Capitulo 4|Segundo cuervo.

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𝔇𝔬𝔪𝔦𝔫𝔦𝔮𝔲𝔢 𝔇𝔦𝔭𝔦𝔢𝔯𝔯𝔬

Mientras bebía mi vaso de whisky todo lo que podía escuchar era la respiración del hombre arrodillado frente a mí, era realmente molesto escucharlo respirar tan ruidosamente.

Sus manos estaban juntas como si estuviera rezando, pero con un claro temblor en ellas, mientras su mirada permanecía fija en mí.

O quizá en el encendedor con el que estaba jugando entre mis dedos.

—Podemos llegar a un acuerdo —habló y la voz le salió temblorosa.

Cariño, cómo te explico que no tengo ningún problema contra tí, solo sigo órdenes.

Le di otro trago a mi bebida mientras encendía y apagaba el encendedor.

Era interesante ver cómo el ser humano cuando estaba en situaciones desesperantes hacía de todo por salir con vida o lograr lo que quiere.

—¿Tú crees? —sonreí levemente.

—¡Sí! Te daré el doble de lo que te estén pagando —suspiré al escuchar su propuesta.

—No eres el primero que me ofrece lo mismo, cher —me crucé de piernas mirándolo—. Las personas de tu clase no entienden que no todo se trata de dinero.

Algunas horas antes

Entré a las instalaciones del MI6 con un café en mano y caminé directamente hacia la sala, sala que parecía ser la favorita de casi todos los agentes o bueno, eso era algo que yo veía.

Luego de la interrupción del día anterior por parte de un agente, en lo que se podría decir un "entrenamiento", fuimos informados de una posible ubicación del señor Lombardi, y el Coronel decidió convocar una reunión al día siguiente para informarles a todos los agentes que estaban involucrados en el caso sobre el Italiano.

—Buenos días —salude amablemente al ingresar.

Podré ser de todo, pero la educación por delante.

Además, así nadie podía decir que no me había esforzado por mantener una relación cordial entre nosotros.

—Buenos días, Comandante —respondieron varios como si estuviesen en un coro, pero con mucha falta de coordinación.

Entre los que me correspondieron en saludo se encontraba el Coronel, definitivamente la pelea entre él y yo había liberado un poco de tensión.

No es que ahora me agrade, en absoluto, y podía asegurar que eso era algo mutuo.

Pero golpearlo había sido muy liberador. A algunas personas les funciona hablar de sus problemas, pero a otras no.

Otras preferimos agarrarlos como un saco de boxeo.

Él comenzó a presentar la situación del caso, exponiendo una imagen en la gran pantalla que teníamos frente a nosotros, la cual nos mostraba una isla en medio del océano, un punto verde diminuto en medio de un inmenso mar azúl.

Expuso el caso explicando que se trataba de una isla no registrada, y que había una gran posibilidad de que encontramos a Lombardi allí.

Observé la pantalla sin sorpresa, pues yo había mandado a investigar embarcaciones que salieran sin previo aviso desde el momento en que el hombre de Lombardi me había dicho: “No creo que te conviertas en una sirena y nades hasta alcanzarlo.”

No podía negar que me parecía realmente irónico que su propia gente lo vendiese tan rápido, ¿Realmente estos eran los sujetos que estaban ocasionando tantos problemas en Londres?

Conocerse (Domisker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora