35. Habituarse

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El domingo amaneció tranquilo. Violeta se despertó con los primeros destellos del día, había descansado de maravilla. Hacía tiempo que no dormía tanto, o eso le había parecido a ella, o por lo menos sentirse tan descansada como en ese momento. Su cabeza voló al día anterior, no sabía ni cuando se había dormido pero si la proposición que le había hecho aquella chica. Unos nervios recorrieron su estómago, era una tontería, pero que le pidiera que fuese con ella y su familia a ver a su hermano competir le hizo ilusión. Notó frío a su lado y se giró para ver que efectivamente, Chiara no estaba a su lado. Cogió el móvil para ver la hora, eran las 9.00. Mientras se desperezaba le pareció escuchar lo que eran un par de notas de un piano. Se levantó con curiosidad y se acercó de donde provenía el sonido. Ya no eran un par de notas, era una melodía formada, y como de si de un marinero tripulando un barco acercándose a la isla de las sirenas, siguió el sonido para llegar a una puerta entornada. La empujó y pudo ver a Chiara tocando una melodía y cuando paraba anotaba en una libreta con la lengua fuera. No quería interrumpirla así que la dejó allí y se dispuso a ir a la cocina a preparar el desayuno con la melodía y su voz de fondo.

Al rato unos brazos la rodearon y se dejó hacer. Notaba como la chica que estaba detrás inspiraba su olor para cernirse más sobre ella.

- Buenos días Kiki.

- Buenos días Vivi, no sabía que te habías levantado. ¿Te he despertado?

- Que va, es que cuando he abierto los ojos y me he visto sola me he asustado hasta que he escuchado el piano. Te he visto tan concentrada que no quería molestarte así que he dicho, pues voy haciendo el desayuno.

- Lo siento - le dio un beso en el hombro - es que no podía dormir más. Estaba dándole vueltas a una letra en mi cabeza pero oye así da gusto, me voy a tener que levantar antes más veces a componer.

- Tampoco te aproveches - se giró - ¿muy saturada? - Preguntó refiriéndose a lo que habían hablado el día anterior.

- No, más bien me ha venido la inspiración. - Dijo con una sonrisa.

- Ahora tengo curiosidad.

- Pues hasta que no esté acabada nada. Pero me puedes ayudar a colgar el cuadro que me has regalado cuando acabemos de desayunar y te puedo enseñar algo ¿te parece?

- No sé a que esperas - Respondió metiéndose la mitad de la tostada en la boca mientras Chiara se reía.

Una vez desayunadas se pusieron a dar vueltas por el piso para ver donde podían colgarlo, Chiara decía que en la habitación y Violeta que en el salón, allí se pasaron los minutos discutiendo por donde quedaba mejor hasta que llegaron a un punto en común: el estudio. Era arte como todo lo que componía y tocaba Chiara en aquella habitación, y aunque no lo hiciese con asiduidad, le parecía motivo más que suficiente a Violeta. Chiara asintió dándole la razón. Entraron las dos, con un clavo, un martillo y pensando quien de las dos lo haría. Violeta dio un paso adelante.

- Lo siento no me fio de ti, que seguro que te pillas un dedo o te caes, porque no me parece muy estable a donde te quieres subir.

- Nunca te fias de mi y yo creo que esta mesa aguanta mi peso.

- No lo vamos a comprobar. ¿Aquí te parece bien?

Era un hueco que había entre una estantería y la pared, donde debajo estaba el teclado al lado del escritorio. Chiara asintió, movieron el instrumento por si acaso y Violeta se subió a una silla.

- ¿Aquí qué tal?

- Más a la derecha.

- ¿Aquí?

- Un poco más a la derecha. - Violeta bufó bajándose de la silla moviéndola y se volvió a subir.

- ¿Aquí?

Coches de ChoqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora