6

104 20 3
                                    

Wilson se encontraba de pie frente a la puerta de la casa de House, sintiendo una mezcla incómoda de ansiedad y frustración mientras observaba el timbre. Había pasado ya varios minutos en esa misma posición, con la mano extendida, dudando si debía llamar. Cada vez que intentaba tomar la decisión, la duda se hacía más grande, hasta que la puerta se abrió bruscamente, sobresaltándolo.

—¿Oh, lo siento? —House se apoyaba en su bastón, rodando los ojos con su habitual ironía—. ¿Querías quedarte parado ahí otros diez minutos?

Wilson, atrapado entre la sorpresa y la incomodidad, abrió la boca para preguntar cómo House sabía que había estado ahí tanto tiempo, pero el omega lo interrumpió rápidamente, señalando con su bastón hacia el coche estacionado afuera.

—Escuché el motor de tu coche apagarse —dijo House como si fuera lo más obvio del mundo.

Wilson soltó un suspiro silencioso mientras se tragaba su curiosidad. Aun sin decir nada, cruzó el umbral de la puerta y entró en la casa. Inmediatamente, notó el caos en el interior: montañas de cajas desparramadas por todas partes, algunas apiladas contra las paredes, otras abiertas con libros, cachivaches y ropa amontonada. Era el desorden de alguien que acababa de mudarse pero que aún no había encontrado la energía para organizarse.

House, cojeando hacia una de las cajas, miró a Wilson con una expresión de falsa inocencia.

—¿Vas a quedarte ahí parado como un adorno o vas a ayudar a este pobre y desvalido lisiado? —preguntó, el sarcasmo rezumando en cada palabra mientras fingía levantar una caja.

Wilson, casi sin pensar, fue directo a ayudarlo, atrapado por una fuerza más allá de su control. Era la biología de castas, esa molesta parte de su ser que odiaba tanto como entendía, y lo impulsaba a cuidar de un omega sin siquiera pensarlo dos veces. Así que, sin protestar, comenzó a recoger cajas, subiendo y bajando por las escaleras, sintiendo cómo el esfuerzo físico comenzaba a pesarle en los músculos, mientras House se limitaba a observar con una sonrisa satisfecha en el rostro.

Finalmente, tras lo que parecieron horas, la sala quedó despejada. Wilson se dejó caer en el sofá, exhausto, soltando un largo suspiro mientras miraba el techo. La alfombra debajo de sus pies era de un espantoso azul brillante, un color que no encajaba en absoluto con el resto del lugar, pero que parecía hecho a propósito para irritar a cualquiera con un mínimo de buen gusto.

—¿Qué hora es? —pensó en voz alta, preguntándose si su esposa ya estaría preocupada por su ausencia, o peor, si estaría furiosa porque no le había avisado que llegaría tarde.

El sonido característico del bastón de House golpeando la madera del piso lo sacó de sus pensamientos. Al girar la cabeza, vio al omega acercarse con un vaso en la mano.

—Oh, gracias —murmuró Wilson, agradecido por lo que asumió sería un vaso de agua, tomando un sorbo rápido antes de sentir un ardor punzante en su garganta.

Wilson escupió el líquido de inmediato, tosiendo mientras se llevaba una mano a la boca.

—¿Whisky? —preguntó entre jadeos, mirando a House con una expresión incrédula.

House se dejó caer en el sofá frente a él, con una sonrisa maliciosa en los labios.

—Pensé que lo necesitarías —dijo con un tono que mezclaba diversión y picardía—. La última vez, necesitaste mucho más para intentar montarme.

Wilson sintió cómo sus mejillas se encendían de vergüenza. Se puso de pie abruptamente, decidido a salir de esa casa cuanto antes. No tenía que soportar ese tipo de burlas. Recogió su abrigo del perchero y se dirigió hacia la puerta, pero el aire cambió de repente.

DiagnósticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora