III

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Lauren no podía creer que hubiera vuelto a cocinar. Y por Camila. Bueno, técnicamente, no lo había hecho por ella, sino por la horrible sensación que se instaló en su pecho debido a su comportamiento con la chica de cabello castaño. Una sensación de arrepentimiento mezclado con culpabilidad que hace mucho no sentía ni por nada ni por nadie. De seguro el haber estado comportándose como una cretina desde que conoció a Camila le había pasado la cuenta a su mente y por eso se había sentido tan mal después de estallarle un huevo en la cabeza. Lo que sí tenía claro era que había sido cosa de una sola vez, eso seguro. Reprimió una sonrisa al recordar la expresión en el rostro de Camila cuando se dio la vuelta para enfrentarla. La intensa mirada que le dieron esos ojos marrones removió algo en el interior de Lauren despertando una pequeña chispa de deseo.

Durante milisegundos, Lauren se planteó dejar de lado su mal trato hacia la castaña y rendirse ante la provocación, pero sabía que no sería una buena idea. Se notaba a leguas que Camila no era de las chicas con las que podías tener una sola noche de buen sexo sin tener que lidiar con las consecuencias al día siguiente. Enredarse en algo como eso solo podría traerle problemas. Sobre todo si vivían bajo el mismo techo.

-Estás mucho más callada de lo normal.

Lauren dejó de lado sus pensamientos para prestarle atención a su padre, dándole una mirada de reojo antes de seguir concentrada en su tarea. Estaban en el taller de carpintería de su padre. Michael siempre se había dedicado a trabajar la madera, construyendo y reparando todo tipo de cosas. Era dueño de una pequeña mueblería ubicada en el centro de la ciudad en donde exhibía los muebles que el mismo fabricaba o restauraba. A Lauren siempre le había parecido fascinante el trabajo de su padre, y desde pequeña podía pasar horas ayudándolo en el taller que tenía en casa.

-No tengo mucho que contar.- Dijo sin ánimo en su voz.

Arrugó la nariz mientras seguía esparciendo el barniz con una brocha sobre la madera.

-¿Sabes algo de tu hermano? .- Michael le preguntó cambiando de tema.

Lauren negó con la cabeza.

-No he hablado con él desde la última vez que nos reunimos para cenar.

-Su trabajo lo está consumiendo.- Michael se lamentó.

-No es como si pudiera hacer algo al respecto.- Comentó Lauren.

-Claro que puede.- Su padre discutió viéndola con el ceño fruncido- Si no hace algo pronto terminará por estropear su matrimonio.- Murmuró- Lo digo por experiencia propia.

Lauren se tensó al escuchar sus palabras y apretó con fuerza la brocha que sostenía en su mano. La línea de su mandíbula se acentuó y su respiración se volvió un poco más pesada.

-Tú no tuviste la culpa de nada, papá.- Repitió lo que ya tantas veces le había dicho.

Michael sonrió sin ánimos mientras negaba con la cabeza.

-Eso no es verdad.

El puño de Lauren se estrelló contra la superficie de la mesa de trabajo de su padre haciendo remecer todo lo que había sobre esta. Michael la miró reparando en su molesta expresión.

-¿Cuándo dejarás de responsabilizarte por las acciones de esa mujer? .- Preguntó entre dientes.

-Esa mujer es tu madre.- Michael le recordó, pero a ella no le importó en lo más mínimo.

-Dejó de serlo el día que nos abandonó.- Dijo con amargura.

Justo cuando la rabia y enojo de Lauren comenzaban a crecer, la puerta del taller se abrió y Taylor entró con una enorme sonrisa en el rostro. El gesto flaqueó en cuanto se dio cuenta de lo tensos que se encontraban su hermana y su padre.

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