Capitulo 6|Último cuervo.

121 15 139
                                    

𝔇𝔬𝔪𝔦𝔫𝔦𝔮𝔲𝔢 𝔇𝔦𝔭𝔦𝔢𝔯𝔯𝔬

Estaba caminando hacia mi oficina temporal cuando mi teléfono comenzó a sonar. Mire con fastidio el identificador de llamadas y al ver era Théodore, todo rastro de enojo desapareció de mi cuerpo.

Era increíble como podía tener el peor día y el peor ánimo, pero él siempre lograba que cambiará rápidamente.

Puedo decir, sin duda alguna, que ese hombre ha sido lo mejor que me ha sucedido.

Bueno, él y una pequeña niña de cinco años.

Atendí mientras salía de mi oficina y comenzaba a bajar las escaleras en dirección al estacionamiento. Quería unos mínimos minutos de tranquilidad para hablar con él, y si me quedaba en la oficina eso no sería posible.

—¡No! —se oyó la voz de mi esposo alzada al otro lado de la línea, seguido de un fuerte golpe algo lejano. Claramente algo había sucedido en otra habitación.

—¿Estás bien? —pregunté mientras frenaba mis pasos en uno de los escalones.

Los segundos comenzaron a pasar y no obtenía respuesta, así que alejé mi teléfono para observar la pantalla. La llamada seguía transcurriendo, pero no sé oía nada al otro lado.

—¿Théodore? —volví a hablar ahora con un poco de preocupación.

Luego de exactamente cuatro segundos comencé a escuchar el llanto de Darlene, lejano, al igual que el golpe anterior. Sentí como mi corazón se estrujaba mientras continuaba escuchando el llanto lejano de mi bebé.

Sin notarlo había iniciado a jugar con mi mano libre por no saber que había sucedido, el llanto de mi pequeña comenzaba a sonar cada vez más cerca, hasta que se escuchó como si estuviera junto al teléfono.

—Lo siento, me distraje un momento y se subió a uno de los bancos de la barra —habló Théodore rápidamente, signo de que se había puesto nervioso—, te podrás imaginar como acabó.

Solté el aire que sin darme cuenta había estado conteniendo.

—¿Está bien? ¿No sé lastimó gravemente? —pregunté apoyándome levemente en la barandilla de la escalera.

—Eso parece —respondió él—, creo que solo fue un susto.

Solté un suspiro de alivió al saber que no se había herido, pero mi preocupación continúo presente, junto a un sentimiento de culpa por estar lejos de ella.

El solo pensar que se podía lastimar, mientras yo estuviera en una misión y no con ella me quebraba el alma.

Ella continúo llorando, así que pense por unos segundos y le pedí a Theo que pusiera el altavoz.

—Lana, ¿me escuchas? —hablé con un tono suave.

Aún entre llantos pronunció un "mami" con un poco de dificultad por su propio llanto, lo que me hizo sentir aún peor.

Cuando era pequeña mi madre solía cantarme Le Loup, La Biche et Le Chevalier - Une Chanson Douce de Céline Dion antes de dormir, era uno de los pocos recuerdos que tenía de ella, pero escuchar esa canción me hacía sentirme cerca suyo.

Desde que había tenido a mi terremoto rubio no se me había ocurrido cantársela hasta que en una de esas noches dónde todo lo que hacía era llorar y cuando lo hacía no había forma de calmarla. Recuerdo que tenía tres años, pero en el momento en que comencé a tararear la canción se calmó y me puso total atención.

Desde ese día se volvió algo similar a una rutina antes de dormir, ya no por el hecho de que la calmase. Sino porque quería que, si alguien día no podía estar junto a ella, tuviese algo que la hiciera sentirme cerca, como me lo transmitía a mí aquella canción.

Conocerse (Domisker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora