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House irrumpió en la oficina de Wilson con su característico desprecio por las formalidades, empujando la puerta de un golpe seco con la punta de su bastón. La puerta rechinó en protesta antes de abrirse de par en par, revelando a un Wilson completamente absorto en los documentos que tenía apilados frente a él. El clic de la puerta resonó en la habitación mientras Wilson, con una expresión de sorpresa inicialmente leve, arqueaba una ceja en clara señal de desaprobación. Su mirada, que había estado concentrada en las palabras impresas sobre el papel, se desvió hacia la imponente figura de House. Dejó caer los documentos con una leve exhalación, como si el aire mismo compartiera su cansancio.

House, con su eterna expresión de indiferencia y su andar descuidado, no perdía el tiempo en formalidades. Se movía con su habitual mezcla de arrogancia y sarcasmo, casi como si estuviera desafiando cada partícula de la atmósfera del lugar. La luz del atardecer que se colaba por las ventanas proyectaba largas sombras sobre el suelo, acentuando el contraste entre la tranquilidad del espacio y la turbulencia que House llevaba consigo.

—House, estoy ocupado —comentó Wilson finalmente, su tono sereno pero con una clara dosis de impaciencia oculta

Sus manos, que momentos antes habían sostenido los papeles con una meticulosidad casi clínica, ahora descansaban con los dedos ligeramente entrelazados, en una postura que sugería una mezcla de resignación y autocontrol.

House, en lugar de responder inmediatamente, se dejó caer en el sofá de cuero marrón situado frente al escritorio de Wilson, como si fuera dueño del lugar. El cuero emitió un crujido leve bajo el peso de su cuerpo mientras él se estiraba perezosamente, ocupando más espacio del necesario, un acto deliberadamente provocador. Ignoró completamente la presencia de Wilson y, en cambio, soltó un suspiro exagerado mientras dirigía su mirada hacia el techo, como si estuviera sumido en sus propios pensamientos.

—Este hospital solo tiene idiotas con bata —masculló con su típico tono de desdén, como si acabara de sentenciar una verdad absoluta.

Wilson parpadeó, sintiéndose ligeramente ofendido por el comentario, aunque sabía que en la mayoría de los casos House no tenía filtro.

—Bien, interrúmpeme mientras trabajo —susurró Wilson con ironía—. Me encanta cuando haces eso.

House lanzó una carcajada amarga, ignorando el tono sarcástico de Wilson. Luego, se giró en el sofá para mirar al techo, con las manos detrás de la cabeza.

—¿Sabías que uno de esos idiotas acaba de casi matar a una paciente? —continuó House, hablando como si Wilson no hubiera dicho nada—. Chase. Joven, rubio, alfa... ¡Claro, alfa! Pensé que al menos sus feromonas compensarían su estupidez, pero no.

Wilson suspiró, sabiendo que este tipo de quejas eran comunes, aunque lo de Chase le llamaba la atención.

—¿Chase? —preguntó, entrecerrando los ojos con curiosidad—. Es uno de los mejores en cirugía.

House hizo un sonido de desdén.

—"Mejor" es un término relativo. Me sorprende que sepa diferenciar una embolia pulmonar de una resaca —resopló House, mirando de reojo a Wilson.

—Suena a que estás de mal humor en tu primer día. ¿Fue tan malo o solo te está molestando que alguien más joven y bien parecido?

House bufó mientras miraba de reojo a Wilson, notando cómo el alfa le daba ahora toda su atención. Incluso podía percibir el ligero cambio en las feromonas de Wilson, una señal clara de que su presencia le afectaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de House. Le encantaba tener ese efecto sobre él, era casi como un juego que siempre lograba ganar.

—Las primeras veces nunca son las mejores—murmuró House, volviéndose a sentar en el sofá con una calma calculada—. No fue difícil la primera vez que engañaste a tu esposa, ¿verdad?

Wilson frunció el ceño, molesto por la provocación, pero rápidamente rodó los ojos, tratando de no entrar en el juego.

—¿Qué te parece si adelantamos tu cita?—respondió Wilson con un tono cargado de ironía—. ¿Cuándo pensabas decirme que tomabas Vicodin?—. El fastidio era evidente en su voz, aunque había algo más ahí, un rastro de preocupación que no podía esconder.

House, completamente relajado, ni siquiera se inmutó ante la reprimenda.

—Debiste suponerlo—replicó, su tono despreocupado y lleno de sarcasmo—. No me digas que pensabas que iba a terapia...

Wilson abrió la boca para replicar, pero recordó los cuatro días en los que había vivido con House, técnicamente. Cuatro días que debieron haber sido suficientes para captar esas señales, para entender lo que realmente ocurría con el omega. Internamente, maldijo su ingenuidad.

—Tienes suerte—dijo finalmente Wilson, mientras sacaba su recetario de uno de los cajones del escritorio—. La inmunoterapia no tiene contradicciones con tu Vicodin—. Su tono era neutral, pero sus manos, un poco más tensas de lo habitual, traicionaban su calma aparente.

House, con un movimiento ágil y cargado de intenciones, se levantó apoyándose en su bastón y se acercó al escritorio de Wilson. La sonrisa traviesa nunca desapareció de su rostro.

—Y ya que estás escribiendo—susurró House, inclinándose levemente sobre el escritorio—, ¿por qué no me recetas más Vicodin?

Wilson soltó un suspiro prolongado, sin apartar la mirada del papel que estaba escribiendo. Su razón le decía que debía negarse. "No", se repetía mentalmente, pero cuando levantó el rostro, House estaba peligrosamente cerca, tanto que sus alientos se mezclaban. Esa cercanía hizo que el rostro de Wilson se sonrojara ligeramente, un impulso instintivo que luchaba por controlar.

—El dolor es insoportable—susurró House en su oído, su voz suave pero con esa carga de provocación tan característica—. Vamos, hasmelo más ameno.

Wilson apretó los labios y cerró los ojos, buscando algo de autocontrol. Como alfa, su instinto estaba al borde del caos, queriendo ceder ante las necesidades del omega frente a él. Durante esos cuatro días, había sentido lo bien que se complementaban sus feromonas, lo perfecto que era el equilibrio entre ellos. Y ahora, con House tan cerca, con su aroma envolviéndolo, la tentación era abrumadora.

Finalmente, tomó aire, decidido a decir que no. Estaba articulando las palabras cuando House soltó la última carta:

—Puedes quedarte una noche más.

Wilson abrió los ojos, completamente sorprendido. La promesa, o la amenaza velada, deshizo cualquier resistencia que pudiera quedarle. Como si estuviera en piloto automático, su mano escribió otra receta, la cual deslizó hacia House sin decir una palabra más.

House sonrió ampliamente, tomando la receta con una satisfacción evidente, casi arrogante. Giró sobre su talón, apoyándose en su bastón con esa elegancia perezosa que lo caracterizaba, pero justo antes de salir de la oficina, se detuvo en la puerta.

—Oh, Wilson—dijo con un tono cargado de sarcasmo y una pizca de burla—. Qué manipulable eres.

Antes de que Wilson pudiera siquiera procesar la frase, House se inclinó hacia él, depositando un beso rápido y despreocupado en su mejilla. El contacto fue breve, pero lo suficientemente descarado para hacer que el alfa se quedara congelado en su silla, sin saber cómo reaccionar.

—Nos vemos luego, doc—añadió House con una sonrisa traviesa, y salió de la oficina sin mirar atrás, dejando a Wilson con la cabeza llena de pensamientos contradictorios y un ligero rubor en las mejillas.

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Capítulo 9
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