y mi piel arde en contacto con sus caricias.

Apenas dura unos segundos y tengo la sensación de haberlo soñado, pero unos labios recorren el mismo camino que hicieron antes las manos callosas que tan bien conozco. Y se que es real, está aquí conmigo, separo mis piernas en una invitación silenciosa y un gemido ronco rompe el silencio de la noche.

Sus manos vuelven acariciarme el cuerpo, subiendo por mi vientre mientras su boca se acerca peligrosamente al centro de mi feminidad, tan deseosa de sus atenciones. Cuando llega a agarrarme de los pechos me arqueo en la cama, suplicando más.

En el momento que siento su aliento en mi clítoris, un jadeo escapa de mi boca y bajo mi mano para entrelazar mis dedos por su cabello, apretándolo contra mi sexo.

No necesitamos palabras para saber lo que desea el otro. Su lengua busca el lugar más oculto de mi cuerpo para darme placer, me penetra en una lenta caricia, sin prisas, saboreando los jugos de mi excitación.

Su mano se estira hasta llegar a mi boca y me acaricia los labios, como pidiéndome permiso para entrar, y yo se lo concedo. Saco mi lengua y les doy un lametón, agarrando su brazo con ambas manos mientras empapo bien los dedos con mi saliva, chupándolos en mi boca.

Empiezo a retorcerme de placer al sentir sus labios chupar mi clítoris con la misma urgencia, cuando su mano se escurre de mis brazos y busca introducirse en algún agujero de mi cuerpo.

Se separa de mí, y yo aguanto la respiración a la espera de volver a sentirlo.

—No puedo ser delicado, Patrizia, hoy no —su voz ronca, rasga el aire al pasar por su garganta, y me humedece aún más.

Lo conozco, sé a qué se refiere.

—Llévame a tu despacho.

Me alza de la cama sin esfuerzo, me acurruca en su pecho mientras camina. Con un brazo bajo mis rodillas y el otro rodeándome la cintura. No hay lugar más seguro en este momento, rodeo su cuello con mis brazos y beso su garganta, haciéndolo temblar.

No tardamos más de treinta segundos en llegar a su sala privada, la casa está desierta, ni siquiera se que hora es. Me deja en el suelo nada más pasar la puerta y camino hasta el centro de la habitación, Dante me observa desde la puerta, quitándose la corbata y desabrochando el cuello de su camisa. No lleva la chaqueta y la camisa negra está remangada sobre los antebrazos. Estamos en penumbra pero puedo distinguir su figura en la oscuridad.

Da dos pasos en mi dirección y se detiene, mirándome de arriba abajo, sus ojos negros me ponen nerviosa y su mandíbula apretada, me hace retroceder.

—Girate, y pon tus manos a la espalda.

Obedezco pero me extraña que no me ate las manos, lo miro por encima de mi hombro para comprobarlo, y recibo un azote en mis nalgas como castigo.

Secretos con el señor de la mafia (+18) [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora