Capitulo 14

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El cielo nocturno era iluminado por una luna blanca y pálida, con muy pocas estrellas alrededor. Parecía que el cielo estaba triste, o más bien preocupado por lo que podía pasar en las tierras africanas que la luz lunar iluminada a esa hora.

Mufasa observaba aquel melancólico cielo con preocupación, pues parecía sentir que hasta la luna y las estrellas estaban angustiadas por lo que fuera a ocurrir a continuación en la tierra. Al no ver ni una estrella en el cielo, llegó a pensar con horror que tal vez los grandes reyes del pasado habían abandonado a sus sucesores a su suerte, estando ahora estos últimos en las garras de la perdición.

–Oh, grandes reyes del pasado, ustedes que siempre buscaron la justicia y el bien de sus súbditos, miren en qué amenaza nos encontramos ahora, estamos en las garras de un monstruo que se hace pasar por un emisario de la paz, solo para obtener poder y cumplir sus caprichos personales, llevando a todos los inocentes a la ruina. Por eso les ruego, díganme ¿Que debo hacer?.

Apenas hubo tendiendo de decir estás palabras, una nube bastante densa cubrió la palida luna y todo se oscureció. El rey sintio como todo se sumía en la más densa oscuridad, provocando que la angustia invadiera su corazón, pues al parecer los reyes del pasado si los habían abandonado.

El gran león solo suspiro y se retiró de aquella abertura en la pared del tierra y se fue a recostar en un rincón de aquella cueva perfectamente rectangular en la que se hospedaba. Todo el rato se lo había pasado en suspiros cargados de preocupación. Aunque el ya sospechaba que la famosa reina y la misteriosa leona llamada “ella” por Mustafa no era otra que Kairel, aún conservaba la esperanza de estar equivocado, pero por desgracia no fue así, y su mayor temor estuvo justo frente a él, mirándolo con una sonrisa maquiavélica.

Tenía que admitirlo, tenía miedo, mucho miedo. Miedo por su reino, por sus seres queridos, por sus subditos, por Sarabi y por Simba; miedo de ver a Pride Rock en llamas y bañada de sangre, con Kairel riéndose de todos en la cima, mientras cientos de vidas inocentes se ahogaban en su propia sangre. Esa reina le recordaba mucho a su hermano Scar.

Un ruido lo sacó de sus pensamientos y meditaciones, unos pasos se acercaban a la cueva, pero el no se turbo, pues pudo oír la voz de Simba que se acercaba, parecía venir muy alegre, pues así se oía en su voz, venía cantando esa cancioncita que sus dos amigos del oasis le habían enseñado.

–”Una forma de ser, Hakuna Matata, nada que temer”.

–Oh, hola Papá– dijo en cuanto llegó junto a él.

–Hola hijo, veo que te divertiste mucho con tus nuevos amigos.

–Ni que lo digas– dijo con una voz de felicidad radiante. –Papá, este reino es increíble y hermoso, aunque no tanto como nuestro hogar. Nala y yo nos divertimos explorando los alrededores y conversando con los nativos de aquí.

–Me alegro que te haya gustado este lugar, parece que el viaje valió la pena.

–Si, en verdad ha valido la pena. La verdad, ya me va gustando la idea de viajar. Deberíamos realizar más viajes a lugares extraordinarios como este.

–Ya empiezas a hablar como Malkia– se burló su padre. –¿Y Nala, dónde está?.

–Se quedó hablando con Ananda. Pero no te preocupes, ella sabe dónde nos alojamos, no tardará en venir. Además, este sitio es bastante seguro y no corre peligro dentro de estás “murallas” como ellos les llaman a las paredes de tierra que rodean este lugar. No tardará en llegar.

–Bien– fue lo único que dijo.

El joven león noto que su padre estaba algo extraño desde que salió de la reunión esa tarde, parecía muy preocupado y angustiado, lo podía ver en sus ojos.

 LA BÚSQUEDA DEL REYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora