Capitulo 9|Segundo encuentro.

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𝔇𝔬𝔪𝔦𝔫𝔦𝔮𝔲𝔢 𝔇𝔦𝔭𝔦𝔢𝔯𝔯𝔬

Bajé del avión y en cuanto salí del aeropuerto comencé a escuchar el caos que personalizaba a esta ciudad. Ni siquiera había comenzado a trabajar y ya me estaba doliendo la cabeza.

Las sirenas de policía se escuchaban por todos lados, bocinas de vehículos, algunas personas gritando e incluso algunos disparos.

Nada como el dulce hogar, o bueno, esa debía ser mi mentalidad.

Observé a dos agentes que aguardaban al lado de un coche negro, así que me dirigí hacia allí con la sonrisa más realista posible.

Cuando llegué junto a ellos, ambos se cuadraron al unísono como si lo hubieran ensayado, pero les pedí que no lo hicieran con un gesto.

Eso de ser el “jefe” nunca me ha gustado, lo único que abarca ese título son disgustos y estrés.

Para mi mala suerte, mis superiores me dieron un papel de una mujer amable, energética, alegre y parlanchina, todo lo contrario a lo que soy realmente.

Soy amable, sí, pero no con cualquiera, solo con los que lo merecen.

Mejor dicho, solo con quienes me da la gana serlo.

Enterarme de que tendría que interpretar una vez más a esa Dominique fue molesto, yo no soy en absoluto una jefa ejemplar o carismática, si es que ni siquiera soy jefa.

Además, la vida se ha encargado de enseñarme que jamás debe mezclarse lo personal con lo profesional, así que aunque me guste conocer a las personas con las que trabajo, crear vínculos con ellos no es algo que me interese, pero a esta Dominique sí, y no estaba aquí precisamente para ser yo misma.

Suspiré cuando me di cuenta que yo sería quien tenía que iniciar la conversación ya que ellos se habían mantenido callados desde que me saludaron en el aeropuerto, y solo el que estaba sentado en el copiloto me miraba por el retrovisor de vez en cuando, aunque su mirada no se posaba exactamente en mi rostro.

Niño, mis ojos están arriba.

—¿Desde cuándo trabajan para el SNI? —pregunté porque claramente estos chicos no lo harían por iniciativa propia.

—Desde hace tres años, señora. —respondió el conductor, y ya me dieron ganas de matarlo por llamarme “señora”.

—¿Y usted? —me preguntó el copiloto, intentando devolverme la cortesía.

—No recuerdo específicamente —respondí encogiéndome de hombros con una sonrisa.

Al menos no había mentido, realmente no lo recordaba, sentía que había estado trabajando en esto toda mi vida.

Aunque “esto” no fuese exactamente el SNI.

Seguramente no hubiera priorizado el trabajo si hubiera sabido desde un principio a lo que eso conllevaría.

—¿Cómo se llaman y cuantos años tienen? —hice otra pregunta vaga.

—Yo soy Luis —dijo el que me estuvo mirando las tetas al principio, luego señaló al conductor—, y él es José. Ambos tenemos treinta y tres años.

—Un gusto —dije mientras miraba por la ventana—. Dominique Dipierro, tengo cuarenta y tres años. Espero que nos llevemos muy bien.

Primera mentira, me daba igual cómo fuese nuestra relación.

Me quedé mirando la ciudad, era realmente bonita, pero estaba tan jodida por sus propios ciudadanos.

Claro que no me refería a todos, tal vez en algún rincón de este lugar había un par de personas honestas, pero el informe que me dieron para actualizarme sobre cómo estaba la ciudad en ese momento, dejaba mucho de qué hablar.

Conocerse (Domisker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora