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Mí madre cerro la puerta de la cabaña y soltó un suspiro para negar con la cabeza y mirarme.

—¿Qué haces con ese enfermo?— preguntó ella y me quedé callado— Aléjate o tomaremos medidas más drásticas-

— No soy un adolescente ni un niño no me pueden prohibir hablar con personas, ni siquiera vivo en esta casa — señalé pero creo que eso fue peor.

— Si podemos — Soltó mí padre y quedé en silencio.

Me congelé y todos mis sentidos se agitaron.

Mis piernas se comenzaron a sentir muy pesadas y mí respiración corta.

Esto solamente era una reacción involuntaria a el miedo que le tenía a ese maldito viejo.

Escuché sus pasos lentos y reconocibles por el ruido del bastón que pasaron junto a mí.

— ¿No podemos?— preguntó mí padre y quedé en silencio.

No me atrevía a mirarlo quería salir corriendo ahora mismo.

Levantó el bastón y me golpeó en rostro con él haciendo que mí rostro doliera muchísimo y creo que incluso rompiéndome la ceja.

Me quedé callado intentando mantener mi palabra pero volvió a levantar el bastón y rápidamente me cubrí con mis manos teniendo miedo de ser lastimado nuevamente.

—¡Si pueden!— dije y mí padre me golpeó en cuello con la punta del bastón enviando corrientes eléctricas por mí cuerpo.

Me retorcí de dolor en el suelo intentando poder controlar mi cuerpo.

—¡Mami!— gritó mini Muzi que estaba bajando las escaleras.

Rápidamente me quitó el bastón de encima y pude respirar con normalidad otra vez.

— ¡Ya voy!— gritó mí madre pero ví a Mini al final de las escaleras que al verme sonrió y se agachó para verme burlón.

—¡Muzi!¿Estás jugando?— preguntó el enano viéndome fijamente.

Sonreí de manera forzada y acaricie su cabello.

— Sí, estoy jugando. Sube con mamá al cuarto te voy a ver en un rato¿Si?— dije y sonrió para abrazarme.

Se separó y subió con mí mamá y observé a Michael que me seguía mirando mal.

Me levanté como siempre para verlo.

— Acompáñame — dijo y lo seguí.

Fuimos a una habitación que yo conocía a la perfección, su mini clínica.

Encendió las luces y me llevo hasta una camilla.

Me quedé callado sabiendo que venía y me acosté intentando quedar lo más lejos de los bordes.

Tomo mis manos y las amarró al igual que mis pies.

Comenzó a colocar cables en mí pecho y cabeza y algunas agujas en mí cuello y muñecas.

Miré el techo que tenía varias luces y cerré los ojos.

Encendió la máquina que comenzó a extraer sangre de mí cuerpo y a marcar mis signos vitales.

Escuchaba mi corazón que latía con rapidez asustado.

Finalmente se detuvo y mire el litro de sangre que me había extraído.

— Necesito que aumentes la cantidad de carne roja que consumes— dijo y me quedé callado.

Creo que con esto no era sorpresa que sufriera anemia en la adolescencia algo que había cambiado desde que conocí a silvio en el colegio militar el cual me obligaba a comer correctamente a veces hasta dándome su comida.

Virus Ariox [ Silvexkato ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora