AVENGER 2.0

Descubriendo un poco de mas

Izuku: Hablando normal

Izuku: -- En llamada/telepatía/mensajes --

Izuku: *Pensando*

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Estos últimos días se había sentido "rara". No era la mejor palabra para describirlo, pero sí la única que parecía captar, al menos en parte, el tumulto creciente en su mente. Era como una intranquilidad que zumbaba, apenas perceptible, en lo más profundo de su conciencia. Un eco ominoso, como si algo grande y desconocido se aproximara. Al principio, no le dio demasiada importancia, atribuyendo aquel malestar a la tensión de su vida en la ciudad. El ruido incesante de Nueva York, el bullicio de la gente, el ajetreo constante... Seguramente era solo eso, se decía, solo el estrés acumulado. Pero entonces llegaron las voces.

Al principio, eran apenas susurros, murmullos lejanos que parecían carecer de dirección. No alcanzaba a discernir palabras exactas; solo fragmentos de conversaciones deshilvanadas que flotaban, como ecos de pensamientos ajenos. Se sentía como una radio rota que captaba una frecuencia desconocida. Le resultaba molesto y confuso, pero algo en su interior intuía que aquello no era un fenómeno pasajero, que lo peor aún estaba por venir. No se equivocaba.

Día tras día, las voces aumentaban. Lo que al principio eran un par de murmullos ocasionales pronto se transformó en una cacofonía abrumadora. Las voces se multiplicaban, y donde antes podía escuchar una o dos, ahora eran decenas, luego cientos, hasta que finalmente se convirtieron en miles. El ruido se hizo ensordecedor. Era como si la ciudad de Nueva York, en toda su vasta enormidad, estuviera vaciando sus pensamientos en su mente. Cada rincón, cada calle, cada edificio parecía resonar con el eco de las mentes parloteando al unísono. Y ella no podía hacer nada para silenciarlas.

Durante el día, con un esfuerzo monumental, lograba mitigarlas. Se concentraba tanto que, al final de cada jornada, quedaba extenuada, como si hubiera nadado contra una corriente infinita, luchando por mantener su mente propia en el inmenso mar de pensamientos que la envolvía. Sin embargo, las noches eran otro infierno. Al caer la oscuridad, cuando intentaba dormir, las voces se liberaban de cualquier estructura, inundándola con una furia desbordante. Ya no eran simples conversaciones. Eran pensamientos profundos, secretos inconfesables, miedos oscuros, anhelos reprimidos y penas tan profundas que desgarraban el alma. Aquellos pensamientos llegaban de completos desconocidos, de todos los estratos, de todas las esquinas de la ciudad.

Se sentía atrapada en un abismo insondable, asfixiada por las penas y deseos de millones de personas que, aunque no la conocían, compartían con ella lo más íntimo de sus mentes. En esas noches interminables, era como si el peso de toda Nueva York se apilara sobre su ser, y sus noches se volvían eternas, llenas de una vigilia forzada que no le permitía tregua. Aquella "capacidad" que había despertado en ella, si se podía llamar así, era más bien una maldición. Un castigo que la forzaba a mirar los rincones oscuros de la psique de la ciudad, un lugar que nunca dormía y, al parecer, ahora ella tampoco.

Desesperada, empezó a buscar ayuda. Durante semanas probó diferentes medicamentos para intentar dormir; somníferos, antipsicóticos, remedios naturales... pero nada conseguía callar las voces. Los murmullos se colaban incluso a través de sus sueños, convirtiendo el descanso en una prisión mental. No se atrevía a contarle nada a sus amigos. ¿Quién le creería? ¿Cómo podría explicarles que podía escuchar los pensamientos de la ciudad entera? Temía que la tacharan de loca, o peor, de esquizofrénica, y eso solo intensificaba su aislamiento.

Pasaron los días, y con ellos su esperanza de encontrar una solución. Cada vez se sentía más débil, agotada por el peso de los pensamientos ajenos. Cuando miraba alrededor, a las multitudes que cruzaban las avenidas y llenaban los cafés, comenzaba a ver algo extraño. Una especie de destello, una luz tenue que parecía rodear a cada persona que pasaba. Con el tiempo, comprendió que aquellas luces representaban la mente de cada ciudadano de Nueva York, cada pensamiento vibrando en un color diferente, formando un espectro que solo ella podía ver.