4. Acorralado

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Anna se había quedado en la habitación frente a la mía. La invité a comer algo, suponiendo que debía tener hambre, pero ni siquiera quiso salir de la habitación. Podía ver su miedo perceptible a través de sus mirada.

Veía el tiempo pasar como si nada a través de reloj colgado en la pared. Las agujas del reloj giraban demasiado rápido delante de mis ojos, sólo eso podía ver, las agujas del reloj indicando ya las ocho. Creo que si lo han logrado, volverme loco en este pueblo.

Sabía que las puertas de todo el pueblo ya se encontrarían seguramente cerradas a esta hora, y las luces apagadas como la última vez. Me sentía intranquilo, como si algo importante estuviese a punto de suceder. No quería salir siquiera al exterior de la habitación.

Sin embargo fue cuando escuché algunos golpes afuera que me pusieron alerta. Parecían golpes de animal, como si estuvieran arañando la puerta tratando de no hacer tanto ruido, y ahí me dí cuenta que se trataba de un lobo al escucharlo aullar cerca.

Caminé a pasos rápidos hasta el baño, encerrándome con seguro. ¿Pero que diablos estoy haciendo? Soy un gran cobarde. Anna también está en peligro y sola, no puedo dejar de esos lobos la lastimen, se lo prometí.

Antes de abrir la puerta del baño, los golpes ya habían cesado, pero sentí un fuerte estruendo, la puerta de mi habitación la habían tirado.

No me importó en lo absoluto. Busqué algo dentro del baño que podría servirme como un alma con el propósito de utilizarlo para defenderme, buscar a Anna y salir de inmediato de aquí de una vez por todas.

Tomé la escoba del baño, y toqué con cuidado la perilla de la puerta. La abrí lentamente antes de salir afuera sujetando fuertemente la escoba. Todo el lugar se encontraba en total oscuridad, mientras caminaba sentí pasos cerca, al girar lentamente pude vislumbrar al lado de la cama a una mujer de pie mirándome fijamente desde la distancia.

La señalé con la escoba - ¿Como te atreves a entrar a mi habitación sin mi consentimiento? llamaré a la policía - Amenacé. No sé ni cómo sucedió, pero ni tiempo de utilizar la escoba me dió, ya tenía a aquella chica encima de mí, con su rostro hundido en mí cuello. Intenté alejarla, pero me fue imposible, además no entendía por qué, pero se sentía bastante bien.

- Mío, eres mío - Me susurró al oído mientras lamía lentamente el lóbulo de mi oreja, logrando que me estremeciera.

No se en que demonios me he metido, debí irme cuando tuve la oportunidad, ahora una chica me tiene acorralado, y no puedo creer que sea más fuerte que yo, pero ¿Por qué me gusta que me diga que soy suyo?. No, no, no, esto no puede gustarme, no soy un enfermo mental.

Mi humano✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora