Gregory House caminaba con su característico bastón hacia la entrada principal del hospital Princeton-Plainsboro, sus ojos fríos y calculadores recorriendo el lugar con una mezcla de desprecio y curiosidad. Era la primera vez que pisaba ese hospital, y no podía evitar recordar la oferta que le hicieron años atrás, cuando era joven y ambicioso. Le ofrecieron un puesto en ese mismo hospital, pero él lo rechazó, prefiriendo el caos y la independencia de Nueva York. "Qué desperdicio," pensó mientras entraba.
Las horas parecían arrastrarse en el área de oncología, una atmósfera tensa impregnaba el lugar. Las personas entraban y salían de sus consultas, con expresiones que oscilaban entre la tristeza y el alivio, dependiendo de sus diagnósticos. House suspiró, echando un vistazo a su reloj antes de dirigirse al mostrador de recepción por décima vez. La enfermera, que ya había perdido la paciencia con él, lo miró con una mezcla de aburrimiento y fastidio.
—¿No hay una cola preferencial? No sé si lo notó, pero soy un omega lisiado —dijo House con un tono fingido de pena, levantando su bastón como si fuera una prueba irrefutable.
—Señor, ya le dije que las esperas son por orden de ticket —replicó la enfermera, extendiendo la mano en un gesto para que lo dejara en paz—. Y no, no puede cambiar su turno con otro paciente ni entrar sin que lo llamen o interrumpir otra consulta.
—Claro, parece que tienen las reglas bien claras. ¿Podría escribirlo para no olvidarlo? —soltó House, cargando la frase de sarcasmo. La enfermera solo rodó los ojos y lo ignoró, volviendo a su trabajo.
El personal del hospital ya le caía mal. Demasiado educados, demasiado ordenados. "¿Será posible que este lugar tenga al mejor doctor del mundo?" se preguntó con escepticismo. En su opinión, eso era imposible. Él era el mejor doctor, al menos el mejor diagnosta que trabajaba en un hospital renombrado de Nueva York. Y hace apenas un par de días, había descubierto algo que nadie más había notado: tenía cáncer. Un cáncer raro, difícil de detectar. Claro, no tenía pruebas tangibles, pero con solo observar los síntomas, lo dedujo. Todo lo que necesitaba era la medicina y la firma de algún estúpido doctor para obtenerla.
Resignado, House tomó asiento y observó a la mujer que estaba a su lado. Lucía nerviosa, probablemente acababa de hacerse una prueba de despistaje y ahora sostenía los resultados en sus manos, mirando constantemente su celular. Por su ropa, House dedujo que era oficinista, y al notar el número de su ticket, supo que era el turno antes que el suyo.
Sonrió.
—¿Son sus resultados? —preguntó con una calma fingida, captando la atención de la mujer.
—Oh, soy doctor —continuó, extendiendo la mano para arrebatarle el folder—. Le ahorraré la espera. Debe volver al trabajo antes de que termine su receso, ¿verdad?
La mujer, que estaba a punto de quejarse, se quedó en silencio, insegura de cómo reaccionar.
—Bien, no es nada de qué preocuparse. Solo son piedras lo que causó la sangre en la orina, y son tan pequeñas que no necesita medicación. Pero, si yo fuera usted, evitaría esas píldoras dietéticas. Le van a causar un infarto. Aunque no lo necesita, tiene un buen trasero —añadió House con su inconfundible humor ácido.
Ofendida, la mujer arrancó las pruebas de las manos de House y se levantó rápidamente en dirección a la puerta. House sonrió, satisfecho. "Un número menos," pensó, observando cómo la mujer desaparecía entre la multitud, dirigiéndose al ascensor.
Con la misma táctica, House fue reduciendo el número de pacientes, molestándolos ligeramente y echando un vistazo a sus aburridos resultados, casi como si estuviera en una de esas horas de clínica que tanto odiaba en su propio trabajo. Cuando la enfermera se acercó para llamar al siguiente paciente, se sorprendió al ver que muchos habían desaparecido. Instintivamente, miró a House, que levantó los brazos en señal de inocencia.
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Diagnóstico
FanfictionGregory House, un brillante pero infame diagnósta omega de Nueva York, descubre que tiene cáncer. Esto lo lleva a buscar al mejor oncólogo, el Dr. James Wilson, en el hospital Princeton-Plainsboro. Wilson, un alfa casado, se ve atrapado entre su vid...